México D.F. Miércoles 26 de noviembre de 2003
Javier Aranda Luna
Contra la industria de los crímenes perfectos
El crimen perfecto es el sueño de cualquier escritor de novelas policiacas y uno de los más elaborados signos de barbarie en cualquier sociedad. Cientos de mujeres asesinadas que fueron violadas, desmembradas y torturadas son prueba de la minuciosa perfección criminal que reina en Ciudad Juárez.
Más de 300 mujeres han sido asesinadas en 10 años según datos oficiales, aunque organizaciones independientes reportan más de 450. Nunca conoceremos la cifra exacta. Los creyentes seguramente la conocerán en el Valle de Josafat. Conocerán también los nombres que hicieron posible tal perfección delictiva, la nómina oscura de los empresarios de esa industria criminal.
Por eso no deben extrañarnos los pronunciamientos de organizaciones independientes y de la propia Comisión Nacional de los Derechos Humanos en el sentido de que distintas autoridades han tolerado ese estado de terror y han dado poca importancia a los delitos contra las mujeres. Ahora conocemos otro dato aterrador: en el lapso de 10 años, en Ciudad Juárez, se han reportado 4 mil 587 desapariciones de mujeres.
El inventario negro se multiplica porque la criminalidad no resuelta, dice la investigadora Socorro Tabuenca, de El Colegio de la Frontera Norte, se convierte en un poder, pues se anuncia que quienes hacen valer la ley no están interesados en aprehender a los criminales. La cultura de la impunidad genera siempre más violencia, es el primer paso para la industrialización del crimen.
ƑCómo es posible que hayan pasado tantos años y los asesinatos no cesan? ƑTanto poder político y económico tienen los criminales para amordazar la ley?
La designación de Guadalupe Morfín Otero como comisionada para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez es un hecho alentador. No sólo por la creación de esa instancia gubernamental, sino por la experiencia de Morfín Otero al frente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco. No dudó entonces, siempre dentro de los parámetros de la ley, de enfrentar a policías municipales, estatales, judiciales e inclusive a miembros del Ejército y al mismo procurador de Justicia de aquella entidad. Su fórmula fue relativamente sencilla: no dejar nada fuera de la ley, pues la justicia no se apodera sino de aquél a quien se descubre.
Pero Guadalupe Morfín tiene otro punto en su favor en la dura empresa que se le encomienda: es poeta y estudiosa de la literatura. Y eso no es asunto menor. Su trabajo público es prueba de que la cultura y el arte humanizan. Recuerdo que hace años el escritor Octavio Paz recomendaba a los políticos, para ser mejores, leer a los poetas clásicos y a los novelistas, asistir a exposiciones de arte, escuchar la música que sobrevive a los tiempos. Parece que en general la clase política no escuchó al poeta. Es una lástima que así ocurra.
Por eso celebro que Guadalupe Morfín sea una honrosa excepción a quien se encomienda el terrible caso de las mujeres asesinadas de Juárez: su cercanía a la literatura le permitirá conocer a fondo la condición humana de lo que ocurre en Chihuahua. Detrás de las estadísticas verá nombres y en éstos encontrará personas.
Al asumir su cargo, Morfín pidió el apoyo de todos: ''Voy a necesitar el concurso de todos para echar a andar este sistema de poleas''. Tiene razón. El engranaje de la industria criminal en Ciudad Juárez requiere de la participación de todos los sectores sociales. Cada mujer asesinada de Juárez es nuestra, cada desplante de impunidad nos afecta a cada uno.
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