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México D.F. Martes 18 de noviembre de 2003
LA POLITICA ECONOMICA DEL CHANGARRO
De
acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo (ENE), instrumento estadístico
trimestral elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía
e Informática (INEGI), el desempleo abierto -es decir, la cantidad
de personas que no han laborado ni una hora en la semana de la muestra,
pero que en ese mismo periodo han buscado activamente un trabajo- fue de
2.8 por ciento, es decir, 1.2 millones de individuos de la población
económicamente activa (PEA); ese porcentaje se dispara a 3.7 por
ciento en los centros de población de más de 100 mil habitantes.
Se trata, a decir de la institución informante, de los índices
de desempleo más altos de los tres años recientes.
Por lo que hace a la PEA que se ubica en el sector informal
de la economía -"micronegocios no agropecuarios, asociados en su
mayor parte a los hogares, que no tienen nombre o razón social y
que carecen de registro ante las autoridades u organizaciones gremiales,
así como a aquellos trabajadores que, aun cuando laboran en micronegocios
registrados, carecen de contrato y cobertura en la seguridad social", define
el INEGI-, se compone de 11 millones 178 mil 810 personas, que representan
27 por ciento del total.
Ambos datos ofrecen un balance muy poco halagüeño
para la política económica en curso, la cual no sólo
ha sido incapaz de generar fuentes de empleo, sino que ha buscado de manera
explícita -y ha conseguido- una changarrización de
la economía, vale decir, una dislocación de los vínculos
laborales formales, un retroceso de la seguridad social y de las prestaciones
de ley, una huida de los trabajadores hacia pequeños negocios de
supervivencia, casi nunca productivos, así como una reducción
absoluta del universo de contribuyentes.
Es dudoso que mediante la multiplicación de torterías
no registradas, puestos de comercio ambulante, pregoneros y lavadores de
parabrisas el actual gobierno logre "poner a México al día
y a la vanguardia" o incrementar la competitividad del país en los
mercados internacionales; por esa vía, de hecho, ni siquiera es
posible procurar niveles de vida decorosos para la mayoría de la
población ni corregir la deuda social histórica que, a lo
que puede verse, no sólo no se ha revertido en ningún grado,
sino que no ha dejado de crecer en lo que va del presente sexenio.
La aceptación, por la administración foxista,
de la desmesurada carga financiera que heredó del zedillismo en
forma de pagarés del Fobaproa, así como la intencional desarticulación
de la economía formal, colocan al propio gobierno en una situación
presupuestal casi desesperada, ante la que el titular del Poder Ejecutivo
admite, como formuló ayer ante representantes de la comunidad científica
y tecnológica, su incapacidad para "hacer milagros con lo que hay".
En su afán por aplicar una política económica
de aliento a los changarros, el grupo en el poder ha desperdiciado
tres años cruciales para una reactivación económica
seria y sólida que no puede, a todas luces, fundamentarse en la
economía informal. Para colmo, ahora se pretende, en aras de librar
la coyuntura, rematar la poca propiedad pública que dejaron Miguel
de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, y cobrar impuestos en alimentos
y medicinas a esos mexicanos que se han quedado sin salario, seguridad
social y beneficios laborales, que subsisten en el "mundo maravilloso"
de la marginalidad económica.
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