Javier Aranda Luna

Por qué Remedios Varo no descansa en paz

ƑEs legítimo que un pintor venda sus cuadros? Uno de los sueños de cualquier artista es vivir de sus obras. No todos lo logran, pero la mayoría aspira a ello. La pintora Remedios Varo formó parte de ese grupo afortunado de artistas que no necesitó dedicarse a otra actividad para vivir. Primero por el gran apoyo que le brindó Walter Gruen y luego por la creciente demanda de sus pinturas en el mercado. Vamos, ella no tuvo que vender telas como Jaime Sabines ni llantas como Juan Rulfo.

El pasado 19 de enero la crítica de arte Raquel Tibol dijo en el noticiario Ventana 22 que en la etapa de madurez de Remedios Varo, los coleccionistas ''hacían cola para adquirir sus cuadros'' y que inclusive le pedían que los apuntaran en una lista para hacerse de alguno de ellos.

Un día después, la crítica Teresa del Conde bordaba sobre el mismo asunto en estas páginas: era tal la demanda de la pintura de Remedios que todas las obras de su última muestra individual fueron vendidos.

Walter Gruen fue uno de los entusiastas coleccionistas de la pintura de Varo. Pero Gruen, a diferencia de otros coleccionistas, tuvo el privilegio de ser su compañero sentimental. Eso le permitió conocer como pocos a la artista y comprender, entre otras cosas, el profundo amor que Remedios profesó por México. No olvidemos que siendo esposa del poeta Benjamin Peret, pudo regresarse con él a París en 1947 y decidió permanecer aquí.

Y no debe extrañarnos que, a la muerte de la pintora, Gruen entregara en comodato, al Museo de Arte Moderno (MAM), las 38 obras de Remedios que había adquirido a lo largo de su vida y que después donó al pueblo de México. El acto de Gruen fue un homenaje inusitado al país que les dio cobijo, a ella y a él, en medio de la guerra.

Ese homenaje fue muy bello, sí, pero un regalo muy costoso. Hasta el momento ningún amigo pintor o crítico de artes plásticas me ha podido dar una idea aproximada del valor comercial de las obras que Gruen donó. Todos, sin embargo, me recuerdan que la obra que vendió la sobrina de Varo en Sotheby's alcanzó 500 mil dólares.

Seguramente eso disparó la ambición de Beatriz Varo Jiménez para tratar de adjudicarse las obras que Gruen compró y cedió en comodato.

Los abogados de la sobrina de la pintora están claros que si el fallo judicial los favorece en tercera intancia, podrán llegar con un camión de mudanzas para sacar la obra del Museo de Arte Moderno y rematarla, y no es un despropósito imaginarla en alguna casa subastadora.

Por fortuna Walter Gruen cuenta con cartas y documentos de los años 60 y 80 que acreditan que, en efecto, él adquirió de otros coleccionistas las 38 obras en litigio. El reportero Huemantzin Rodríguez dio cuenta de algunos de esos documentos en Ventana 22, donde pudo verse cómo varios de esos cuadros pasaron de coleccionista en coleccionista.

No es improbable que en materia judicial Gruen y el Instituto Nacional de Bellas Artes acudan a otros caminos para autentificar la propiedad de las obras en cuestión.

Si eso no ocurre se sentará un terrible precedente para los coleccionistas mexicanos que, quizá, preferirán vender las obras de artistas nacionales en el extranjero para vacunarse contra eventuales herederos ansiosos de enriquecerse. Ojalá no florezcan en el país, gracias a argumentos leguleyos, los juniors del arte.