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México D.F. Miércoles 26 de noviembre de 2003
EL GOBIERNO, SIN PROPUESTAS CLARAS
En
el debate público de las semanas recientes ha ido evidenciándose
que el peor defecto de las propuestas fiscal y energética del gobierno
federal es la inexistencia. El grupo en el poder ha presentado iniciativas
que no son tales, sino borradores de base para lograr un consenso, según
han manifestado el propio presidente Vicente Fox y varios de sus colaboradores
de primer nivel. Ahora es claro que el Ejecutivo federal no ha sido capaz
de convertir en proyectos coherentes lo que resulta ser -en materia de
impuestos y en el ámbito de la energía eléctrica-
un mero manojo de intenciones impopulares e incluso antipopulares. Un ejemplo
extremo del descontrol y la confusión que imperan en el gobierno
lo dieron ayer los secretarios de Hacienda y Crédito Público,
Francisco Gil Díaz, y de Gobernación, Santiago Creel Miranda:
mientras el primero defendía las cambiantes ideas fiscales oficiales
en San Lázaro y sufría estoicamente las exigencias de los
legisladores de que hablara claro, el segundo declaraba que la propuesta
fiscal del Ejecutivo es retirable, corregible y, en suma, prescindible.
Si no hay claridad en las propuestas no puede haber una
estrategia para defenderlas y negociarlas ante las fuerzas políticas
y sociales. Y, en efecto, el gobierno de Fox carece de un plan perceptible
para atraer respaldos a sus nociones fiscales y energéticas y para
concitar consensos en la materia.
Esas impericias técnicas y políticas constituyen
el factor principal de las turbulencias cambiarias y bursátiles
coyunturales. A pesar del deplorable espectáculo de protagonismos,
oportunismos y cinismos brindado en estos días por las cabezas formales
del PRI, no son las diferencias internas en ese partido -aunque hayan trascendido
a la opinión pública en forma de baños de lodo-
las que podrían desestabilizar la economía, sino, en todo
caso, la torpeza oficial para presentar y negociar posibles puntos de acuerdo
ante las fuerzas políticas. Botón de muestra de esa ineptitud
es el cándido intento de las autoridades hacendarias por explotar
en provecho propio las diferencias facciosas en la cúpula del Revolucionario
Institucional.
El calendario legal y legislativo está a unas semanas
de agotarse y el Ejecutivo federal no ha logrado sino incrementar la confusión
de la opinión pública y la incertidumbre entre los inversionistas
sobre el sentido, el alcance y la viabilidad de sus pretendidas reformas.
No es correcto que ahora pretenda zafarse de esa responsabilidad adjudicándosela
al Legislativo o a las escaramuzas inter e intrapartidarias. El punto es
que el gobierno foxista no ha logrado, en tres años, presentar un
proyecto congruente de nación -del cual derivarían todas
las reformas que se quiera- ni ha sido capaz, en ese lapso, de mostrar
oficio político. Por el bien de todos, cabe esperar que se apresure.
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