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México D.F. Lunes 24 de noviembre de 2003

El retorno del subcomandante Pedro y otros secretos zapatistas

''Pero estamos empezando''

Hermann Bellingahusen

"Veinte años es muy poco. Falta...", termina el mayor Moisés en la entrevista incluida en el libro EZLN 20 y 10. El fuego y la palabra, de Gloria Muñoz Ramírez. El comandante Abraham, otro veterano de la organización zapatista, es aún más explícito: ''Son 20 años, pues; pero estamos empezando".

De qué pensar que vean así las cosas algunos de los más antiguos miembros de la organización indígena político-militar que hace diez años dijo "Ya basta" y resonó su campanazo la misma noche que el México de arriba debutaba en sociedad como "país del primer mundo". El salinismo iba en la cúspide de su éxito y su poder. Y caer de muy alto garantiza que el golpe contra el suelo sea más recio.

Con una magia mediática y social que ellos mismo no imaginaban y a la fecha todavía no se explican, los combatientes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional cambiaron las cosas de una vez y para siempre en el transcurso de una sola noche de Año Nuevo que se prolongaría en 12 días de guerra. Después un año de resistencia activa. Después un sexenio entero de traiciones y mentiras. Luego el fin del PRI-gobierno. Y así se han pasado diez años. Los de la guerra, la resistencia, la autonomía, la movilización nacional e intergaláctica, la instalación definitiva de los pueblos indígenas en el centro de las decisiones y la conciencia nacionales.

''Yo la verdad no pensé que íbamos a ver esto. Resulta que no nos morimos todos, y que aquí estamos, y que todavía falta más", dice el mayor Moisés. ''Ahora el pueblo de México es al que le toca decidir qué cosas se han logrado y sobre todo qué falta por hacer", agrega en declaraciones que permanecían inéditas.

El volumen de El fuego y la palabra, coeditado por la revista Rebeldía y La Jornada, es un libro doble, pues cuenta dos tramos de una historia. Los cuenta desde dentro. Y no obstante, todos sabemos que se trata de un libro inconcluso. Un punto y seguido, marcado por el azar del calendario gregoriano. Con la claridad y el envidiable orden mental que la caracterizan como reportera, Gloria Muñoz emprende el detallado recuento de la década transcurrida en las comunidades rebeldes de Chiapas y en sus ecos más sonoros.

No se trata de una cronología, aunque su orden lo sugiera, sino de una especie de bitácora memoriosa y documentada donde la autora nos cuenta una historia que conoce de primera mano y se sabe, sí, de memoria. De este modo nace el segundo libro dentro del libro, que en realidad es el primero: ese donde Gloria Muñoz recoge la voz de capitanes, mayores, tenientes, comandantes y compañeros que fundaron el EZLN, guardaron el secreto en el seno de las comunidades indígenas durante diez increíbles años, de 1983 a 1993, y hoy, otros 10 años más adelante, todavía se maravillan de vivir, y conservan intacto el ánimo. Entonces, la noche era su aliada. Hoy, también la luz del día.

El subcomandante Marcos cierra el volumen ante la grabadorita, en algún lugar de las montañas del sureste mexicano, como al principio. Y en menos de 40 páginas recorre al vuelo la historia de estos 10 años que él mismo ha escrito, y vivido, en una prolongada sucesión de juegos de espejo que han cambiado el mapa mental y físico de la izquierda mexicana.

Todas las voces en el libro concuerdan que es momento de develar algunos secretos más. Guardan tantos todavía. Hoy hablan, con calidez, de uno de sus secretos más caros: la existencia del subcomandante Pedro, esa leyenda viva en tantas comunidades tojolabales y tzeltales donde anduvo. Un secreto triste e inspirador que también se mantiene activo en el recuerdo de los combatientes del EZLN. Ese hombre alto y bromista, que las mujeres de La Realidad y Guadalupe Tepeyac no pueden mencionar sin vencerse a las lágrimas. Los niños que jugaron futbol con él o aprendieron ajedrez (y todavía lo practican), hoy son adultos, padres y madres de familia, o insurgentes.

El sub Pedro cayó el primero de enero de 1994 en la toma de Las Margaritas, abatido por los policías que custodiaban el palacio municipal y que de todos modos fue tomado por los insurrectos. Maestro y mando del mayor Moisés, maestro y hermano del subcomandante Marcos, fue en importante medida constructor del ejército indígena más importante del siglo XX lationoamericano, después del ejército del sur de Emiliano Zapata, y de ese portento de organización civil que han sido y siguen siendo las comunidades rebeldes de la selva Lacandona, la zona norte, Los Altos y la Frontera de Chiapas.

20 y 10. El fuego y la palabra nos cuenta lo que hemos aprendido desde 1994, lo que hemos olvidado, y también algunas cosas que no sabíamos. En este libro tenemos el privilegio de seguir el curso de la historia desde el mirador de los propios pueblos protagonistas, y con la voz de sus comabatientes en cercana compañía.

Acostumbrados a leer los comunicados del CCRI-CG del EZLN y la diversidad de escritos de Marcos, y a seguir las noticias, las denuncias, las protestas y las iniciativas, quizá olvidamos que los pueblos nuevos y viejos, y su construcción de municipios autónomos, y las tropas insurgentes que esperan y vigilan desde las montañas, son una y la misma cosa. Y que así como las comunidades han ido de batalla en batalla, los insurgentes han seguido ahí, calladas sus armas, pero aún empuñadas. De batalla en batalla, vigilantes.

Hoy los aires son de celebración y fiesta. Eso no quita que los festejados, aún festejando, sigan minuto a minuto sitiados y amenazados por un abrumador dispositivo militar del gobierno federal. Que sus demandas, hoy nacionales, sigan incumplidas. Que los días de la resistencia sean más largos que los días normales. Que sus 10 años sean mucho más que 10 años normales. Más intensos. Más interesantes. Los indígenas de todo el país, en distintas lenguas y diversos acentos, han hecho suya la lucha zapatista.

La sociedad mexicana mayoritaria, miope y disimulada, ya jamás podrá cerrar los ojos ante la realidad de los pueblos indios, ni a la riqueza artística, política y cultural que aportan a la vida nacional. Ni a su vida comunitaria, que es su obra maestra.

El mayor Moisés dice del sub Pedro: "hizo todo lo que tuvo que hacer". Aquí revela una concepción de la muerte que, bien mirada, es una concepción de la vida. La lucha dura mientras dura. No es larga, ni es corta. Es lo que tiene que ser. Estos zapatistas de Chiapas, que cuando andaban en las vísperas del 31 de diciembre sabían que en pocos días podrían morir, en su mayor parte siguen allí, y han crecido en los diversos sentidos del término. Por eso la costumbre de celebrar con bailes. Así han festejado sus sobrevivencias sucesivas todos estos años.

No imagino mayor reconocimiento de un revolucionario a otro que poder afirmar: ''hizo todo lo que tuvo que hacer". Con este espíritu, la totalidad del libro 20 y 10. El fuego y la palabra representa un homenaje al pequeño gran ejército de pueblos.

La aparición del EZLN fue lo que sencillamente llamaríamos un parteaguas, que no se cierra y se sigue inventando. Sobre las huellas de tal marcha, Gloria Muñoz nos recupera los días y los años que conmovieron al mundo. Al recapitular y documentar esta historia en progreso, el libro es ya lectura indispensable del presente. Y del futuro, cuando la historia de la rebelión zapatista, aunque seguirá inconclusa, haya llegado todavía más lejos.

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