México D.F. Sábado 20 de diciembre de 2003
Luis Villoro
América profunda
Del 6 al 9 de diciembre se desplegaron, en el diálogo, los proyectos, las propuestas de representantes de muchos pueblos de nuestra América profunda. Vinieron de todas partes del continente, desde Canadá hasta Bolivia y Chile. Encontraron palabras comunes bajo la iniciativa y coordinación de Gustavo Esteva, de Oaxaca, y de Grimaldo Renjifo, aymara de Perú.
Sus anhelos podrán deletrearse en cuatro palabras.
Primera: comunidad. La realidad del mundo indígena se finca en el valor de la comunidad. La vida en común se despliega en el servicio recíproco y en el intercambio. No está regida por el afán de poder; no está dirigida a un lucro personal. "Para todos todo, nada para nosotros", podría ser su lema, siguiendo la voz del zapatismo. El ejercicio del poder trata de evitar las distintas formas de dominación del otro. Procura "mandar obedeciendo". Se expresa en el cuidado, como en el cultivo de la planta en la charca andina, en la conversación compartida, en el diálogo sin prisas.
Segunda: unión con la naturaleza. La tierra es la madre común (Pachamama). Todos los seres vivientes comunican entre sí; todos comunican también con nosotros. Podemos convivir con ellos; no podemos explotarlos, no podemos manipularlos ni vejarlos a nuestro arbitrio. Tenemos que dejarles ser. Tenemos que escuchar lo que tienen que decirnos.
Tercera: cooperación en el trabajo. El trabajo colectivo no puede estar bajo el signo de la servidumbre. La producción crea objetos de uso y de consumo, pero no puede estar dominada por el afán de poder ni por la necesidad del lucro. Sólo en la medida en que una sociedad esté ajena a toda forma de dominación y evada el lucro personal se acercará a una comunidad.
Cuarta: celebración de la fiesta. En las comunidades indígenas la fiesta no puede faltar. La fiesta es vínculo de convivencia. Es expresión de gozo, de alegría, en que todos participan. Ruptura del aislamiento del yo individual. Celebración de la vida. En la fiesta se expresa también un vínculo común con lo más alto, con lo sagrado. Porque lo más alto reside en el fondo del corazón, pero se expresa también en la alegría, en el amor compartido, en la aceptación de la vida.
Comunidad, unión con la naturaleza, cooperación en el trabajo, celebración de la fiesta, se deletrean con las cuatro palabras en que se expresa nuestra América profunda.
Ese es el mundo antagónico a todo lo que ha significado el Occidente moderno. Ese es el sueño de nuestra América profunda.
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