México D.F. Sábado 20 de diciembre de 2003
Nueve civiles, los "rebeldes" abatidos por EU
en Samarra
Denuncian colonos abuso de soldados que combaten la resistencia
iraquí
Robert FISK Enviado especial
en Samarra, Irak /The Independent
Issam Naim Hamid, niño en edad escolar, es el más
reciente de los "insurgentes" hallados por Estados Unidos. En Samarra,
nombre que significa Pueblo de Fantasía, recibió un balazo
en la espalda cuando con su familia trataba de guarecerse en su hogar,
en el distrito Al Jeheriya del barrio de Abbasid, en la parte más
antigua de la ciudad. Eran las tres de la mañana, según Manal,
su madre, cuando los soldados de la cuarta división de infantería
llegaron a la casa y se pusieron a disparar por entre la reja. Una de las
balas atravesó la puerta, rompió una ventana, penetró
por la espalda del niño y salió para acabar incrustándose
en una pared. El padre de Issam recibió un balazo en el tobillo
y fue llevado en estado grave al hospital. Issam llora de dolor en la unidad
de urgencias; entre los gruesos vendajes sanguinolentos asoma el tubo por
el que lo alimentan directamente en el estómago.
Los estadunidenses aseguran haber matado a 54 "insurgentes"
después de una serie de emboscadas guerrilleras ocurridas el mes
pasado, pero los únicos cadáveres que hay en las morgues
pertenecen a nueve civiles, incluido un peregrino iraní que se dirigía
al templo chiíta de cúpula dorada que domina la vista de
Samarra. Hace cuatro días el ejército alardeó de haber
matado a otros 11 insurgentes, pero el único cadáver que
había era el de un vendedor de verduras. Los médicos del
hospital de Samarra sostienen que un taxista de nombre Amer Baghdadi también
murió por disparos estadunidenses el miércoles.
Está también el caso de Maloud Hussein,
granjero de 31 años, quien intentaba resguardar a sus cinco hijos
en un cuarto trasero de su casa, en un barrio pobre, cuando una bala se
coló por el portón exterior, atravesó una pared y
se alojó en su espalda. Su hijo Mustafá, con los ojos llenos
de lágrimas, estaba ayer junto a la cama de su padre; él
y sus cuatro hermanas, Bushra, Hoda, Issra y Hassa, resultaron ilesos.
La bala que entró al cuerpo de Maloud le salió por el pecho.
Los doctores acaban de extirparle el bazo.
El
rostro de su hermano Ahmed, de 41 años, adopta un rictus cuando
ve la agonía de Maloud, quien me hace un gesto con la mano antes
de caer inconsciente. Ahmed me cuenta que hay 23 balas incrustadas en la
casa, en el barrio de Al Muthanna.
Al igual que Issam Hamid, Maloud estuvo tirado y sangrando
durante horas hasta que llegaron a ayudarlo. La madre de Issam, Manal,
cuenta una historia terrible. "Los estadunidenses venían con un
intérprete iraquí, que nos dijo que no saliéramos
de la casa. Pero no tenemos teléfono y no podíamos llamar
una ambulancia. Mi esposo y mi hijo estaban sangrando. Pero el intérprete
nos dijo que no teníamos autorización para salir", relata.
Ahmed Hussein está junto a la cama de su hermano,
intentando contener su furia. "Ustedes dijeron que nos traerían
libertad y democracia; ¿qué se supone que debemos pensar
ahora?", me pregunta. "Los estadunidenses se llevaron a mi vecino delante
de su esposa y sus dos hijos, le ataron las manos a la espalda. Horas después
de esta humillación regresaron y le dijeron a su esposa que sacara
sus objetos de valor; luego pusieron explosivos en la casa y la volaron.
Es un granjero. Es inocente. ¿Qué hicimos para merecer esto?"
La ciudad de Samarra es el centro de la resistencia contra
la cuarta división de infantería estadunidense. Este viernes
las fuerzas de ocupación desplegaron en esta localidad toda una
compañía de soldados a bordo de 20 vehículos de combate
Bradley. Los uniformados admitieron ante mí que están volando
las puertas de las casas de todos los sospechosos de ser "terroristas".
Por ejemplo, Mohammed Saleh, de 36 años, propietario
de un taller mecánico, describió cómo los estadunidenses
colocaron explosivos en el portón de acero de su hogar mientras
él, su esposa y sus cuatro niños se ocultaban en la parte
trasera, y se escuchaban disparos en la calle. Encontró el cable
que conectaba los explosivos con el detonador detrás de su nuevo
automóvil Mazda, que fue destruido por los trozos del portón
de su casa. Hay docenas de casas en la misma calle, la explosión
destrozó todas sus rejas. Las puertas de las habitaciones interiores
fueron arrancadas de las bisagras y muestran huellas de botas en la pintura.
"Queríamos que los estadunidenses nos ayudaran",
comenta Saleh. "Esta era la zona sunita de Saddam, pero muchos de nosotros
no lo queríamos. Los estadunidenses están haciendo esto sólo
para humillarnos, para vengarse de los ataques de la resistencia."
En tres ocasiones hombres jóvenes me llevn a ver
sus hogares destruidos y me dicen que van a unirse a la mukawama,
la resistencia, después que la humillación y la vergüenza
visitó sus casas. "Somos gente de tribu, yo soy de la familia Al
Said", me dice uno de ellos. "Tengo título universitario y soy hombre
pacífico. ¿Porqué los estadunidenses atacan mi casa
y aterrorizan a mi esposa e hijos?"
El ejército estadunidense aún habla de su
batalla contra el "terrorismo" en Samarra, cuento que podría ser
más convincente si sus tropas no anduvieran por toda la ciudad acompañados
por hombres encapuchados y vestidos de civil, armados con rifles Kalashnikov.
La cuarta división de infantería afirma que estos hombres
-que también están apareciéndose con sus capuchas
en el centro de Bagdad- son miembros del Cuerpo de Defensa iraquí,
pero no hay forma de saber si es cierto. Los pistoleros encapuchados que
este viernes me exigieron mi identificación frente a las tropas
estadunidenses, en las afueras de Samarra, llevaban pantalones de mezclilla,
zapatos tenis, chamarras militares de combate y pasamontañas de
lana. En varias ocasiones se gritaron insultos unos a otros, como niños.
Así han llegado a Samarra la "liberación"
y la "democracia, y esta fantasía continúa". Apenas el jueves
pasado los estadunidenses anunciaron que la "investigación" (la
más rara de la historia reciente, hay que decir) en torno a la bomba
en un camión de carga que mató a 16 civiles inocentes la
mañana del miércoles reveló que se trató de
un accidente de tráfico".
Dijeron que el tanque de combustible que llevaba el camión
de carga explotó al chocar con un automóvil. Sin embargo,
el camión no transportaba tanque alguno; la explosión arrojó
trozos de metal a casi 180 metros del lugar y las tropas estadunidenses
encontraron parte de un mecanismo detonador: una granada que ellos me mostraron.
Así, en la tierra de los "insurgentes" inocentes"
y de los "accidentes de tráfico", continúa desenvolviéndose
la guerra. Sólo hay que evitar mencionar a los policías encapuchados.
O al niño Issam Hamid.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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