México D.F. Sábado 20 de diciembre de 2003
EL EMPLEO, EN CRISIS
Las
declaraciones formuladas ayer por el Secretario de Hacienda, Francisco
Gil Díaz, de que en 2003 -con la creación de 175 mil empleos
"adicionales"- el mercado laboral "se viene recuperando fuerte", no guardan
relación con la realidad del país. Para ilustrarlo basta
citar el reporte que el Instituto Nacional de Estadística, Geografía
e Informática (INEGI) dio a conocer apenas este jueves: el desempleo
abierto se sitúo en noviembre pasado en 3.8 por ciento de la población
económicamente activa, la tasa más elevada en lo que va de
la administración de Vicente Fox.
Así, más de un millón 200 mil mexicanos
se encuentran actualmente sin empleo, cifra a la que hay que sumar la ingente
masa de personas que han tenido que recurrir al subempleo para sobrevivir,
con todos los problemas que esta actividad implica en términos sociales,
fiscales y humanos.
La palpable falta de oportunidades de empleo formal y
la continua destrucción de puestos de trabajo que se presentan en
México tienen aparejadas una serie de circunstancias que deben ser
tomadas en cuenta para delinear a cabalidad el difícil panorama
económico nacional. En frecuentes casos, los pocos empleos que se
crean en el país son precarios y mal pagados. Además, la
supuesta recuperación de la ocupación en la industria maquiladora,
mencionada por Gil Díaz, no es en sí misma un dato auspicioso,
pues son bien conocidas las deplorables condiciones laborales y salariales
que caracterizan a gran parte de esta clase de plazas de trabajo.
Así las cosas, las palabras del secretario de Hacienda
se encuentran fuera de lugar y ocultan el grave estado de indefensión
y penuria económica que agobia a millones de mexicanos: ciertamente
se han creado algunos empleos, pero no compensan -ni por su número
ni por su calidad- las pér- didas de puestos laborales registradas
en 2003.
Pero más allá de estas afirmaciones, es
claro que la economía nacional durante el gobierno foxista no sólo
no ha levantado cabeza, sino que ha tenido una involución en términos
de empleo. Las cifras del INEGI y su correlato, vinculado a la informalidad
y a la mala calidad de gran parte de las insuficientes plazas laborales
creadas en los recientes tres años, sitúan a la nación
apenas por encima de los niveles de 1995, cuando el país fue azo-
tado por la terrible crisis resultante del "error de diciembre".
Ni siquiera el reciente repunte de la economía
estadunidense, a la que México se encuentra fuertemente vinculado,
ha logrado a la fecha revitalizar el alicaído mercado laboral.
En términos humanos, esto significa que millones
de mexicanos permanecen en la desesperanza y que la informalidad -con su
carga de inseguridad, conflictos sociales y esterilidad fiscal- y la migración
a Estados Unidos -con sus riesgos y miserias- parecen ser las únicas
posibilidades de sobrevivencia para una parte significativa de la población.
Las políticas del foxismo no han sido capaces de revertir esta situación,
hecho que, junto con los desalentadores indicadores económicos del
país, refutan los planteamientos triunfalistas emitidos por el titular
de Hacienda y otros altos funcionarios gubernamentales.
En este contexto, es de esperar que los trabajos legislativos
en marcha en materia de ingresos y presupuesto, a la par que propicien
el desarrollo nacional, se adecuen de manera justa y solidaria a la realidad
económica del país y no afecten más -con la ampliación
de impuestos, aplicación de nuevos gravámenes, concesión
de privilegios al capital extranjero y mantenimiento del derroche y los
gastos suntuarios en la administración federal- el de por sí
mermado bolsillo de la ciudadanía.
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