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México D.F. Martes 18 de noviembre de 2003
Nora Patricia Jara
Elementos de distracción
Ante las demandas de justicia las respuestas mediáticas son, al parecer, la actitud del gobierno de la ciudad de México en la materia. Es una pena que una propuesta, como la de legalizar paulatinamente la droga, primero en los penales capitalinos y luego en "otros lugares", como anunció la Procuraduría de Justicia del DF, llegue en medio de los reclamos por investigar a fondo la muerte de Digna Ochoa y Plácido. El caso, conocido mundialmente, se ha convertido, junto con los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, en fantasmas que persiguen desde el alcalde del tan tristemente célebre municipio mexicano, pasando por el secretario de Gobernación, hasta el Presidente.
Qué decir del procurador Bernardo Bátiz, quien en lugar de tratar de argumentar nuevamente el sustento de sus conclusiones, que por cierto no tomaron en cuenta las llamadas pruebas presentadas por los familiares y la defensa, las cuales sostienen que Digna pudo haber sido víctima de homicidio, sale al paso con ideas que causan tal ruido, como el rechazo inmediato a la medida de los legisladores locales de oposición y las voces de altos representantes de nuestros socios del norte, quienes le recuerdan al procurador que el tema de las drogas es, en México y el resto del continente, criminalizado y punible.
Es mejor levantar una buena polémica sobre temas que debieran ser abordados en momentos menos delicados, ya que entre el temor al IVA en todo tipo de consumo y la desaparición de instituciones que pertenecen a todos y que son más que "activos", porque promueven permanentemente conductas o acciones que se convierten en normas sociales y jurídicas, es decir, tienen una utilidad que trasciende a los personajes políticos y forman lo que conocemos como sociedad, que dar respuesta a un crimen que no se observa lo suficientemente aclarado, porque se omitieron todos los puntos de vista de quienes se sienten involucrados, ya sea por amistad, parentesco o solidaridad, lo que impone un grave precedente en contra de los defensores de los derechos humanos.
Por eso, salir ante las cámaras a dar propuestas cuando se piden explicaciones no hace más que pensar que se quiere evadir una responsabilidad y se manosea una alternativa que pudiera ser efectiva para atacar la violencia que generan las ganancias a las mafias del narcomenudeo. No hay duda sobre los beneficios en la reconstitución del tejido social que significan medidas de consumo tolerado bajo la supervisión del Estado. Ahí están los picaderos en Suiza o España, y los testimonios literarios de gurús experimentados en el tópico como William S. Burroughs, que escribió en 1989 en El almuerzo desnudo: "Si se quiere alterar o anular una pirámide de números en relación serial, se altera o se elimina el número base. Si queremos aniquilar la pirámide de la droga, tenemos que empezar por la base de la pirámide: el adicto de la calle, y dejarnos de quijotescos ataques a los llamados 'de arriba', que son todos remplazables de inmediato. El adicto de la calle, que necesita la droga para vivir, es el único factor insustituible en la ecuación de la droga. Cuando no haya adictos que compren droga no habrá tráfico. Pero mientras exista necesidad habrá alguien que la proporcione".
Para este emblemático escritor estadunidense los adictos pueden ser curados si se les adjudican raciones de droga bajo una mínima vigilancia. Dice: "si se llega a hacer esto, las pirámides de droga en el mundo se derrumbarán". En referencia a Inglaterra, país pionero que aplicó este método a mediados de la década de los 80, con un censo de 500 adictos en el Reino Unido. Años más tarde la ciencia corroboraría una disminución a la opción de la adicción por parte de siguientes generaciones, ante un problema de salud pública que crecía desmesuradamente.
Pero volviendo al cierre del caso de la llamada "abogada de los pobres", no convence porque se buscó acomodar una verdad a una hipótesis como la del suicidio, se descartó en principio cualquier posibilidad contraria a ésta y se validó con tesis sicológicas postmortem olvidando que esta ciencia, y lo dice el mismo Sigmund Freud: "su fin es revelar las cualidades de lo que se investiga, pero tiene una esencia y limitación: que toda nueva revelación no se puede librar del lenguaje de nuestras percepciones", por lo que advertía: "no esperemos captar el supuesto estado de cosas real, es sólo lo que se aproxima".
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