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México D.F. Domingo 23 de noviembre de 2003
Gustavo Iruegas /II
Las rejas de Chapultepec
Como una gran letra capitular que inaugura, desde los
salones del Castillo de Chapultepec, un nuevo capítulo de la historia,
la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Paz y de la Guerra,
anunció en 1945 los preparativos que se hacían en América
para las décadas de la guerra fría. El continente
americano, que dio por llamarse a sí mismo "hemisferio occidental",
aplicó sistemáticamente por medio siglo el binomio anticomunista
"seguridad hemisférica y seguridad nacional" en la protección
del continente. Finalmente, la Unión Soviética se derrumbó,
pero su colapso no significó el inicio automático del siguiente
ciclo de la historia. Hubo en realidad una especie de dramático
"entremés" en el que los dos grandes componentes del paraíso
llamado Occidente -Europa y Estados Unidos- buscaron una razón de
ser para la alianza atlántica que permitiera su continuidad antes
de tener que dirimir la cuestión de poder a poder, como eventualmente
terminarán haciendo. Occidente encontró que, imponiendo doctrinas
y extrayendo riquezas del resto del mundo, podría darse el tiempo
necesario para que se refuerce su carácter de aliados antes de que
surja el de competidores y finalmente el de adversarios.
Al contrario del precedente de Chapultepec, la Organización
de Estados Americanos (OEA) celebró en México, a finales
de octubre, la Conferencia Especial sobre Seguridad (CES), casi a hurtadillas
y en voz baja, pero también en el momento en que el mundo inicia
un nuevo capítulo de su atribulada historia.
De manera contraria a lo que sucede con las múltiples,
repetitivas, anodinas y altamente promocionadas reuniones en la Cumbre
de las Américas, del Grupo de Río y de la comunidad iberoamericana,
la Conferencia Especial de Seguridad trasciende con mucho la minimizada
difusión de su realización y de sus resultados.
En realidad la celebración de la CES fue prácticamente
una ceremonia para dar vigencia a un documento largamente negociado: la
Declaración sobre Seguridad en las Américas. Cargado de atavismos
y de temores en su lenguaje, el documento está lejos de ser perfecto,
pero en la sustancia incluye avances importantes. La declaración
contiene 52 párrafos, de los cuales cuatro son verdaderamente sustantivos.
En el primero se afirma "que la seguridad en el hemisferio tiene como fundamento
el respeto a los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas
y en la Carta de la Organización de los Estados Americanos", asunto
no menor si se toma en cuenta el nulo valor que Estados Unidos otorga a
esos instrumentos en la actualidad.
Los párrafos dos y tres están dedicados
a explicar que la "nueva concepción de la seguridad en el hemisferio
es de alcance multidimensional, incluye las amenazas tradicionales y las
nuevas amenazas, preocupaciones y otros desafíos a la seguridad
de los estados del hemisferio, incorpora las prioridades de cada Estado,
contribuye a la consolidación de la paz, al desarrollo integral
y a la justicia social, y se basa en valores democráticos, el respeto,
la promoción y defensa de los derechos humanos, la solidaridad,
la cooperación y el respeto a la soberanía nacional" y que
"la paz es un valor y un principio en sí mismo y se basa en la democracia,
la justicia, el respeto a los derechos humanos, la solidaridad, la seguridad
y el respeto al derecho internacional".
En el número cuatro se afirma que la cooperación
en materia seguridad se fundamenta en valores compartidos y enfoques comunes
reconocidos en el ámbito hemisférico, mismos que aparecen
en todo un abecedario de 27 incisos (de la a a la z): cada Estado tiene
el derecho soberano de identificar sus propias prioridades nacionales de
seguridad y definir las estrategias, planes y acciones para hacerles frente;
la democracia representativa y el respeto a los derechos humanos y las
libertades fundamentales son condición indispensable para la estabilidad,
la paz y el desarrollo; respeto del estado de derecho; seguridad humana,
educación para la paz y cultura democrática; género;
arquitectura de seguridad flexible; nuevas amenazas; integración;
cooperación; prevención de conflictos (no confundir con la
abusiva guerra preventiva); situaciones de conflicto interno; integridad
territorial, soberanía e independencia política; solución
pacífica de controversias y medidas de confianza; limitación
de armamentos; la promoción de la paz y estabilidad internacionales,
y el fortalecimiento del multilateralismo.
Aunque la Declaración sobre Seguridad de las Américas
recoge las principales preocupaciones de México al respecto, fue
el discurso del delegado mexicano el documento que señala de manera
inequívoca cuál es la visión de México en cuanto
a la seguridad regional. Vale la pena transcribir algunos párrafos
extraídos de su texto:
"Nuestro país favorece una concepción multidimencional
y amplia de la seguridad, que vaya más allá del enfoque tradicional
y reconozca las nuevas dimensiones de la seguridad. Apoyamos un concepto
en que cada uno de nosotros defina soberanamente sus estrategias, planes
y acciones para hacer frente a las amenazas a su seguridad, en un marco
de pleno respeto a los derechos humanos, al derecho internacional y a las
cartas de las Naciones Unidas y de la OEA.
"México ha identificado como tareas prioritarias
(para su seguridad) el combate a la pobreza extrema y a la exclusión
social, la lucha frontal contra fenómenos de carácter trasnacional,
como la delincuencia organizada, el problema mundial de las drogas, el
tráfico ilícito de armas, el lavado de activos y la
corrupción, así como la prevención y mitigación
de los desastres naturales y de origen humano y la preservación
del medio ambiente, entre otros.
"Del mismo modo, reafirmamos nuestra voluntad de cooperar
en la lucha contra el terrorismo, con pleno respeto al estado de derecho
y a los derechos humanos, al derecho internacional, al derecho humanitario,
al de los refugiados y al de asilo, así como a las normas contenidas
en la convención interamericana sobre este tema.
"No debemos olvidar que el fin último de la seguridad
es el bienestar de nuestros pueblos. Nuestras acciones deben tener como
objetivo fundamental la protección de la persona humana, sobre todo
para el logro de condiciones que hagan posible la realización de
todo su potencial."
No obstante, todavía hace falta fijar esta posición
en la opinión pública para lograr el apoyo popular que la
política exterior requiere. ¿Quizá el Congreso?
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