México D.F. Domingo 18 de enero de 2004
LA VIDA (BREVE) EN SAN LAZARO
José Agustín Ortiz Pinchetti
"Los héroes están fatigados"
EN CONTRASTE con el ambiente turbulento y rijoso que se vivió en la Cámara de Diputados en los últimos días de 2003, en los primeros de 2004 se percibe en San Lázaro un silencio ominoso. Me recuerda al tango "el músculo duerme y la ambición trabaja". La Cámara pasó del paroxismo a la inactividad. Los diputados tendremos que hacer un examen bastante crítico de nuestro desempeño.
EN EFECTO, los comentarios de los politólogos durante diciembre no pudieron ser más ácidos: "vamos a soportar durante los próximos tres años esta Cámara de inútiles, realmente fragmentada, que ha perdido la brújula". "Los partidos ahí representados funcionan por intereses mezquinos". "La Cámara de Diputados tiene una eficiencia apenas de 6 por ciento". "Muchas de las leyes aprobadas no son las que requiere el país". La barra mexicana se permitió demandar que no se politizara la reforma fiscal. Como si el proceso legislativo no fuera justamente eminentemente político.
SEGUN TODAS las encuestas, los diputados somos el grupo profesional de más baja reputación en el país. Claramente debajo de los políticos en general y de los policías en particular. Según una consulta de Mitofsky de octubre de 2003, 81 por ciento de los consultados piensa que 500 diputados son más de los que se necesitan y tres de cada cuatro ciudadanos son incapaces de mencionar el nombre de uno solo. Estoy seguro de que los conceptos han empeorado después del debate sobre la reforma fiscal.
ƑQUE TAN JUSTOS son estos veredictos? Cierto es que la producción legislativa fue reducida, pero hay que tomar en cuenta que se vivían apenas las primeras semanas del periodo y que se emplearon muchos días en la elección de los órganos de la Cámara y en arrancar el trabajo de comisiones. Hubo varias leyes importantes que se aprobaron por consenso y en todas las comisiones hubo avances que fructificarán en dictámenes en los dos próximos periodos.
POR LO QUE toca a la reforma fiscal propuesta por el Ejecutivo, la Cámara demostró su utilidad: el presidente Fox intentó hacer pasar un proyecto que imponía tributo de 10 por ciento al consumo de alimentos y bebidas. Se trataba de una reforma muy conservadora que no proponía ningún programa general para la recuperación del crecimiento económico. El nuevo impuesto era muy riesgoso por ser extremadamente impopular.
EL DIA QUE se votó, las encuestas reflejaban un rechazo de 93 por ciento. Imponer tributos a una población empobrecida por 20 años de recesión y concentración del ingreso era una provocación irresponsable. Incluso, los últimos presidentes conservadores del PRI no se habían atrevido a esta provocación.
EL PROYECTO FRACASO porque la mayoría en la Cámara respondió a la opinión y al interés popular. La representatividad democrática funcionó, aunque es cierto, como dice Jesús Silva Herzog Márquez, que no hubo capacidad para lograr consenso.
EN FECHA RECIENTE he criticado en forma acerba, y probablemente injusta, el comportamiento del secretario de Gobernación, Santiago Creel. Pero no me cabe duda de que el Presidente y su equipo se lanzaron a una aventura riesgosa y que perdieron la apuesta. Esto no es malo ni para la Cámara ni para el país.
NO INTENTO HACER una apología de la actual Cámara de Diputados, a la que también he criticado en mis colaboraciones recientes. La gente demuestra sabiduría al pedir que seamos menos, que los gastos suntuarios y el costo burocrático de la Cámara se reduzcan y que los legisladores demostremos que cumplimos con nuestra principal función, que es luchar por los intereses de los ciudadanos. El Congreso debe emprender una autorreforma, que es urgente, y autorizar la relección de los diputados, que es la única forma en que estos puedan rendir cuentas.
EN LO PERSONAL, puedo decirles que el debate parlamentario que vivimos en los últimos días de 2003 acredita la vitalidad de la Cámara. Fue áspero, emocionante, dotado de la incertidumbre que caracteriza a la democracia. Por supuesto que sería más cómodo que 12 expertos alrededor de una mesa decidieran los impuestos que debe pagar la población. Pero eso no sería novedad. Eso fue exactamente lo que sucedió en las largas décadas de la monarquía presidencialista. Cuando el poder se concentraba a ese grado no hubo decisiones inteligentes capaces de sacar a México del estancamiento. Las políticas económicas trazadas por los expertos han conducido a la postración y a la decadencia. Por lo menos ahora los asuntos públicos se debaten abierta y ferozmente. Jaop@prodigy,net.mx
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