POESIA PARA LLEVAR

Ricardo Yáñez

Estación

CALIDAD, PODRIAMOS DECIR, no es sino unidad conseguida con cantidades en relación. En relación armónica. De eso hablamos el matemático y pianista Carlos Vázquez y quien esto escribe en La estación de Lulio, café al que un tanto aún le queda de su origen librero. Algo pitagórico, algo platónico, en algún momento de la conversación menciona el misterio... Para entonces hemos pasado a imaginar cómo le hace el soneto, la forma soneto (algo similar es posible afirmar del haikú) para ser en efecto una forma maestra, en el sentido de que enseña a hacer y, sin mayor intención de jugar con las palabras, a ser. Da Carlos una explicación relativa a las 154 sílabas que constituyen la forma, explicación que por temor a desvirtuarla no he de repetir y, ante mi insistencia en que de cualquier manera hay algo más, manifiesta: ''Quizá eso ya no es para nosotros, en nuestras manos sería quizá material radiactivo".

ESO FUE EN la comida. Había, también allí, desayunado con una pareja de editores, José Antonio Castillo y Karla Sandomingo, pintor y poeta, quienes me entregaron una atractiva agenda con fotos de escritores cuando niños y textos relativos a la infancia -presunto paraíso y reducto entre que último y a la mano siempre de quien perdido ha todo contacto con la edad de oro. Evidentemente, el verdadero tema de la publicación es el tiempo.

GUILLERMO SAMPERIO, JORGE Esquinca, Laura Solórzano, Luis Armenta, Felipe Ponce, Denise Montiel, Cuitláhuac Quiroga, Arturo Suárez, Ramón Fernández-Larrea, Susana Sanromán, Jorge Zul, Guadalupe Morfín, Françoise Roy, Raúl Aceves, Guadalupe Angeles, Carmen y Juan Villoro, Dante Medina, Antonio Marts, Víctor Manuel Cárdenas, Carlos Vicente Castro, Dolores Dorantes, Agustín Labrada, y Minerva Margarita Villarreal son sólo algunos de los nombres enlistados en esta galería de infantes antes, probablemente, de saber que las palabras, en especial las escritas, serían su destino. Gocemos ideando que de cualquier manera lo sentían, lo presen-tían, lo, pues, sabían.

''CREO -ESCRIBE ACEVES- en el tiempo para siempre ido, donde aguarda el niño que fui, que soy, que volverá a ser". No muy lejos le anda Medina, quien recuerda su infancia ''con el enorme placer de lo bien perdido, que se queda". En muy otro tono Quiroga: ''Yo lo he visto/ y seguro está otra vez aquí/ mascando con parsimonia/ su silencio./ Dónde está el otro/ vuelvo a preguntar/ y mi padre sólo es un cadáver/ sólo su traje azul/ su nariz de judío/ sus dientes chuecos".

EN EL CAFE también encuentro (ah, olvidaba decir que estoy en Guadalajara) a Luis Fernando Ortega, quien con León Plascencia Ñol y una ayudadita de sus muchos amigos hace, y muy bien, Parque Nandino, revista auspiciada por la Secretaría de Cultura de Jalisco que en su segunda entrega (es monográfica) está dedicada a la escritura y de la cual pretendemos ocuparnos la próxima vez. Citemos mientras dos versos de Basil Bunting en Lo que el director le dijo a Tom: ''Me dan ganas de lavarme las manos cuando conozco a un poeta". Y el inicial: ''ƑPoesía? Es un pasatiempo".

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