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México D.F. Sábado 24 de abril de 2004
VACIO Y OPORTUNISMO POLITICOS
El
país experimenta actualmente un grave momento de confrontación
y desencuentro político que en nada contribuye a propiciar el clima
de entendimiento y colaboración necesario para abordar los ingentes
retos que México enfrenta en materia legal, social, democrática,
económica y de justicia. Por el contrario, como puede constatarse
en los recientes choques entre el gobierno federal y Andrés Manuel
López Obrador, por un lado, y entre legisladores del PRI y el PRD
y el Ejecutivo y Acción Nacional, por otro, la nación parece
presa de disputas que suben continuamente de tono y que enturbian ominosamente
el clima político general, sin que con ello se resuelva el origen
de tales diferendos ni le quede claro a la ciudadanía qué
posiciones mantienen la necesaria validez y congruencia y cuáles
son parte de ambiciones sectarias e intereses espurios.
En este contexto, es evidente que el gobierno federal
no ha sido capaz de conducirse en la presente crisis de manera eficaz.
Por el contrario, sus propias acciones y actitudes han incidido negativamente
en el ahondamiento del vacío institucional que se percibe en el
país de forma patente.
El Presidente de la República, el secretario de
Gobernación y el titular de la Procuraduría General de la
República (PGR) han emprendido una escalada verbal en contra del
jefe de Gobierno del Distrito Federal, pero no han sido capaces de explicar
satisfactoriamente a la ciudadanía cómo fue que la información
confidencial aportada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos
llegó a ser filtrada y luego revelada -en primerísimo lugar
por un canal de televisión- ni por qué, en su momento y ante
la gravedad de las acusaciones que pesaban contra el ex secretario de Finanzas
del DF Gustavo Ponce, no se dio lugar a una colaboración institucional
ni a contactos políticos de alto nivel entre ambas administraciones,
medidas que pudieron haber prevenido el actual estado de rispidez y propiciado
un efectivo combate contra la corrupción.
Tampoco han podido clarificar las razones por las que
la PGR, el Cisen e inclusive el senador Diego Fernández de Cevallos,
en lugar de entablar desde el primer momento una labor constructiva y de
colaboración con el Gobierno del DF para enfrentar las graves irregularidades
cometidas por Ponce, Carlos Ahumada y otros personajes, optaron por mantener
una confidencialidad y tolerancia sospechosas en beneficio de los presuntos
responsables de graves delitos. Y, finalmente, como ayer lo señaló
enfáticamente Abel Villicaña Estrada, presidente de la Comisión
Nacional de Tribunales de Justicia, López Obrador en ningún
momento violó la ley al hacer del conocimiento público la
información confidencial entregada por el gobierno estadunidense,
por lo cual las acusaciones de las autoridades federales en este sentido
resultan improcedentes.
En este contexto, existe el riesgo de que oportunistas
y poderes paralelos al Estado cobren relevancia, sean capaces de incidir
negativamente en los acontecimientos públicos y aprovechen el presente
vacío de poder -que el Ejecutivo no ha sido capaz de subsanar- en
beneficio de sus intereses particulares y en perjuicio de la nación.
La creciente actividad de Carlos Salinas de Gortari -todavía en
la sombra, pero eventualmente dispuesto a volver a la primera línea
política- y la insistencia de la jerarquía de la Iglesia
católica en que se le permita intervenir activamente en la educación
pública y en los medios de comunicación, son sólo
dos ejemplos de los riesgos inherentes a la presente desarticulación
política.
Por ello, convendría que las autoridades federales,
las del DF y, en general, el resto de los actores políticos desistan
de la presente cadena de confrontaciones, se concentren en los asuntos
verdaderamente significativos de la agenda nacional y permitan que los
conflictos se resuelvan por las vías institucionales y jurídicas,
y no mediante el escarnio del contrincante. Sólo así podrá
colmarse el presente vacío y prevenirse el robustecimiento de las
ambiciones y la ampliación del margen de maniobra de individuos
o estamentos que, como la historia ha comprobado, han resultado contrarios
a los intereses legítimos de la nación.
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