México D.F. Martes 20 de abril de 2004
Según Gobernación, no había
datos "ni en el archivo ordinario ni en el confidencial"
Tras 23 años se descubrió que el agresor
de Díaz Ordaz carecía de expediente legal
El caso apoyaría la hipótesis de que ex
rebeldes fueron recluidos en cárceles clandestinas
GUSTAVO CASTILLO GARCIA /IV Y ULTIMA
En
1993, gracias a la denuncia presentada ante la Comisión Nacional
de Derechos Humanos (CNDH) por la pasante de derecho Norma Ibáñez
Hernández, quien prestaba su servicio social en el hospital siquiátrico
Samuel Ramírez Moreno, se descubrió "que no existía
ningún expediente jurídico" de Carlos Francisco Castañeda
de la Fuente, quien quiso matar a Gustavo Díaz Ordaz, pero falló
en el intento.
El "interno paciente", como se le llamaba en su expediente
clínico -del cual posee copia La Jornada-, ya había
pasado 23 años encerrado en ese hospital, sometido a estudios, interrogatorios
y vigilancia permanente.
El 28 de septiembre de 1993, la Secretaría de Gobernación
notificó a Carina Vélez y de la Rosa, subdirectora del siquiátrico,
mediante el oficio 12592, que no encontró "ni en el archivo ordinario
ni en el confidencial" informes de por qué se envió a Castañeda
de la Fuente a ese lugar.
El oficio de referencia fue firmado por Carlos Tornero
Díaz, titular en 1993 de la Subdirección de Estudios Técnicos
Criminológicos de la Dirección General de Prevención
y Readaptación Social, dependiente de Gobernación.
Tornero Díaz, por cierto, fue el autor del dictamen
de siquiatría forense que atribbuyó la autoría del
homicidio de Luis Donaldo Colosio a Mario Aburto Martínez, a quien
definió como un joven de 23 años que, impulsado por un delirio
crónico de carácter reivindicativo, asesinó en 1994
al candidato priísta a la Presidencia.
El caso de Castañeda de la Fuente podría
apoyar la hipótesis del titular de la Fiscalía para Movimientos
Sociales y Políticos del Pasado, Ignacio Carrillo Prieto, quien
en 2002 no descartó que algunos miembros de los movimientos armados
de los años 70 y 80 hayan permanecido presos en cárceles
clandestinas y que, tras resultar afectados en sus facultades mentales,
se hubieran convertido en indigentes.
¿Cuántos casos como éste ocurrieron
durante la llamada guerra sucia? ¿Cuáles son los expedientes
que guarda o guardaba el archivo confidencial de lo que fue la Dirección
General de Servicios Coordinados de Prevención y Readaptación
Social? No se sabe.
La CNDH no emitió recomendación
En el caso de Castañeda de la Fuente, su salida
del siquiátrico se debió a la queja que Ibáñez
Hernández interpuso en 1992 ante la CNDH, que entonces presidía
Jorge Carpizo McGregor. El organismo no emitió recomendación
alguna.
La declaratoria de libertad de Carlos Francisco Castañeda
se hizo el 23 de diciembre de 1993, cuando el paciente egresó a
raíz de que se señaló que tuvo "mejoría de
la sintomatología por la que fue atendido, siendo entregado a su
hermano Pedro Castañeda".
Pero antes de salir del nosocomio, Carlos Francisco Castañeda
fue sometido a otro estudio. El 26 de noviembre de 1993, Ibáñez
Hernández documentó que el paciente ingresó en el
hospital el 4 de junio de 1970 y que en su expediente clínico estaba
asentada la causa por la cual se le remitió a ese lugar. Detalló
que la "conducta atípica y antijurídica" que se le había
imputado era "tentativa de homicidio", pese a lo cual su "expediente legal
era inexistente".
En el informe de ocho páginas se hizo referencia
a los recuerdos que Carlos Francisco Castañeda guardaba del atentado
que cometió el 5 de febrero de 1970 y a que, a pesar de que habían
pasado 23 años, mantenía detalles de su detención:
"En el carro de la Policía Judicial me preguntó
el agente: '¿Por qué lo hiciste, por qué, por qué,
por qué?', y yo le contesté que por la matanza de Tlatelolco.
"Me preguntaron: '¿Mataron a un familiar tuyo?'
Respondí que no. En la Dirección Federal de Seguridad (DFS)
el mismo agente que me aprehendió me volvió a golpear y me
dieron de patadas en el costado. El director de la DFS me dio tres o cuatro
derechazos en la cara.
"Me preguntó: '¿Quién te pagó,
quién te ordenó, quién te mandó?' Yo le respondí
que nadie.
"También me preguntó: '¿Qué
quieres, que te saque un ojo, un diente o una uña?' Yo le dije:
'Usted hace la justicia'.
"¿Quiénes son tus amigos? Yo contesté:
'Alberto Bedolla, trabaja en Sanborns'. Luego supe que lo habían
buscado para interrogarlo. Luego me preguntaron: '¿Cómo quieres
morir, fusilado o quemado?', y yo preferí fusilado."
Además, dijo a la pasante en derecho que "en su
estancia en el pabellón 6 le dijeron: 'Nos dicen que nos estás
engañando; nosotros podemos ponerte una inyección para que
hables'(...) En febrero de 1971 me pusieron esa inyección. Sentía
torcidos los nervios de los pies, de la mandíbula; estaba desesperado,
tenía miedo, lloraba.
"Seis u ocho horas duró el efecto (...) Me dieron
medio Artane porque me quitaba la ropa y me retorcía en una cobija
en el suelo (...) En cuatro horas me tranquilicé, pero después
me sentí otra vez desesperado, con miedo (...) El efecto duró
un mes, pero iba disminuyendo lo que sentía."
Así como no hubo datos de su expediente judicial,
tampoco el personal del hospital pudo localizar al abogado Iván
Lagunes Alarcón, quien fue designado por Gobernación para
defenderlo.
En realidad se le designó como "tutor legal" para
que estuviera pendiente de cualquier procedimiento administrativo o jurídico
del interno, a pesar de que Lagunes laboraba en Gobernación.
En el hospital Samuel Ramírez Moreno, Castañeda
de la Fuente fue un interno en cuyo expediente no se consignó qué
autoridad lo había enviado, "ni bajo qué calidad jurídica".
Durante los 23 años que estuvo en el siquiátrico,
según el último informe sobre su situación, su conducta
fue "considerablemente buena en general, manejable, y no presentaba índices
elevados de peligrosidad o tendencias obvias de agresión".
La consideración de Ibáñez Hernández
fue de un "buen pronóstico criminológico". La ultima cita
textual de lo dicho por Castañeda de la Fuente a la pasante en derecho,
que fue colocada al final del informe, señala: "el presidente Gustavo
Díaz Ordaz me perdonó, y yo también lo perdoné".
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