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México D.F. Martes 20 de abril de 2004
José Blanco
Desfiguros de la ONU
Como todos los años, desde hace 13, Estados Unidos consiguió un voto de censura a Cuba en el seno de la Comisión de Derechos Humanos del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, por la violación sistemática que lleva a cabo el gobierno de la isla de diversos derechos humanos fundamentales de sus propios ciudadanos. Ahora viene la venganza cubana. Como desde hace 12 años, con seguridad en este 2004 la Asamblea General de la ONU, a su vez, por decimotercera vez también condenará a Estados Unidos por el bloqueo que este país imperialista mantiene contra Cuba. Así, quedarán nuevamente tablas.
Dos condenas que repiten inútilmente su calendario puntualmente, en sus respectivos espacios, en el seno de la ONU. Estados Unidos se mantiene impasible frente a su condena, como Cuba se mantiene así frente a la suya. Ni Estados Unidos levantará el bloqueo ni Cuba admitirá ser visitada por Christine Chanet, titular de la comisión, que por tercera ocasión se queja de que el gobierno cubano -a la salinista- ni la ve ni la oye (ni la entiende, debiéramos agregar).
Al llegar a esa fiesta de disfraces que es la discusión del tema nueve de la agenda de la Comisión de Derechos Humanos (la violación de los derechos humanos en el planeta), todo mundo, por supuesto, sabe quién está detrás de cada máscara. Cada cual finge ser otro. Es decir, el discurso de los protagonistas no es el de las realidades que dicen expresar.
A lo largo de 43 años de bloqueo (con aperturas aquí y allá que nadie quiere ver, como los acuerdos entre empresas estadunidenses y el gobierno cubano) los motivos políticos del mismo han cambiado. En sus orígenes la decisión del bloqueo se dio en el marco de la guerra fría: había que parar al comunismo en América Latina (decisión del imperio). En aquellos años Cuba era asistida millonariamente por la URSS, así que la denuncia eventual de Cuba sobre el bloqueo tenía mucho de propaganda castrista. Pero todo cambió dramáticamente. Ahora los 500 mil votantes cubanos anticastristas de Florida son la mejor explicación del discurso y la política del bloqueo y de la censura a la isla por el atropello a los derechos humanos. Esos votantes le dieron el triunfo a Bush.
Lo mismo ocurre con el desvelo gringo de la plática telefónica entre Bush y Fox. Bush tenía que anunciar públicamente su acuerdo con Fox, porque de otro modo no tendría valor político frente a los cubanos de Florida. Y Fox tenía que negarlo ("no hemos decidido") para intentar que no apareciera como alineamiento frente a Estados Unidos, aunque el intento resultó estéril. Desencuentros de las razones y las sinrazones políticas de cada uno.
Los derechos humanos se violan en todas partes; la diferencia es que en muchos países existen libertades ciudadanas, ONG, medios de comunicación, marchas multitudinarias si es preciso, y aun el derecho de acudir a la Comisión de Derechos Humanos para defenderse de las violaciones a estos derechos por el Estado. En Cuba, con un Estado totalitario, nada de eso ni existe ni puede existir y, si alguien quiere hacerlo surgir, lo aplastan. Los derechos humanos universales, como son las libertades individuales, son incompatibles con un Estado "revolucionario". El despotismo ilustrado puede alcanzar altos índices en rubros diversos del bienestar social básico -que son de aplaudir-, pero nadie puede decir ni pío frente a ese gobierno si le resulta inaceptable en términos políticos y de libertades individuales. Nadie en Cuba tiene derecho ni a pensar en un Estado político resultado de las decisiones de los ciudadanos (en Cuba inexistentes).
Son razones más que suficientes para emitir un voto contra el gobierno cubano y en favor de derechos humanos fundamentales de los cubanos. En nuestros días los ciudadanos del mundo somos responsables de esos derechos del género humano. Los miembros de la ONU hace mucho tiempo admitieron y acordaron que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana".
Sin embargo, Gustavo Iruegas pone sobre la mesa un argumento contundente, que repetiré, acentuándolo. Las Naciones Unidas, el derecho internacional y la validez universal de los derechos humanos han sido brutalmente dañados y están hoy en entredicho. Ese daño lo ha cometido Estados Unidos, el mayor violador de los derechos humanos en el mundo. Esta grave situación tendría que habernos llevado hoy a la abstención, para hacernos cargo de la verdad de esas realidades del mundo. Un voto razonado donde se señalara la indispensable necesidad de la refundación de la ONU y un nuevo reconocimiento del derecho internacional, así como el compromiso efectivo del respeto a ese derecho por todas las naciones. Esto puede sonar a utopía descabellada. Pero los ciudadanos del mundo no tenemos otra vía para restablecer la paz, el derecho y la dignidad de todos.
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