México D.F. Miércoles 28 de enero de 2004
Como abrazao a un rencor
A. Podestá y R. Rossi
Esta
noche, para siempre,
se acabaron mis hazañas,
un chamuyo misterioso
me acorrala el corazón.
Alguien chaira en los rincones
al rigor de una guadaña
y hay un algo bajo el catre
campaneándome el cajón.
Los recuerdos mas fuleros
me destrozan la cabeza:
una infancia sin juguetes,
un pasado sin honor.
El dolor de unas cadenas
que aprisionan mis muñecas
y una mina que arrodilla
mis arrestos de varón.
Yo quiero morir conmigo,
sin confesión y sin Dios,
crucificao a mis penas,
como abrazao a un rencor.
Nada le debo a la vida,
nada le debo al amor,
aquélla me dio amarguras
y el amor una traición.
Yo no quiero la comedia
de unas lágrimas sinceras,
no ando en busca de consuelo
ni ando en busca de un perdón,
no pretendo sacramentos
ni palabras funebreras,
yo me entrego mansamente
como me entregué al botón.
Sólo a usted, Madre querida,
si viviese le daría
el consuelo de encenderle
cuatro velas a mi adiós,
de volcar sobre su pecho
toda mi hereje agonía,
de llorar entre mis manos
y de pedirle perdón.
Yo quiero morir conmigo,
sin confesión y sin Dios,
crucificao a mis penas,
como abrazao a un rencor.
Nada le debo a la vida,
nada le debo al amor,
aquélla me dio amarguras
y el amor una traición.
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