.. |
México D.F. Martes 20 de enero de 2004
Subsisten en condiciones inhumanas 260 millones
de personas en el mundo: FSM
Estrechos lazos entre globalización, discriminación
y nuevo imperialismo
Los sin nada, los intocables, los parias de los
parias y los Dalits, figuras centrales en Mumbai
LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO
Mumbai, 19 de enero. Mientras se eleva la fiebre
antiestadunidense en el mundo y crece la indignación por la arrogancia
imperial de su gobierno, los invisibles de muchas regiones del planeta
se hacen presentes como no lo habían hecho en un largo periodo de
la historia. Globalización, discriminación y nuevo imperialismo
están estrechamente vinculados, de acuerdo con muchas de las ponencias
presentadas el día de hoy en la cuarta edición del Foro Social
Mundial (FSM).
"No podemos hablar de globalización -dijo Diane
Matte, integrante del comité internacional del foro- sin hablar
de guerra, racismo y patriarcado, que son las herramientas de la opresión".
En el centro del escenario y los debates estuvieron hoy
los sin nada, los intocables, los parias de los parias, los Dalits.
Mal viven en condiciones más dramáticas que las de los sin
tierra, los sin papeles o los sin techo. Alrededor de
260 millones de personas en diversas regiones del mundo subsisten en condiciones
inhumanas por cuestiones de cultura, trabajo o descendencia. Unos 160 millones
se encuentran en India.
Los Dalits no tienen acceso a la tierra, son obligados
a trabajar en condiciones degradantes, sufren rutinariamente abusos, carecen
de derechos o el derecho a ejercerlos, son víctimas de la represión,
desamparados de la protección del Estado.
En
países del sur de Asia como Bangladesh, Sri Lanka y Pakistán,
los Dalits padecen formas de explotación y opresión similares
a las existentes en India. Los Burakumin de Japón, con una población
de más de 3 millones de habitantes, comunidades en países
de Africa como los Ozu en Nigeria, el pueblo Roma -muchos de cuyos integrantes
viven dispersos en distintas naciones europeas- han sufrido la exclusión
y la violación de sus derechos humanos, en ocasiones desde hace
siglos. Son víctimas del sistema de castas, el mismo que Octavio
Paz analizó y explicó con gran profundidad.
Blanca Chancoso, de la Confederación Nacional de
Organizaciones Indígenas de Ecuador; Durga Sob, promotora de la
lucha por los derechos humanos en Nepal; Martin Macwan, de la Campaña
Nacional por los Derechos Humanos de los Dalits en la India; Tagawa Masato,
representante de los Burakumin de Japón; Viktor Dike, profesor universitario
en Estados Unidos nacido en Nigeria, hablaron en la mesa "Discriminación
y opresión: por razones de raza y de casta" de la discriminación
racial como la suma de subordinación social con humillación
y de la dignidad como vía para superar la exclusión.
A pesar de la enorme adversidad contra la que tienen que
bregar, estos movimientos tienen tras de sí una historia de largo
aliento. Han sobrevivido a la tormenta y al escepticismo de muchos a quienes
representan. Los Ozu -explicó el profesor Dike- no creen que son
realmente humanos. A diferencia de las luchas económicas de los
sectores populares que tienen ciclos de vida corto, sus demandas de reconocimiento
y dignidad superan la prueba del tiempo. Han esperado tantos años
para expresarse que, cuando lo hacen, no están dispuestos a que
se consuman a la brevedad.
Los movimientos por la dignidad reivindican una nueva
inserción en los espacios públicos, a partir de la superación
de su condición de excluidos. Exige la igualdad por la vía
de su reconocimiento a la diferencia. Eso fue lo que hizo CK Janu, parte
de la tribu Adiya de India, analfabeta, que sin apoyo de partido alguno,
impulsó la lucha por el reconocimiento de su libre determinación
como pueblo. Es lo que, a decir de Makwan, los Dalits cuando reivindican
su propia jurisdicción y espacios de representación política
distintos a los establecidos.
Se trata de una lucha por la ciudadanía plena,
de una lucha por la dignidad y contra el racismo. Se trata de un proceso
de construcción de iguales, de rechazo a la exclusión. Involucra,
asimismo, la lucha por los derechos colectivos como vía para hacer
una realidad los derechos individuales. Pero implica, además, la
lucha por el reconocimiento a la diferencia. Esta supone aceptar el derecho
al ejercicio distinto de la autoridad y a constituirse como colectividad
con derechos propios. Reivindica un derecho de igualdad y un ejercicio
diferente de éste.
Es curioso cómo la lucha de los pueblos indígenas,
en palabras de Blanca Chancoso, coincide en tantos puntos con las reivindicaciones
de los Intocables. Concuerdan, incluso, en la convicción creciente,
otra vez de acuerdo con Makwan, de que instituciones como la ONU son cada
vez más irrelevantes.
La debilidad del imperio
Un hombre sentado en una silla muestra un rudimentario
cartel escrito a mano. Allí puede leerse: mi sufrimiento es menor
al de mis hermanos campesinos. Se ha cosido a las orejas, los párpados,
los cachetes y los labios un pendiente que consiste en un hilo que engarza
dos limones. Curiosa ironía. En India una riestra de los cítricos
con chile sirve para ahuyentar la mala suerte, nuestro equivalente de los
ajos.
A ese sufrimiento se refirió el profesor egipcio
Samir Amin, cuando en la conferencia sobre "Globalización, seguridad
económica y social", aseguró que el actual asalto a los campesinos
de los países con fuertes sociedades rurales ha arruinado una forma
de vida, provocando más hambre y miseria y ha asumido la forma de
un verdadero genocidio. Según el economista, lo central de la nueva
coyuntura mundial es que el capitalismo para sobrevivir debe ampliar su
capacidad de destrucción.
El imperialismo de nuestros tiempos tiene características
distintas al de otras épocas. De entrada porque el permanente conflicto
entre potencias por los mercados que lo caracterizó se ha transformado
en cooperación. Hay un imperialismo colectivo que expresa los intereses
de los grandes consorcios trasnacionales, que requieren administrar el
planeta como si fuera uno solo.
De acuerdo con Amin, la expansión bélica
debe comprenderse a partir del hecho de que la clase dominante de Estados
Unidos tiene una estrategia de control militar para someter a los mercados
a sus necesidades. Este control, sin embargo, no es muestra de fortaleza
sino de debilidad. Estados Unidos ha perdido su hegemonía. Un mundo
mejor, concluyó, sólo puede surgir de la derrota de ese plan
de control militar.
Walden Bello, director ejecutivo de Focus on the Global
South, comparte también la hipótesis sobre la debilidad
del imperio. Durante el foro ha señalado en distintos momentos que
para los miles de representantes de la sociedad civil reunidos en Mumbai,
Washington es el principal problema mundial. Pero hay una gran diferencia
respecto de lo que se vivía el año pasado. El Estados Unidos
que enfrentan hoy no es la misma superpotencia de ayer. La resistencia
iraquí, el colapso de la cuarta reunión ministerial de la
Organización Mundial del Comercio (OMC), la incapacidad para consolidar
un gobierno estable en Afganistán, el fracaso en los intentos por
estabilizar la cuestión palestina, el paradójico impulso
brindado al fundamentalismo islámico, el surgimiento de regímenes
críticos de Estados Unidos en Brasil y Venezuela, y el de una masiva
coalición trasnacional de la sociedad civil, son indicadores de
la enfermedad fatal de los imperios: la sobrextensión. Estas dificultades
hacen que la absoluta superioridad militar de la Casa Blanca cuente poco.
Ello no implica, sin embargo, que Estados Unidos no vaya a mantener su
superioridad económica durante las próximas dos décadas.
Sin embargo, asegura, su declinación es sostenida e inevitable.
En la misma mesa que Amin, el también economista
Prabhat Patnaik, maestro de la Universidad Behru en India, desmontó
cuatro tesis sobre la globalización que, desde su punto de vista,
están equivocadas. Estas son: a) la globalización reduce
la intervención del Estado en la economía; b) la globalización
permite generar la riqueza necesaria para combatir la pobreza; c) El libre
comercio es bueno pero no el libre movimiento de las transacciones financieras
y, d) Hay una globalización buena y una mala.
Según Patnaik, lo que la globalización hace
es cambiar una intervención estatal en la economía que regula
el capital y permite cierta redistribución de la riqueza por otra,
más directa, que beneficia a los grandes capitales trasnacionales
y les garantiza beneficios. La mundialización -afirmó- da
garantías de crecimiento a los grandes corporativos pero no redistribuye
la riqueza generada, sino que la concentra aún más. Puso
como ejemplo a India, donde a pesar que hay 40 millones de personas con
hambre crónica y enormes excendentes alimentarios almacenados en
bodegas estatales, el gobierno no promueve programas de creación
de empleos para no alterar las variables macroeconómicas. Según
él, no puede distinguirse entre libre comercio y libre tránsito
de capitales, sino que son parte de lo mismo. El libre comercio -explicó-
daña gravemente a los campesinos productores de alimentos, provoca
su expulsión de la tierra y el incremento de la pobreza. Finalmente,
detalló cómo la globalización ha provocado un cambio
en la correlación de fuerzas dentro de las naciones que favorecen
al capital trasnacional y erosionan las conquistas sociales.
Un enfoque distinto sobre la cuestión de la seguridad
y la globalización, pero no por ello menos crítico, fue el
proporcionado por el conferencista Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía,
quien de acuerdo con un sindicalista de las Comisiones Obreras de Málaga,
España, fue un asesor de Clinton que ahora " se ha pasao a este
lao", pero según un integrante del Mumbai Resistance, es
la prueba de que el FSM ha sido coptado por una corriente crítica
dentro del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional que quiere
humanizar la mundialización imperialista. El autor de Malestar
en la globalización realizó fuertes críticas al
BM y sus políticas, así como a la Ronda del Desarrollo. Según
él, muy pocos creen que el desarrollo por sí solo trae como
consecuencia el bienestar para todos. Su tesis es tan sencilla como contundente:
la mejor forma para crear un entorno de seguridad mundial estable y seguro
es crear empleo, pero los dogmas económicos en boga ponen el acento
en variables como el déficit presupuestario o el control de la inflación.
Y el desempleo, la inseguridad y la violencia se relacionan estrechamente.
Débil o no, viejo o nuevo, el imperialismo es,
para muchísimos asistentes al foro, el enemigo principal de la humanidad.
|