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México D.F. Miércoles 19 de noviembre de 2003
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Soldados de Salamina
Pretexto para ventilar frustraciones
Ficción lacrimógena
LA
NOVELA DE Javier Cercas, Soldados de Salamina (Tusquets editores),
es punto de partida para el tercer largometraje del madrileño David
Trueba (La buena vida, Obra maestra). Algunos aspectos han
variado en la adaptación hecha por el propio cineasta: el personaje
narrador es en la película una mujer, periodista del diario El
País, llamada Lola Cercas (Ariadna Gil). La investigación
es sin embargo la misma: explorar la identidad del escritor Rafael Sánchez
Maza, uno de los fundadores de la Falange, combatiente franquista durante
la Guerra Civil española. Indagar sobre todo el significado de una
anécdota y un gesto: al ser acorralado por milicianos republicanos
que se retiraban hacia la frontera francesa, uno de ellos le perdona la
vida y lo deja escapar. Antes de eso, el propio Sánchez Maza había
salvado su vida milagrosamente luego de un fusilamiento en masa, y huido
hacia el interior de un bosque. Por esa razón se le conoció
como el ''miraculado". La periodista busca desentrañar el enigma:
¿Por qué el joven miliciano había salvado la vida
del adversario fascista? ¿Había algo más detrás
del gesto humanista? ¿Cobardía, traición, impulso
pacifista?
TRUEBA ELIGE abordar la Guerra Civil ya no como
una visión de los vencidos, sino como radiografía de un personaje
histórico clave del lado de los vencedores fascistas. En esta muestra
se presenta también el documental Recuerdos, de Marcela Arteaga,
que evoca, por el contrario, el exilio republicano. Soldados de Salamina
remitiría en su exploración a otra búsqueda heterodoxa,
la que en 1976 emprende el español Jaime Chávarri en su estupendo
documental, El desencanto, sobre la vida del poeta franquista Leopoldo
Panero, con entrevistas a su mujer e hijos, y como retrato de una decadencia
familiar que de paso ilustra elocuentemente el colapso moral de la dictadura.
Trueba rescata material de archivo, de noticiarios Gaumont y Pathé,
y los hace alternar con tramas secundarias un tanto peregrinas: las dudas
profesionales de Lola periodista, deseosa de ser escritora, bloqueada por
su inseguridad, estimulada siempre por Conchi (María Botto), una
simpática lesbiana a cuyos reclamos afectivos no puede responder
del todo. Buena parte de la cinta languidece en estas digresiones. Otra
parte, ya en el desenlace, se precipita abiertamente en el sentimentalismo.
EL DRAMA HISTORICO de la novela deviene en la película,
ya sin las ambigüedades del relato literario, pretexto para ventilar
las frustraciones existenciales de una joven desorientada, tanto en el
terreno profesional como en el amoroso, y de este modo, su anhelo de una
afirmación personal no siempre convincente. Hay testimonios notables
de ancianos que conocieron a Sánchez Maza, de anarquistas que lucharon
al lado de Miralles (Joan Dalmau), el miliciano generoso, reflexiones sobre
la brecha generacional que ha orillado al olvido y a un folclor anacrónico
a los viejos combatientes octogenarios. El sentimentalismo de la cinta
contribuye a ahondar esa brecha, y a convertir, paradójicamente,
a los sobrevivientes de la guerra, ya no en héroes luminosos u oscuros,
en seres realmente significativos, sino en meros objetos de una curiosidad
enternecida. La novela Soldados de Salamina ofrece, en su búsqueda
histórica y en sus personajes literarios y reales, materia suficiente
para un buen documental. En su forma actual sólo es una ficción
lacrimógena y sin fuerza, difícilmente a la altura de su
tema y su intención de partida.
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