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E D I T O R I A L
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México D.F. Lunes 3 de noviembre de 2003

BUSH: FUERA DE IRAK

sol-2Las acciones militares realizadas ayer por la resistencia nacional iraquí -derribo de un helicóptero militar estadunidense y varios ataques contra las tropas invasoras en diversos puntos del país, con saldo global de alrededor de 20 muertos y un número superior de heridos- constituyen un mensaje inequívoco para el gobierno de Estados Unidos: los habitantes de Irak no perciben a las fuerzas angloestadunidenses de ocupación como sus benefactores, sino como sus opresores, y desean su salida del país.

Washington ya no puede disimular ni ignorar la evidencia de que la invasión y el arrasamiento de la antigua Mesopotamia lo han convertido en el sujeto del justificado odio de los iraquíes y de buena parte de las sociedades árabes y de las naciones islámicas.

El presidente George W. Bush carece, a estas alturas, de margen para sostener que el derrocado, acosado y perseguido Saddam Hussein está al frente de la resistencia iraquí o que los ataques antiestadunidenses sean obra de "extranjeros". Los únicos extranjeros agresores en suelo de Irak son los propios estadunidenses, los ingleses que los acompañan y un pequeño muestrario de subalternos polacos, españoles, hondureños y nicaragüenses que sólo sirve para tareas de limpieza y para edulcorar la agresión angloestadunidenses con la denominación de "coalición internacional".

Ante el vigor, la complejidad y el heroísmo de la resistencia nacional en Irak, los funcionarios estadunidenses no tienen más remedio que aceptar la existencia de "una fracción de la población" que no necesariamente habría preferido permanecer bajo la dictadura de Saddam, pero que rechaza en forma inequívoca el avasallamiento de su país por los grupos gobernantes de Washington y Londres, y por las mafias empresariales servidas por la administración de Bush y Dick Cheney.

No hay margen para dudar del fracaso de los planes originales del Pentágono de perpetrar una invasión rápida y proceder a una reconstrucción inmediata del país ocupado, con el objetivo de generar oportunidades de negocio para las compañías afines a la Casa Blanca. Ahora resulta dudosa inclusive la perspectiva de consolidar y estabilizar un régimen títere, por no hablar de las posibilidades de efectuar en Irak elecciones pacíficas y democráticas.

Bush no tiene ninguna capacidad para llevar por ese cauce los acontecimientos iraquíes y es poco probable que alguna vez lo haya deseado, habida cuenta de que en comicios regulares los chiítas -que aborrecen a Estados Unidos tanto o más que los sunitas-- impondrían sin problemas a sus candidatos.

Los agresores se enfrentan, así, a la disyuntiva de mantener una ocupación larga, sangrienta y políticamente desastrosa, o sacar a sus tropas de Irak. En tal circunstancia la Unión Europea, la secretaría general de la Organización de Naciones Unidas, Rusia, China, la Liga Arabe y la Organización de la Conferencia Islámica bien podrían empezar a trabajar en la generación de condiciones para el retiro de los invasores. Ello implicaría, en primer lugar, reconocer como legítimos interlocutores a los distintos sectores políticos de Irak, incluidos los kurdos, los chiítas y los integrantes del partido Baaz, así como conceder a la resistencia iraquí el estatuto de fuerza beligerante.

En su calidad de agresor, Washington carece de legitimidad y de margen para participar en una tarea semejante; tarde o temprano se verá obligado a pedir la intervención en Irak de actores internacionales más aptos para asumir el desafío de lograr la estabilización de ese país y de paso ofrecer a los invasores la salida menos desastrosa que se pueda.

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