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México D.F. Martes 20 de abril de 2004
EJEMPLOS DE LEGALIDAD
En
medio de la crisis generalizada de credibilidad y el acelerado desprestigio
de la clase política y de las instituciones de procuración
de justicia, en un entorno caracterizado por la impunidad de quienes delinquen
desde posiciones de poder, la obsecuencia de las procuradurías para
con esos infractores y el cinismo con que los delincuentes burlan la justicia,
llaman la atención el desempeño institucional de la Procuraduría
General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) y las conductas de dos
de los indiciados en relación con los videoescándalos creados
por el empresario Carlos Ahumada.
En efecto, esa instancia capitalina, encabezada por Bernardo
Bátiz, no se ha frenado por afinidades partidistas para turnar a
la Cámara de Diputados el trámite de desafuero de René
Bejarano ni para indiciar a Carlos Imaz. Tampoco ha buscado componendas
oscuras para atenuar o anular los procedimientos jurídicos pertinentes.
Los dos acusados, por su parte, en lugar de darse a la fuga han declarado
en todo momento su plena disposición a enfrentar los procesos penales
en su contra.
En un contexto de plena vigencia de la legalidad, las
conductas referidas tendrían que ser comunes y no habría
motivo para encomiarlas. Pero los comportamientos referidos deben contrastarse
con lo que ocurre, por rutina, en el gobierno del "cambio". Valga, al respecto,
un brevísimo recuento: la Procuraduría General de la República
(PGR), encabezada por Rafael Macedo de la Concha, hizo cuanto pudo para
no afectar a los amigos de Fox Lino Korrodi, Carlota Robinson y otros sobre
quienes pesaban fundadas acusaciones por financiamientos ilícitos
a la campaña del actual Presidente de la República; por torpeza,
conveniencia o ambas, la PGR diluyó las querellas contra el cacique
sindical petrolero Carlos Romero Deschamps, principal figura del millonario
desvío de recursos de Pemex a la campaña presidencial de
Francisco Labastida; la procuración federal, por otra parte, ni
siquiera se molestó en indagar los insultantes derroches de dinero
público realizados por otros de los amigos de Fox, Carlos Rojas
Magnon, en Los Pinos, y Carlos Flores Alcocer, en la representación
de México ante la OCDE; tampoco tuvo voluntad para fincar cargos
al ex cordinador del Consejo Nacional contra las Adicciones (Conadic),
el siquiatra Guido Belsasso, cuya suculenta afición al tráfico
de influencias fue documentada por un reportaje de este diario.
Por supuesto, la PGR no ha movido un dedo para indagar
los clamorosos señalamientos sobre la posible utilización
de recursos públicos en la corporación populista de beneficencia
Vamos México, encabezada por Marta Sahagún de Fox. Desde
luego, la PGR ni siquiera ha admitido que la recepción de una denuncia
a Carlos Ahumada en un salón de un hotel pagado por el Cisen constituya
una irregularidad interna -por decir lo menos- digna de ser investigada.
El contraste entre el cordial silencio presidencial por la escandalosa
infiltración del narcotráfico en el gobierno panista de Morelos
y la desmesurada ofensiva verbal foxista contra las autoridades capitalinas
da prueba del sentido faccioso y partidista con que opera el gobierno federal.
La indolencia para procurar justicia ante posibles actos
delictivos de funcionarios federales encuentra su correlato partidario
en Acción Nacional, instituto que, hasta donde se sabe, no ha adoptado
medidas disciplinarias ni siquiera contra su militante Eduardo Zuno Chavira,
ex jefe delegacional en Alvaro Obregón y actualmente preso por tráfico
de armas en uno de los aviones del corruptor Carlos Ahumada.
Ante semejante desempeño del actual grupo en el
poder, ante la historia reciente de funcionarios priístas ladrones
que abandonaban el país en cuanto les avisaban que podían
ser capturados, y ante los banqueros defraudadores que recuperan su libertad
bajo fianza en cuanto vuelven al país por efectos de extradiciones
mal gestionadas, contrastan la actuación del Partido de la Revolución
Democrática -que suspendió o expulsó a sus militantes
involucrados en los videoescándalos de Ahumada-, el comportamiento
de la procuraduría capitalina -que no vacila en emprender las acciones
legales pertinentes, así sea contra destacados perredistas o ex
perredistas- y hasta la actitud de dos de los acusados, Imaz y Bejarano,
quienes en todo momento han respondido por sus actos ante las instancias
federales y locales correspondientes.
Estas reflexiones no pretenden, de ninguna manera, pregonar
la inocencia de los implicados en los hechos referidos ni abogar por su
exoneración, toda vez que corresponde a las dependencias de procuración
de justicia determinar si han incurrido o no en ilícitos, y declararlos
inocentes o sancionarlos conforme a derecho. Pero, a lo que puede verse
en las comparaciones realizadas, en el gobierno capitalino, en sus funcionarios
y ex funcionarios se expresa una cultura de la legalidad -entendida como
plena disposición a cumplir y acatar las leyes, independientemente
de filiaciones, partidos e intereses políticos- que debiera servir
de ejemplo a las autoridades federales.
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