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México D.F. Domingo 18 de enero de 2004
LA FIESTA EN PAZ
Leonardo Páez
Lalo Cuevas, štorero!
ENTRE LOS ABSURDOS que rodean la existencia humana so-bresale el de la inoportunidad de algunas muertes en comparación con innecesarias sobrevivencias, de ma-nera que, mientras unos dejan este mundo tras una vida de afanes por la dignificación de su entorno, otros si-guen en circulación cuando hace mucho debieran estar bajo tierra, dado lo nefasto de sus acciones.
HAY TOREROS QUE lo fueron, lo son y lo se-guirán siendo de la montera a las zapatillas, con una dignidad, una vocación, un celo y una congruencia que ya quisieran no pocas de las llamadas figuras. A esa egregia minoría perteneció Eduardo Robredo Cuevas (DF, 11 de agosto de 1930-14 de enero de 2003), mejor conocido y respetado en el medio taurino como Lalo Cuevas.
EN PLENO DUELO manoletista, joselillista y por Carnicerito de México, a fines de aquel aciago 1947, cuando las ilusiones por ser torero se reforzaban o se extinguían, Lalo, impetuoso, se inició como novillero, triunfando en varias plazas de los estados hasta convertirse en el ídolo de la vecina plaza mexiquense de Vista Alegre, en Tlalnepantla, al grado de que cuando se anunciaba a Cuevas en el cartel no pocos aficionados preferían ir a este coso que a la monumental México.
Y COMO LA vocación auténtica no conoce el sentido práctico ni las especulaciones, el jueves 27 de enero de 1949, en la plaza de sus triunfos, un novillo de Ibarra infirió a Lalo un cornadón en el muslo derecho que seccionó la arteria fe-moral y la vena safena, a raíz del cual, a cambio de poder salvar la vida, hubo de perder la pierna.
IMAGINATIVO Y SENSIBLE, Cuevas remplazó entonces capotes y muletas por peines y tijeras, convirtiéndose en peluquero de señoras en su salón de la esquina de Edison y Ponciano Arriaga, precisamente frente a las oficinas que durante años tuvo la empresa de la Plaza México, encabezada entonces por el doctor Alfonso Gaona.
EN LOS AÑOS 50, Lalo, con una afición que no le cabía en el pecho y sin dejar su peluquería, decidió ha-cerse empresario taurino y montó varias no-villadas en la placita del Rancho del Charro que estuvo en avenida Ejército Nacional, te-niendo la satisfacción de dar varias vueltas al ruedo cuando el público lo ovacionaba por los exitosos resultados de la función.
EN 1968, EN memoria del combativo crítico y luchador taurino José Jiménez Latapí, Lalo Cuevas fundó la Peña Don Dificultades, cuyo lema rezaba "Por la dignificación del torerillo", y a fe que supo honrar tamaña frase, ofreciendo durante va-rios años novilladas en la plaza La Florecita, de Ciudad Satélite, no por el prurito de dar festejos sino con un olfato y una visión que le permitieron impulsar a varios jóvenes que con el tiempo serían importantes.
"LA LITURGIA SE hace astillas ante la vulgaridad del ambiente", escribió premonitorio Don Difi.
HOY, CON LA partida de personajes de la estatura de Lalo Cuevas, el deliberado de-sempeño errático de falsos promotores con respaldos millonarios, se hace más evidente. šAdiós, torero!
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