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México D.F. Sábado 20 de diciembre de 2003
DESFILADERO
Jaime Avilés
Faltan seis años para 2010
Fox intentó desempolvar el manual de Zedillo
Su imagen cayó a los peores niveles de aceptación
TODO IBA DE acuerdo con el manual de gobernabilidad mediática usado por el "gobierno" de Ernesto Zedillo en el sexenio anterior. La administración de Vicente Fox giró órdenes de aprehensión contra dos bien conocidos torturadores -Miguel Nazar Haro y Luis de la Barreda- al mismo tiempo que pujaba por sacar adelante el paquetazo fiscal. Era la misma fórmula que se aplicó en octubre de 1996, cuando los zapatistas anunciaron que una delegación del "más alto nivel", según se dijo entonces, viajaría desde la selva de Chiapas a la ciudad de México para inaugurar el Congreso Nacional Indígena (CNI). Zedillo se aterrorizó porque en aquellos momentos, asesorado por el vil Clinton, revendía en Alemania y otros países los papeles de la deuda que el hombre del no cash contrajo con Estados Unidos, a principios de 1995, después de los errores de diciembre.
Clinton estaba por relegirse y trataba a toda costa de quitar argumentos a quienes lo criticaban por haber prestado a Zedillo 50 mil millones de dólares a fin de contrarrestar el efecto tequila, que suscitó la devaluación del 19 de diciembre de 1994. En octubre de 1996, interesado por supuesto en revender aquellos pagarés y ayudar a quien lo ayudó, Zedillo necesitaba crear una atmósfera de estabilidad política irrevocable a los ojos de los financieros internacionales, y la probable visita de aquella delegación de indígenas rebeldes le descomponía todos sus planes. Por eso envió a los diputados y senadores de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) a entrevistarse directamente con Marcos en La Realidad y ofrecerle el oro y el moro con tal de que no viajara al Distrito Federal.
Marcos agarró la pelota al vuelo y se dedicó a estirar la liga para ver hasta dónde sacaba raja política del asunto, y los cocopos con astucia, bajo la batuta de Pablo Salazar Mendiguchía, crearon un proyecto de gran magnitud que, en pocas palabras, posibilitaba el reconocimiento de los acuerdos de San Andrés y con éste el fin de la guerra. Una vez que todo quedó fijado en términos aceptables para las partes, el subcomandante retiró su aparente pero falsa pretensión de darse una vuelta por la capital del país, aunque insistió en que la delegación del "más alto nivel" iría a inaugurar el CNI porque iría. Zedillo "autorizó" que asistieran al evento un máximo de tres comandantes zapatistas. Y cuando hubo obtenido el permiso del supremo "gobierno", Marcos sorprendió a la opinión pública al revelar que la delegación del "más alto nivel" estaría constituida nada más por la pequeña comandante Ramona.
No terminó ahí el sainete. El 12 de octubre de 1996, cuando Ramona entró en el salón de congresos del Instituto Mexicano del Seguro Social, aclamada por una multitud de simpatizantes que inundaba la avenida Cuauhtémoc, la Procuraduría General de la República (PGR) "descubrió" los supuestos huesos del desaparecido diputado Manuel Muñoz Rocha en el jardín de Raúl Salinas de Gortari. El "hallazgo", que a la postre resultaría una patraña, desvió la atención del país y redujo a sus mínimas consecuencias mediáticas el impacto de la visita de Ramona. Zedillo revendió la famosa deuda, Clinton usó la noticia para asegurar su relección y el pretendido acuerdo de paz que terminaría con la guerra en Chiapas no fue sino otra tomadura de pelo.
Ahora, por lo visto, aconsejado por su Rasputín de bolsillo (el no-tan-todopoderoso secretario Durazo), Fox quiso pero fue incapaz de reactualizar el método. En lo más álgido de la discusión sobre el paquetazo fiscal, una cascada de impuestos genocida que a su vez contenía el caballo de Troya de la Ley de Derechos -escondida mañosamente para entregar a las trasnacionales la tercera parte de los ingresos que corresponden a Pemex, y sólo a Pemex, por la extracción de gas natural-, la PGR ordenó la captura de quienes en los años 70 secuestraron, torturaron y desaparecieron al guerrillero regiomontano Jesús Piedra Ibarra.
Alguien les dio el pitazo
La dictadura de la violencia económica, la más perversa porque es legal aunque su capacidad destructiva sea infinitamente superior a la de los regímenes de facto, intentó legitimarse a sí misma. Somos tan pero tan democráticos que nos permitimos el lujo de perseguir, con la ley en la mano, a quienes cometieron uno de los muchísimos crímenes de la guerra sucia hace ya tres lejanas décadas. Esa era la aparente moraleja. A cambio, déjennos legalizar, claro está, a través del Congreso, el monstruoso exprimidor de naranjas que le chupará hasta la última gota de jugo al conjunto de la población. Para desgracia de Fox, de los dueños de los bancos y de los accionistas de las trasnacionales del petróleo, en esta ocasión el engaño no les sirvió de nada.
Nazar y De la Barreda, advertidos por el estruendo de la prensa, se dieron a la fuga. El primero se "ocultó" en Estados Unidos -donde se le "busca" por el delito de robo de autos, pero en realidad se le protege como pago por los servicios que prestó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés)- y el segundo "huyó" a Europa. Es más, ambos salieron del país antes que la noticia fuera divulgada por los medios; alguien, desde las entrañas de la PGR que tan bien conocen los "fugitivos", les dio el pitazo con toda oportunidad. Y la opinión pública, bien aleccionada por las enseñanzas del pasado reciente, no entornó los ojos hacia ellos ni se dispuso a presenciar el espectáculo de su improbable cacería. Fox no se legitimó con tal decisión y, todo lo contrario, su imagen -con una roca del tamaño del castillo de Chapultepec atada al cuello- se hundió en los más bajos niveles de aceptación popular.
Es lógico. Esto no era lo que esperaban de él las masas que lo eligieron para que sacara al PRI de Los Pinos, condujera la transición y realizara el anhelado cambio. Nada de esto ha sucedido. El PRI le cedió la residencia oficial del titular del Ejecutivo, pero antes, como el decrépito generalísimo español, dejó todo "atado y bien atado" para que la política económica, en todos sus aspectos, permaneciera idéntica a sí misma. Ahora está claro que mientras el país sacrifique la tercera parte de sus riquezas en el altar de los dueños de los bancos, no habrá cambio en ningún sentido. Es quizá por eso que a últimas fechas la gente de la calle comienza a repetir, con ganas de joder y también con velado espanto, una vieja idea que Serapio Bedoya, el olvidado tonto del pueblo de Tecamacharco, lanzó en alguna de sus colaboraciones, allá por la mitad de los 90, cuando tomando el ábaco y mirando el calendario y la historia se puso a contar cuántos años faltaban para 2010, por aquello de que en 1810 y luego en 1910...
Reforma fiscal para qué
Cuando Fox entregue la Presidencia de la República a quien lo suceda restarán sólo cuatro años y 30 días para que termine el ciclo. Los mexicanos seremos entonces tan pobres como lo éramos cuando nos lanzamos a la guerra de Miguel Hidalgo y a la rebelión de Francisco I. Madero, esas inolvidables gestas de las que nunca nos arrepentiremos porque desataron grandes cambios sociales que, sin embargo, nos llevaron de regreso al punto de partida -es decir, a un esquema de injusticia marcado por la más abusiva distribución de la riqueza que sea posible imaginar- tal como ha vuelto a ocurrirnos ahora. Preguntemos a los economistas y sin duda nos responderán que el número de pobres que había en 1810 y en 1910, proporcionalmente, es igual, si no es que inferior, al que existe ahora frente a la ínfima minoría que es propietaria de todo.
Lo que nos diferencia de aquellas dos épocas es que tanto los súbditos de la colonia española en estas tierras como los vasallos de la dictadura porfirista no contaban con Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad entre los bienes de la nación. Pero Fox está empeñado en que ambas empresas paraestatales pasen, a la mayor brevedad posible, a las manos de los consorcios extranjeros y lo dice con el más ingenuo descaro. "La propuesta de reforma fiscal que hemos enviado al Congreso tiene por objeto acelerar el cambio", ha repetido con insistencia en las últimas semanas. Y tiene toda la razón. Los despojos del antiguo Estado construido por la Constitución de 1917 aún funcionan gracias a los dividendos que le producen las industrias petroeléctricas. Pero sin elllas, el colapso sería inmediato.
Una parte significativa de la clase política -integrada por personajes tenebrosos como José Murat y Manuel Bartlett, entre otros- ha desarrollado la suficiente visión estratégica para comprender que sin esos pilares se vendría por tierra lo poco que aún queda de la estructura estatal. Pero no van más lejos. Nadie se ha tomado la molestia de señalar en público que si bien Pemex y la CFE deben seguir siendo propiedad del Estado, éste no volverá a ser económicamente viable mientras continúe pagando el tributo del Fobaproa a los dueños de los bancos. Fox dispone de mil elementos legales para reducir el monto de esa deuda a dimensiones racionales, pero es el primero que se opone a que se revisen los mecanismos fraudulentos que contribuyeron a agigantarla.
Faltan seis años y 11 días para 2010. Al "gobierno" de Fox le urge encontrar de algún modo 41 mil millones de pesos adicionales para pagar los vencimientos del Fobaproa que expiran a mediados de 2004. De allí el empeño en que su reforma fiscal esté concluida antes del 31 de diciembre. De allí también sus amenazas en el sentido de que si su propuesta es rechazada quienes sufrirán las consecuencias serán los pobres. Es decir, usted, yo y todos. Habrá nuevos recortes al gasto social pero entonces 2010 quedará aún más cerca. [email protected]
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