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México D.F. Miércoles 14 de enero de 2004
TRASPIES EN MONTERREY
No
habrían podido ser más pertinentes y oportunas las aclaraciones
realizadas ayer por el titular del Ejecutivo federal, Vicente Fox, de que
no se considera "el lacayo de Bush", así como sobre su "pleno respeto
a la soberanía de los pueblos". Porque, tras los tropiezos diplomáticos
escenificados en los dos días pasados en Monterrey, en el marco
de la Cumbre Extraordinaria de las Américas, quedó la impresión
generalizada de que el mandatario mexicano se ha subordinado a Washington
en los empeños estadunidenses por violentar la soberanía
y el marco constitucional de Venezuela, en lo que constituye una actitud
injerencista inadmisible para la legalidad internacional y los principios
tradicionales de la diplomacia mexicana.
Tales precisiones no remedian, sin embargo, el episodio
bochornoso y ofensivo en el que la opinión pública nacional
hubo de conocer, por boca del presidente de Estados Unidos, la participación
de nuestra Secretaría de Relaciones Exteriores en una impugnada
y polémica supervisión del referéndum revocatorio
del mandato de Hugo Chávez que pretenden realizar los opositores
al gobierno de Caracas, ni despejan la percepción de que, ante la
crisis venezolana, la diplomacia mexicana ha sido puesta, a contrapelo
de sus tradiciones más nobles, al servicio de los intereses estadunidenses.
Si el gobierno de Fox realmente desea dejar asentadas
su independencia del Departamento de Estado estadunidense y su respeto
a las soberanías de las naciones hermanas, tendrá que retirarse
del operativo montado por la Organización de Estados Americanos
para "observar" el desarrollo del cuestionado referéndum, recomponer
las deterioradas relaciones bilaterales con Venezuela y evitar, en lo sucesivo,
colisiones declarativas como la que protagonizaron en Monterrey el propio
Fox, quien subrayó que entre él y Chávez existen diferencias
"constantes" de puntos de vista, y el subsecretario de Relaciones Exteriores
para América Latina, Miguel Hakim, quien aseguró que "no
hay ningún inconveniente, ningún conflicto entre los presidentes"
Fox y Chávez.
Sería inadmisible, en todo caso, que el actual
gobierno repitiera con Venezuela las torpezas y los desfiguros que protagonizó
en el pasado reciente en la relación con Cuba, episodio en el que
resultaron evidentes, por una parte, el empeño del foxismo por quedar
bien con Bush al precio que fuera y, por la otra, la indebida influencia
que los flujos y reflujos viscerales del entonces canciller, Jorge G. Castañeda,
tenían en la definición de las políticas de Estado.
Por lo demás, en los dos días de movilizaciones
de seguridad, encuentros protocolarios y un florecimiento declarativo de
desacuerdos y confrontaciones, seguidos por una declaración que
resulta una mera enumeración de buenos deseos, la cumbre de Monterrey
evidenció la frivolidad y la inutilidad de esa clase de encuentros.
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