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México D.F. Martes 25 de noviembre de 2003
Luis Hernández Navarro
Privatización eléctrica y respuesta popular
En 1988, Rodolfo Terragno, ministro argentino, recibió
una llamada telefónica de George W. Bush para abogar por Enron.
El hijo del entonces vicepresidente de Estados Unidos le dijo que otorgar
a esa empresa el contrato para la construcción de un gasoducto de
Argentina a Chile "sería muy favorable para Argentina y sus relaciones
con Estados Unidos". Aunque el proyecto no procedió en un principio,
fue aprobado tan pronto como Carlos Menem tomó el poder.
Enron es la misma compañía que años
después apoyó la candidatura de Bush hijo a la presidencia,
fue a la quiebra por malos manejos contables, elaboró el proyecto
de privatización eléctrica para el gobierno de Vicente Fox,
se benefició con la concesión de agua potable en Cancún,
y participó -hasta su escandaloso colapso- en la generación
eléctrica en México.
La historia de Enron en Argentina es apenas una de las
centenares de historias turbias de la privatización del sector energético
en el mundo. Entre 1988 y 1993 cerca de 2 mil 700 empresas eléctricas
estatales en 95 países pasaron a manos privadas, de acuerdo con
un estudio del Departamento de Energía de Estados Unidos titulado
Privatization and the globalization of energy markets, publicado
en octubre de 1996.
La privatización y desregulación de los
mercados eléctricos no fue resultado de la iniciativa de los consumidores,
ni un reclamo ciudadano, ni efecto de la acción "espontánea"
del mercado, sino producto de la presión política de tres
fuerzas. Primero: los organismos financieros multilaterales, como el Banco
Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que condicionaron
préstamos a los países en vías de desarrollo a la
aprobación de reformas estructurales en el sector. Segundo: las
grandes empresas del sector, algunas públicas, como EFE; otras privadas,
como la española Endesa, "sedujeron" a los políticos y tomadores
de decisiones para que les transfirieran la gestión de los sistemas
eléctricos. Y tercero: fundaciones y think tanks conservadores,
como la Foundation Concorde en Francia, la Heritage y The Edison Electric
Institute, a menudo estrechamente ligados a las trasnacionales de la energía,
que elaboraron estudios sobre las supuestas ventajas de la privatización,
influyeron en los medios de comunicación masiva y financiaron campañas
políticas.
Las reformas han enfrentado fuertes resistencias en muchos
países y un profundo malestar de muchos usuarios una vez consumadas.
Se han producido levantamientos populares en su contra en Argentina, Ghana,
India e Indonesia. En Corea del Sur los electricistas efectuaron una huelga
de cinco semanas para rechazar la privatización. En Sudáfrica
miles de trabajadores emprendieron una huelga general de dos días,
objetando lo que consideraban una nueva forma de apartheid eléctrico.
En la República Dominicana varias personas fueron asesinadas por
las fuerzas del orden en disturbios callejeros contra las presiones de
las compañías eléctricas privadas. En Francia, país
con una de las empresas eléctricas estatales más competitivas
en el mercado mundial, más de 40 mil manifestantes tomaron
las calles para protestar contra una propuesta de reforma. En Perú,
Ecuador y Paraguay se efectuaron grandes movilizaciones de rechazo a las
reformas. (Véase: Power play, de Sharon Beder.)
El descontento ante las promesas incumplidas de las empresas
eléctricas privatizadas se ha casi generalizado a todo el mundo,
incluyendo Estados Unidos. Apagones, mal servicio, altas tarifas, incremento
de los accidentes de trabajo, despreocupación por las regulaciones
ambientales y el despido de obreros son males crónicos del sector
privatizado. Un artículo de The New York Times (6-08-2000)
señalaba: "El abasto de energía eléctrica está
cerca del colapso. Casi todos coinciden en que la desregulación
tiene buena parte de responsabilidad en la crisis". En varios países
el Estado ha tenido que volver a tomar el control de plantas y sistemas
en manos de particulares.
En lugar de competencia real entre compañías
han surgido nuevos monopolios. Según el Transnational Institute,
en 2005 la generación de electricidad en la Unión Europea
estará dominada por cinco o seis consorcios y, de acuerdo con el
investigador Walt Patterson, del Royal Institute of International Affaires
and Earthscan, es factible que en 2020 la mayoría de los sistemas
eléctricos en el mundo estén controlados por menos de 12
trasnacionales.
Los primeros anuncios sobre la pretensión de privatizar
el sector se remontan a noviembre de 1998, cuando el entonces secretario
de Energía, Luis Téllez, "advirtió" que a partir de
2002 la demanda de energía eléctrica excedería a la
oferta y se produciría una catástrofe. Sin embargo, desde
1998 el Banco Mundial "sugirió" al gobierno mexicano la necesidad
de reformar el sector. El 10 de junio de 1995 esta institución insistió
en la medida en los Mexico strategy papers y, tiempo después,
aprobó el Proyecto de Asistencia Técnica para la Privatización
de la Infraestructura (P-6590-ME) por 30 millones de dólares para
promover la restructuración del sistema eléctrico.
En México, como en el resto del mundo, la privatización
ha sido inducida por organismos multilaterales, empresas trasnacionales
y think tanks conservadores. Que nadie se llame a engaño
entonces si, como ha sucedido en otros países, estallan grandes
protestas contra la pretensión de hacer ganancias privadas con un
servicio público.
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