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México D.F. Martes 25 de noviembre de 2003

Teresa del Conde/ I

Munal: Pinceles IV

El cuarto y último episodio de Los pinceles de la historia concluirá exhibición a principios del año próximo complementando el capítulo tercero La fabricación del estado del que ya me ocupé en esta sección hace algunas semanas. La curaduría que rubrica el ciclo se titula Arqueología del régimen y estuvo a cargo de Renato González Mello, quien intentó dar a una lectura que no puede ser más que contradictoria, como contradictoria fue la fabricación del régimen, un tono dialéctico y si se quiere inclusive un poco excéntrico, cosa que no conspira para nada contra la validez de la exposición.

Con buen equipo de investigadores bajo su dirección, se valió de cuantos elementos encontró, siempre y cuando aisladamente fueran capaces de dar cuenta de variados aspectos del periodo que transcurre entre 1910 con las celebraciones del centenario de la Independencia y 1955. Y me pregunto, Ƒpor qué 1955 y no 1968, por ejemplo?, tal vez porque se quiso señalar la emergencia del movimiento ferrocarrilero y su represión, pero aun así no es que haya que poner demasiada atención en las fechas, porque en realidad la exposición se prolonga hasta 1960, año en que el presidente Adolfo López Mateos encabezó una manifestación para celebrar la nacionalización de la industria eléctrica.

A ese presidente lo recordamos porque tuvo a bien prestar atención a la necesidad ineludible de que la capital de la República tuviera museos que reforzaran su perfil cultural. Durante su mandato se inauguraron, entre otros, el Museo Nacional de Antropología en su sede de Chapultepec y el de Arte Moderno. Aunque eso no se ilustra, en la exposición hay trabajos realizados por esos años, como el documental sobre Epopeyas de la Revolución, producido por Jesús Abitia ya avanzada la década de los 60.

Ninguna de estas exposiciones, todas organizadas bajo la denominación que las abarca, Los pinceles de la historia, fueron destinadas a seducir al espectador mediante finezas artísticas, aunque las hay sobre todo en el campo de la gráfica e inclusive, si buscamos bien, en el de la pintura. Se exhibe un cuadro de Francisco Eppens que tal vez sea la única pieza pictórica no consabida (es decir no conocida o no muy conocida) que guarda alto valor artístico entre las que se exhiben.

Diría que por momentos uno puede tener la impresión de que se recabaron obras horribles. Pero no son así las cosas: están destinadas en todos los casos a ilustrar visualmente hitos importantísimos de la historia de México. Puede entonces afirmarse que los curadores pesquisaron aquellas piezas que mejor se avenían con los guiones fabricados sin ningún sentido político. La exposición es muy crítica, pero no es ''socialista" como la que se exhibe en el Museo Carrillo Gil, ni sinarquista, anarquista, etcétera. Eso sí, es nacionalista y no podría ser de otro modo dado el periodo que cubre.

Por supuesto que no faltan las ''curiosidades estéticas" y algunas son notabilísimas, por ejemplo, destaca una jarra de barro modelado, decorado al pastillaje que conmemora el centenario de la Independencia. Es una pieza peculiarísima que cualquiera envidiaría. Hay también sorpresas, como los originales a tinta y lápiz de Francisco Eppens (1913-1990) que se hicieron para la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda. Conocemos a Eppens como muralista, pero quizá este aspecto de su labor, que es de primer nivel, no es muy conocido.

Lo que sorprende es lo cerca que se encontraba la codificación mexicana de aquella fascista que desde la tercera década del siglo inundó de carteles, volantes, murales, conjuntos escultóricos, etcétera, la Italia de Mussolini, y no sólo ese país. En alguna ocasión he hablado de la similitud que existe entre los manifiestos de Siqueiros y los de Mario Sironi (que fue un excelente pintor), pero nunca me había topado con trabajos tan similares a los italianos como muchos de los que ahora se exhiben, incluidos trabajos de la LEAR. Aunque no puede hablarse de comunidad de metas, tal vez aquella caduca noción del ''espíritu de los tiempos" aquí sí opere.

Conocí y traté a Francisco Eppens: era un hombre extraordinariamente probo, muy tranquilo, bastante culto, nada envidioso, un poco depresivo. Apreciaba profundamente a sus colegas muralistas, especialmente a González Camarena, de quien fue cercano amigo. Por cierto que los carteles de éste (no tanto las pinturas) se parecen bastante a los calendarios que realizó Jesús Helguera para Cigarrera La Moderna.

Si a este tipo de obras les adherimos stills de películas de los años 40, configuramos mentalmente la utopía del nacionalismo con mujeres del tipo de la estrella cinematográfica Esther Williams.

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