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México D.F. Jueves 29 de enero de 2004
Javier Flores
Anticonceptivos de emergencia, Ƒdónde está el debate?
La Secretaría de Salud modificó la Norma de los Servicios de Planificación Familiar. Entre los cambios se incluyen algunos apartados que han generado gran polémica, en particular el capítulo titulado ''anticoncepción hormonal poscoito''. Se trata de un movimiento de las autoridades sanitarias de nuestro país para enfrentar un grave problema de salud pública derivado de embarazos no deseados que la mayoría de las veces conducen a escenarios que ponen en riesgo la salud y la vida de millones de mujeres. En respuesta a esto se produce otro movimiento, que involucra a algunos sectores sociales cuyo núcleo principal se concentra en la Iglesia católica, quien posee el discurso más articulado en este sector, pues de él se derivan los argumentos de personas y agrupaciones subsidiarias pronatalistas. Estos argumentos giran en torno a conceptos como el respeto a la vida y la dignidad humanas, que se verían afectados, de acuerdo con esta visión, por la anticoncepción de emergencia. Si eliminamos los aspectos emocionales o de franca ignorancia que inundan este debate, se puede decir que estos movimientos expresan un enfrentamiento entre elementos médicos y científico-técnicos por un lado, con otros de tipo ético, aunque esto sólo sea en apariencia.
La principal oposición de la Iglesia se basa en la suposición de que el levonorgestrel, que es el más importante principio activo de este tipo de anticoncepción hormonal, impide la implantación en el útero del óvulo ya fecundado. Para la Iglesia constituye un punto central el momento en el que se inicia la vida humana, pues es a partir de ahí que debe iniciarse la defensa de esa nueva vida y de su dignidad. Curiosamente, para definir ese momento se basan en un argumento no religioso sino científico, es decir, cuando ocurre la unión del óvulo y el espermatozoide. Es difícil imaginar cómo se definía el origen de la vida humana antes de que la ciencia demostrara cuando menos la existencia de un espermatozoide a través de un microscopio. La Iglesia católica no se mueve bien en el terreno científico, lo que no es casual cuando tuvieron que transcurrir cuatro siglos para que el Vaticano aceptara finalmente las tesis de Galileo. La idea de que la vida humana se inicia con la fecundación no opera en todos los casos, y la Iglesia se ve en serios aprietos cuando se opone, por ejemplo, a la investigación en embriones obtenidos por clonación, pues en este caso no son el resultado de la fusión de las dos células sexuales, sino que se producen en ausencia de espermatozoides y empleando óvulos altamente modificados (desprovistos de núcleo). En la transición de los siglos XX y XXI han surgido nuevos elementos científicos en el conocimiento de los procesos reproductivos que deberían conducir a la actualización de los argumentos eclesiásticos.
No existen a la fecha datos que demuestren desde el punto de vista científico que el levonorgestrel, administrado en la forma y dosis adecuadas, impida la implantación de un óvulo fecundado en el útero. Este esteroide sintético afecta la ovulación y la progresión espermática en el tracto femenino. Sin embargo, es muy importante abundar en este punto. En el medio científico, se acepta que existe una controversia generada por las objeciones sociales (no experimentales) al empleo de la anticoncepción de emergencia y se acepta también que existen todavía puntos oscuros sobre los mecanismos de acción de esta sustancia (como en casi todos los fármacos conocidos), por lo que se busca directamente responder a la pregunta de si entre sus efectos se encuentra el bloqueo de la implantación o algún otro efecto posfecundación. Esta posibilidad ha sido desechada recientemente por experimentos realizados en ratón (Muller y cols. Contraception 67(5): 415-9, 2003) y estudios en humanos (Croxatto y cols. Steroids 68(10-13): 1095-8, 2003). Los fármacos, dosis y formas de empleo incluidos en la nueva normatividad mexicana cumplen con todos los requerimientos establecidos a escala mundial para la aprobación e introducción al mercado de cualquier medicamento. De hecho esta discusión se produce en México con mucho retraso, pues la anticoncepción de emergencia existe en el mundo desde hace casi una década. Sorprende que los voceros de la Iglesia mientan abiertamente cuando afirman que uno de los fármacos incluidos en la nueva normatividad es la mifepristona (RU 486), sustancia que sí produce el aborto. Ojalá estuviéramos discutiendo sobre la aprobación de este fármaco (que ha sido introducido ya en todo el mundo industrializado) frente a las miles de muertes de mujeres por abortos quirúrgicos, pero no es así; debemos reconocer que estamos todavía muy atrás.
Sea cual fuere el efecto del levonorgestrel, la verdadera discusión no se encuentra ahí. Se trata de una oposición recurrente al avance del conocimiento que utiliza casi siempre los mismos argumentos. Trátese de la polémica sobre cualquier tipo de anticoncepción, el aborto, la clonación terapéutica o las tecnologías reproductivas en cualquiera de sus modalidades. Hay además una vertiente nada oculta en toda esta argumentación, que ve detrás de algunos de estos avances el libertinaje sexual. En otras palabras, lo que se manifiesta en realidad es una tendencia, que existe desde tiempos remotos, a mantener bajo control la sexualidad y la reproducción humanas, que se expresa entre otros dispositivos a través de la Iglesia y los grupos conservadores en torno suyo. También existe una oposición a estos controles que se muestra a través de una mayor autonomía en las decisiones sobre sexo y procreación, y que encuentra puntos de apoyo en los avances científico-técnicos. En los inicios de este siglo se produce una polarización en el ámbito mundial entre estas dos fuerzas que constituye un reto intelectual de proporciones colosales. Esta tendencia al control (y la oposición al mismo) aparece igual en los debates sobre la anticoncepción en México como en la campaña política de Bush, cuando defiende la noción de familia integrada por la pareja hombre- mujer, o propone la abstinencia en los jóvenes como la fórmula para impedir las enfermedades de transmisión sexual.
Control, la pregunta central es Ƒpara qué? Quizá se puede avanzar en encontrar una respuesta si se examina la hipótesis de que el control de la sexualidad y la reproducción constituye uno de los pilares sobre los que se ha apoyado el desarrollo de las sociedades y las civilizaciones.
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