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México D.F. Martes 25 de noviembre de 2003
José Blanco
Mercado de profesionales
En todo momento la planeación de la educación
es la planeación del futuro de un país. En materia de educación
superior, la sociedad del conocimiento y la información,
la transición demográfica, las diferencias sustanciales entre
la demanda social por educación superior y la demanda del mercado
de profesionales, van volviendo crecientemente compleja la planeación
educativa.
Recientemente Enrique Hernández Laos ha publicado
en ANUIES el primer tomo de cuatro, de una detallada y escrupulosa investigación,
que tituló Mercado laboral de profesionistas en México,
referida a la década de los años noventa. Sin duda, la abundante
información expertamente procesada sobre mercados, campos de conocimiento,
carreras, entidades federativas, comparaciones internacionales y mucho
más, puede ser sumamente útil a la planeación, ya
que plantea con claridad retos extremadamente complejos para el futuro
de la educación superior.
Unas cuantas cifras, que en seguida refiero, provienen
de ese importante trabajo.
En los años 90 hubo una fuerte expansión
de la oferta de egresados de nivel superior. Pasaron de 148 mil 972 en
1991 a 267 mil 545 en 2000; los egresados del posgrado (parte de las cifras
anteriores) pasaron de 9 mil 885 a 28 mil 943 en el mismo periodo.
Un cambio importante en esa década fue la desconcentración
de la población escolar en licenciatura y posgrado. La mayor oferta
de egresados estuvo concentrada al inicio de la década en el Distrito
Federal, Jalisco y Nuevo León; pero estas entidades tuvieron un
crecimiento medio anual en la década de 5.7, 4.7 y 4.7 por ciento,
respectivamente, inferior al 6.7 promedio registrado en el país.
En 10 estados esa tasa de crecimiento superó 10 por ciento: Hidalgo,
Guerrero, Oaxaca, Tabasco, Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Puebla, Sonora
y Guanajuato, lo que contribuyó a aminorar las diferencias cuantitativas
regionales.
Otro rasgo altamente distintivo es la participación
de las mujeres. En 1970 era de 15.5 por ciento, en 1980 de 29.8, en 1990
de 40.3 y en 2000 llegó a 51.03 por ciento.
En el rubro en que prácticamente no se produjeron
cambios fue en la estructura de la oferta de egresados de 1991 y 2000.
Las 10 carreras con mayor concentración abarcaron en 200 al 67 por
ciento de la oferta; las 20 carreras con mayor concentración, más
de 80 por ciento, de un total de medio centenar de campos disciplinarios
en que se agruparon las casi mil 200 carreras existentes en el país.
Para evaluar la "calidad" de los empleos, el autor distingue
tres grupos de ocupaciones: el grupo 1 incluye ocupaciones típicas
de quienes son profesionales; el 2, incluye ocupaciones de carácter
comercial, técnico y operarios calificados, y el 3, ocupaciones
que pueden ser desarrolladas indistintamente por personas con y sin educación
profesional.
En términos agregados, durante los 90 la oferta
de profesionales fue de 1.9 millones de personas, mientras que la demanda
fue de 1.8 millones. Hubo un excedente de oferta de 135 mil personas (7
por ciento). El desajuste entre oferta y demanda no es muy acentuado en
el plano agregado. Pero cuando se toman en cuenta los grupos de ocupación
mencionados los números son inquietantes: 55 por ciento lograron
colocarse en ocupaciones propias de su profesión (grupo 1), el resto
encontró ocupación en los grupos 2 y 3. Dos conclusiones
resaltan: una, el número de egresados absorbidos en ocupaciones
profesionales fue en los años 90 sustancialmente menor que el número
total de egresados del sistema de educación superior, y dos, el
amplio excedente de oferta de profesionales desplazaron de las ocupaciones
de los grupos 2 y 3 a personas con menor nivel de educación formal.
Como se muestra en esta investigación, este fenómeno no es
privativo de México, ocurre en otros países del mundo.
Este fenómeno se origina en México en los
años 70, cuando se inicia una fuerte expansión de la demanda
social por educación superior, que no se corresponde con una mucho
menor demanda de profesionales en el mercado de los mismos.
Esto significa que para una proporción cercana
a la mitad de la oferta de profesionales, en los años 90, las percepciones
cayeron significativamente, dado que laboraban en ocupaciones que no requieren
el nivel de formación que recibieron en las aulas universitarias,
y que la dispersión de los ingresos en los profesionales aumentó.
Por otra parte, es claro que para los desplazados por los profesionales,
los ingresos cayeron aún más. Esta fue una vía más
del crecimiento de la desigualdad social en México.
En la presente década de inicio del milenio la
economía ha estado estancada, por lo que las cifras de absorción
en el mercado de profesionales y las remuneraciones correspondientes debieron
necesariamente empeorar.
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