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México D.F. Domingo 18 de enero de 2004

Latinoamérica, ejemplo de que el neoliberalismo profundiza la injusticia: OIT

La globalización busca destruir los estados nacionales: altermundistas

El combate a esas políticas debe ser "recuperando" al Estado y creando un "contrapoder"

LUIS JAVIER GARRIDO ENVIADO

Mumbai, India, 17 de enero. El aspecto político del neoliberalismo, que fue poco abordado en las tres ediciones anteriores del Foro Social Mundial (FSM) en Porto Alegre, Brasil, emergió hoy en Mumbai como uno de los temas capitales de la crisis actual, que hay que abordar de manera urgente.

La cuestión relativa al impacto de las políticas neoliberales en las instituciones apareció hoy, en este segundo día de sesiones del FSM, como uno de los ejes articuladores de la reunión, que debe mantenerse y ampliarse en ediciones ulteriores.

La globalización, dijo Aijaz Ahmed, de India, presidente de ese panel, al abrir la sesión, "es también un proceso que nos habla de la constitución del poder imperial y del abandono de un principio que hoy a muchos parece obsoleto: el de la igualdad de los estados". El nuevo poder multinacional tiene entre sus objetivos acabar con los estados-nación que sustentaron el orden internacional en el pasado y nos sitúa ante una nueva realidad política.

La reflexión, por consiguiente, tiene que situarse, precisó el reconocido intelectual indio, en lo que están siendo las nuevas relaciones entre las empresas multinacionales y los estados nacionales. El papel "destructivo" del capital multinacional no ha sido analizado de manera suficiente, agregó, y ha sido central para culminar el proceso que se está desarrollando y que ha llevado a una situación que era inimaginable hace algunos años: los estados nacionales ya no tienen poder para regular el papel del capital ni para definir sus propias políticas.

Esta situación, añadió, es mucho más dramática en Asia que en otras latitudes, pues aquí la prioridad de las trasnacionales ha sido destruir a los antiguos estados benefactores, cuyo papel histórico fue construir nuevas formas de organización social, que constituyeron una barrera a las ambiciones desmedidas del capital. El capital financiero ha penetrado organizaciones sociales, sindicatos, medios de información y partidos políticos, y desde ahí busca destruir el anterior orden jurídico.

India, liberada del colonialismo muy tardíamente, que buscó una vía propia desde 1946 construyendo un nuevo Estado con mayores dificultades que otros países por sus múltiples contradicciones internas, ahora se halla inmersa en ese proceso regresivo, y esto ha sido posible por una circunstancia: la burguesía está incorporada de manera abierta en el nuevo proyecto. Concluyó: el desafío actual está, por consiguiente, en tener la capacidad de resistir desde ahí, en el interior de los propios estados, y evitar que se sigan transformando las políticas que tomó tantos años edificar.

En Mumbai ha estallado de nuevo la inconformidad. Un aspecto significativo de los cambios que se han producido al organizarse por vez primera el FMS en Asia es que se ha aceptado, a pesar de la oposición de muchos, discutir de manera más intensa que en Porto Alegre la vertiente política del neoliberalismo, reconociéndose que el proceso de globalización es también un proceso político, lo que impactará, sin duda, las agendas de los múltiples foros sociales regionales que hoy se organizan en el mundo.

Juan Somavia, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), sostuvo que el neoliberalismo es el nuevo fundamentalismo de nuestro tiempo, que no ha hecho otra cosa que lograr que la situación del mundo actual sea cada vez más injusta, como lo muestra el caso latinoamericano.

De 1980 a la fecha, afirmó con datos oficiales en la mano, en América Latina la economía informal ha crecido 50 por ciento, la seguridad social tiene una cobertura 30 por ciento menor y el poder adquisitivo del salario mínimo se ha desplomado 25 por ciento, inclusive 50 por ciento en muchos países. Y esto no ha sido accidental, subrayó, pues la OIT reconoce que el crecimiento de la informalidad, por ejemplo, es propiciado desde el poder político por una circunstancia: el consentimiento de las cúpulas empresariales que se han apoderado en nuestros países de los aparatos estatales. ¿Por qué, entonces, no puede haber una unión de los de abajo para enfrentar esta situación?, destacó. El movimiento social global va a emerger con gran fuerza, pero hay que crear nuevas condiciones.

Rumbo a un nuevo imperio

La dramática situación actual, subrayó Elizabeth Gautier, de Francia, ex profesora que ahora ha organizado los Espacios Marx en Francia -dedicados a la discusión de la nueva situación-, requiere mejores y mayores precisiones para determinar cuál es la forma en que ahora el capital está organizado para destruir a los estados y crear un nuevo tipo de imperio, que centraliza los poderes políticos en quienes tienen el poder económico. El neoliberalismo, afirmó de manera contundente, es ante todo un proyecto político que afecta a todos los pueblos del mundo. Los gobiernos europeos, reconoció, no sufren esa ofensiva, sino que la apoyan. Y es la propia Unión Europea la que lo está impulsando, acusó, como lo muestra el proyecto de nueva constitución, elaborada por las elites, pues el neoliberalismo es también una ideología al servicio de esa hegemonía. "Nos quieren hacer creer que la preminencia del mercado es natural".

Esta ideología, insistió, ha rebasado las fuerzas de la derecha y penetrado en sindicatos y partidos de izquierda. Los estados nacionales son minados desde dos vertientes: a partir del "mercado" y sus exigencias, pero también desde su interior. De ahí las exigencias cada vez mayores de los pueblos ante la complicidad de los partidos políticos, que no dejan de agravar la situación. La política no responde ya, por lo mismo, al bien común, sino a los intereses del mercado. La confrontación entre globalización y estados nacionales es en realidad entre el neoliberalismo y la gente. El neoliberalismo ha destruido la soberanía popular, que es fundamento de la democracia, y la emancipación no debe surgir, por tanto, de la creación de un "contrapoder", sino también de recuperar y transformar el poder de los estados. La lucha debe ser también para cambiar al Estado y sus instituciones.

En esto último coincidió el español Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la UNESCO, quien insistió además en que dirigentes sociales e intelectuales deben escuchar mejor la voz del pueblo. El poder, señaló, evocando sus años al frente del organismo internacional, está ya del "otro lado", en manos de las corporaciones multinacionales que son todopoderosas. De manera que casi todos los gobiernos están sometidos a esas "invisibles" condiciones del "libre mercado", concluyó, buscando matizar sus afirmaciones al expresar que debe pasarse de una "cultura de la fuerza" a una "de diálogo y paz".

El FSM de Mumbai es también una explosión de entusiasmo y alegría, expresada en la música y el canto. No pareció ser, por ello, coincidencia que cuando Aminata Traoré, de Mali, insistía en que la crisis no sólo ha cancelado las condiciones para el bienestar social, sino destruido los aparatos estatales, una enorme manifestación musical, compuesta por hombres en caballos de madera y mujeres con turbantes, entrara en el foro cuatro para cantar en defensa de los derechos de los niños.

En los años 60 y 70, continuó Aminata Traoré, se creía que otra Africa era posible, pero hoy los africanos no tienen otra alternativa que la emigración o la sumisión al nuevo modelo.

El "no" de Cancún abre, sin embargo, nuevas perspectivas, y hay que entender que la prioridad debe ser la gente. Ante la dictadura global hay que reconstruir la democracia, concluyó, porque "otra Africa es posible".

Mary Robinson, ex presidenta de Irlanda y ex alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, presentó la cuestión desde otro ángulo: hacer una defensa a ultranza de los derechos de los pueblos y de los individuos.

Para reformar la forma en que está gobernado el mundo hay que defender esos derechos, que aun cuando no llamó "sociales", son vitales para la humanidad: el derecho al agua o el derecho a la alimentación son tan trascendentales como los de libertad de expresión y a la religión. Evocando los pasados 50 años de tratados, pactos y convenios que han pretendido defenderlos, reconoció que la realidad es muy diferente. Dio un ejemplo contundente: 120 millones de niños no tienen derecho a la educación. En Cancún se vio no sólo la injusticia del sistema mundial, sino la injusticia de una reunión en la que sólo deciden las cúpulas del Fondo Monetario Internacional, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y del Banco Mundial. Por ello, para cambiar las cosas, hay que llamar a los gobiernos a la rendición de cuentas. Cuando La Jornada le planteó el caso de los municipios autónomos de Chiapas, creados por campesinos indígenas zapatistas, manifestó que para ella lo fundamental era la defensa de los derechos, y que esperaba que en Chiapas, como lo había visto en su pasada visita, la prioridad fuera esa: la defensa de los derechos humanos. "Yo firmé para ello", recordó, "un acuerdo con el presidente Fox".

¿Cuál puede ser el futuro de este debate?

Cuando Bas de Gaay Fortman, de los Países Bajos, y Medha Patkar, de India, insistían en que el aspecto político del neoliberalismo es vital -tema que están abordando en foros alternativos al oficial-, el viento ondeaba una manta, como las que hay colgadas por todas partes y en varias lenguas: "Another world is possible".

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