.. |
México D.F. Domingo 23 de noviembre de 2003
José Antonio Rojas Nieto
A confesión de parte, relevo de pruebas
Será difícil olvidar el profundo menosprecio y la descalificación que mostrara hacia los administradores de las empresas estatales de energía el secretario del ramo, Felipe Calderón Hinojosa, en su reciente comparecencia ante la Comisión de Energía del Senado de la República. No es fácil demostrar que vean con menos cuidado su responsabilidad pública -como lo aseguró nuestro secretario de marras- por el simple hecho de que los perjuicios o los beneficios no los sienten en bolsa propia. šQué triste antropología parece subyacer en esta lamentable afirmación, al considerar que sólo se cuida lo que afecta a los propios bolsillos!
ƑQué habrán pensado y sentido los no menos de 10 altos funcionarios de nuestras nobles paraestatales presentes en el Senado al escuchar este discurso del titular del ramo? šQué atrevimiento! Y no es que no se deban ejercer la crítica y la supervisión rigurosas del manejo de las empresas que se ha dado la nación para administrar sus recursos naturales y sus áreas estratégicas. No, desde luego que no. šComo en ninguna, debiera hacerse! Pero el punto de partida de toda supervisión rigurosa debiera ser -así lo deja sentir la misma Constitución en su artículo 28- la confianza no sólo en la solvencia moral y ética de nuestros administradores públicos, sino la profunda persuasión de su responsabilidad política y -šqué duda cabe!- el amor a la nación.
ƑQué nos obligan a pensar del ejercicio de dirección de una de las carteras gubernamentales más delicadas de México, en la que, sin duda, no se administran recursos propios, sino de la nación? ƑQué nos conducen a sentir sobre las decisiones que no afectan el propio bolsillo, pero sí el de una población en la que de 40 millones de ocupados, con 70 por ciento que trabaja más de 35 horas, solamente 37 por ciento tiene prestaciones laborales y 86 por ciento percibe menos de cinco salarios mínimos que, a su vez, apenas equivalen a poco más de un salario mínimo de 1978?
Además -permítaseme comentarles- los indicadores operativos y financieros de los pasados 10 años de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) muestran lo contrario. De la más reciente información pública de CFE y del Anexo estadístico (II: Crecimiento con Calidad) del pasado Informe presidencial pueden extraerse indicadores básicos capaces de asegurar que, pese a problemas, desviaciones y vicios, en lo fundamental es posible rescatar la gestión de nuestra paraestatal eléctrica. Van tres de muestra, precisamente para el periodo 1991-2002: 1) a pesar de que el precio internacional (desde 1991 CFE recibe combustibles a precio internacional) del crudo y del gas natural ha crecido en poco más de dos y casi cuatro veces, respectivamente, en el periodo el costo por concepto de energéticos y fuerza comparada en CFE apenas creció poco más del doble.
Además, pese a ese aumento en el costo de los insumos fundamentales de la industria, el costo unitario por kilovatio-hora vendido sólo creció 60 por ciento. Y esto a pesar de que por falta de inversión en mantenimiento, la disponibilidad promedio en centrales termoeléctricas base bajó de 85.98 por ciento en 1994 a 78.68 por ciento en 2002, como se indica en la página 421 del Anexo presidencial citado; 2) de 1995 al año 2002 el aprovechamiento (ese impuesto que se paga por la utilización de los activos propiedad de la nación) creció cerca de dos y media veces (143 por ciento), a pesar de que el valor de los activos apenas creció 37 por ciento, según se indica en los diversos reportes de explotación de CFE y en las páginas 272 y 280 del mismo Anexo presidencial; 3) finalmente, el análisis cuidadoso de cuatro indicadores financieros (resultado neto entre ingresos por ventas, costo de lo vendido entre ingresos por ventas, costo de operación entre ingresos por ventas y costo total entre ingresos por ventas) demuestra que se ha operado dentro de estándares aceptables.
Este juicio se desprende de lo señalado en la página 272 del mismo Anexo y con base en información de la Cuenta de la hacienda pública federal, donde se asegura que por estos indicadores y por los de eficiencia y liquidez, rentabilidad y rotación, y por su estructura financiera, CFE es una empresa cuyos indicadores fundamentales permiten pensar en todo menos en debilitarla y cercenarle artificialmente sus ventajas de generación y de grandes clientes.
Sin duda se podría argumentar que existen varias circunstancias (pasivos laborales, crecimiento de los subsidios, expansión de deuda contingente, entre otras) que obligan a un cambio como el que el gobierno pretende. Y se completaría el argumento diciendo -como mentirosamente se ha asegurado recientemente- que los precios internos de electricidad superan en dos o tres veces a los precios internacionales equivalentes. Se trata de dos puntos cruciales que merecen una reflexión aparte y un tratamiento cuidadoso.
Es cierto que sólo un manejo cuidadoso de los números de la industria eléctrica permitirá abrir una discusión más refinada y profunda sobre su viabilidad. Pero también es cierto que para ello es necesaria una actitud de respeto, no sólo para quienes administran las empresas públicas, sino para todos aquellos que elaboran propuestas a discusión, las que también merecen respeto y no ridiculización, descalificación y menosprecio, por lo demás sustentados en su tergiversación. E, incluso, merecen respeto para aquellos cuya sensibilidad más profunda los lleva a oponerse, a ser contra, de la propuesta gubernamental, y defienden la empresa pública. Pero para ello sí hace falta algo más que el interés en el propio bolsillo. šDe veras! [email protected]
|