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México D.F. Domingo 23 de noviembre de 2003
IRAK: LA GUERRA CONTINUA
La
guerra en Irak continúa y, día con día, el saldo de
muertos, heridos y destrucción material se incrementa, tanto entre
las filas de las fuerzas de ocupación como entre los propios iraquíes.
A más de siete meses de terminada la campaña de invasión,
la paz en Irak está todavía distante y las acciones de resistencia
de las guerrillas tienen en jaque, por igual, a los ejércitos de
Washington y sus aliados, a las autoridades impuestas por los ocupantes
y a las propias instituciones internacionales que operan en el país
árabe, como es el caso de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU).
Ahora, cuando el conteo de muertos entre los soldados
estadunidenses durante la llamada "posguerra" supera significativamente
las bajas durante la ofensiva militar de marzo y abril, es evidente que
la Casa Blanca, más allá de los discursos de Bush, no ha
sido capaz de lograr la pacificación y la estabilidad de Irak, país
que se encuentra hoy en una situación económica, política,
social y humana mucho peor que antes de la ocupación.
En las recientes horas, la resistencia de ese país
árabe lanzó dos nuevos ataques, esta vez contra comisarías
de la policía iraquí, con saldo de al menos 18 muertos. Los
objetivos han sido múltiples y prácticamente toda fuerza
o entidad percibida como participante en la ocupación de Irak ha
sido golpeada: los ejércitos estadunidense y británico, las
unidades y el personal de apoyo enviados por otros países, como
España e Italia, los iraquíes acusados de colaboracionismo
y hasta la propia ONU han sido blanco de violentos atentados.
No se trata sólo de actos desesperados o aislados
emprendidos por unos pocos milicianos: las acciones de la resistencia son
cada vez más amplias y complejas, como ejemplifica el reciente ataque
con misiles tipo SAM contra un avión civil Airbus, fletado por la
compañía de mensajería alemana DHL, que hacía
el servicio entre Bagdad y Bahrein.
Ante esta grave situación, el gobierno de George
W. Bush mantiene una posición intransigente y obsesiva que constituye
una clara amenaza para el orbe. Aunque existen cada vez más indicios
de que Washington comienza a desesperar de su incapacidad para manejar
la situación de Irak y se plantea ya un eventual retiro anticipado
de sus tropas, sobre todo antes de las elecciones presidenciales de 2004,
en las que Bush se juega su relección, lo cierto es que la Casa
Blanca y sus personeros en Londres, Roma o Madrid siguen empecinados en
su empeño contra el pueblo iraquí y contra la paz del mundo.
En esa campaña de mentiras, que comenzó con la mención
de los inexistentes arsenales de destrucción masiva de Saddam Hussein,
Washington ha evitado dar la cara inclusive ante sus propios ciudadanos.
Así, se ha procurado -con la colaboración sumisa de buena
parte de los medios de comunicación de Estados Unidos- no mostrar
el arribo de los cuerpos de los militares de ese país muertos durante
los ataques de la resistencia, y se mantiene un discurso que afirma falsamente
que las fuerzas de ocupación mantienen el control pleno de Irak
con colaboración y aquiescencia mayoritaria de los iraquíes.
En Irak existe una situación de guerra abierta
y, no debe olvidarse, es el pueblo de esa lastimada nación quien
la sufre de manera más descarnada, injusta y violenta. Pero sólo
con el retiro inmediato de las fuerzas invasoras y la restitución
del gobierno y el patrimonio de Irak a sus habitantes podrá darse
paso a una paz verdadera, a la restauración del tejido social de
ese país y a la necesaria vigencia del derecho internacional, severamente
agraviado por Washington y sus aliados.
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