México D.F. Martes 20 de enero de 2004
CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
Justicia ciega, sorda y corrupta
EN EL castillo de la impunidad, los jueces
son reyes.
LA IMPOTENCIA de la población frente a las
decisiones de los jueces, es más, la falta de fuerza de las leyes
ante las interpretaciones que de ellas hacen los miembros de las cortes,
hacen urgentes las reformas que frenen la impunidad con la que estos servidores
ejercen su función.
SON MUCHOS los ejemplos de los yerros cometidos
por los jueces, en todas las instancias, que pese a las pruebas contundentes
resultan contrarios a los hechos exhibidos y por ello lastiman la ya muy
dañada credibilidad de las personas en las decisiones de gobierno.
LA JUSTICIA es una de las asignaturas pendientes
que los gobernantes deben a un país como este, que con grandes recursos
naturales y una población decidida por el progreso se ha visto sometida,
por fallos perversos, a situaciones de clara injusticia.
INTOCABLES -EN la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos se establece que sólo se les podrá
destituir del cargo mediante un juicio político-, hay jueces que
se han apartado de cualquier código de ética para hacer de
su palabra un "principio" inamovible.
TODO QUEDA como entre familia. Las decisiones de
unos, por claramente erradas que sean, son avaladas por las siguientes
instancias superiores que las revisan y, de esa manera, quienes deberían
impartir justicia se convierten en una especie de hermandad terrible que
victimiza a quien mejor le place.
RESULTA EVIDENTE que el comportamiento de los jueces
marca a las sociedades en cuanto sus formas de convivencia. Por eso, de
una justicia corrupta no puede resultar más que una sociedad que
rige sus actos por las mismas vías. Esto podría estar sucediendo
en México desde hace buen tiempo.
POR ESO cuando se dice que la justicia es la primera
virtud de las instituciones sociales se entiende que es desde el quehacer
de quienes la imparten desde donde se puede dar seguridad y orden a la
sociedad.
NO IMPORTA que las leyes y las instituciones sean
eficientes -que no es el caso-, si son injustas, deben ser reformadas,
en el mejor de los casos, porque de lo contrario se convierten en un peligro
latente para la estabilidad del país en su conjunto.
AHORA NOS hemos topado con una jueza involucrada
sentimentalmente con el hombre a quien debería juzgar en un caso
de divorcio. Seguramente el asunto no es el primero, pero este rebasó
la calma y la sumisión y ha sido denunciado.
PARA MUCHOS será asunto de poca monta y
por ello, tal vez, nada más, se le carguen todas las culpas y los
efectos que la ley pueda imponer en el caso. Todo hace suponer que por
fin se tocará a un miembro de la hermandad, pero hay muchos más
pendientes en el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal que
no tienen respuesta.
MALHECHORES LIBERADOS, defraudadores del erario
cubiertos por decisiones controvertidas de los mismos jueces, ataques a
la economía de la población por fallos a todas luces injustos
y, en fin, muchas y muchas más demandas que quedan en silencio,
impotentes frente a la fuerza de los jueces, esa es parte de la historia
de la justicia no sólo en el Distrito Federal, donde se ubica el
reportaje que Jesús Aranda presentó el lunes pasado en la
contraportada de este diario, sino en todo el país.
ES HORA de empezar a revisar cómo poner
freno a la injusticia creada desde las instancias que deberían impedirla.
Tal vez sea este el momento de quitarle la venda de los ojos a esa justicia
que hoy es sorda, ciega y corrupta, antes que otras formas de lograr igualdad
en los derechos se imponga.
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