México D.F. Lunes 3 de noviembre de 2003
José Cueli
La granizada
El comienzo de la temporada grande de corridas de toros en la Plaza México coincidió con el día de los difuntos, cadáveres y muertos vivos. En ambiente panteonero, las flores de cempasúchil remplazaron los claveles; la congelada, los sombreros; la granizada, los puros. En la plaza el único morador muerto vivo, Manolo Martínez, se recreaba con las Lecciones taurinas a la muerte en coplas, de Gerardo Diego:
Plaza de la buena muerte
de la muerte sorbo a sorbo
paladeando su espumilla
y su aroma agraz y oro.
Morir se muere una vez
-dice el necio sabiondo-
sin saber que aquí se muere
vaso a vaso y toro a toro.
Muerte torera a la que no se llega más que con toros cinqueños en puntas, que guían a la inmortalidad. šAy Manolo! Muerte que está en las puntas de los cuernos de los barbas. Esa que no tiene nada de particular. Porque quién no ha sufrido en esta vida perdurable, circunstancial y desamparada esas tres palabras voladoras y una sola barbaridad verdadera. El miedo no anda en toro y menos en día tan significativo de puente vida-muerte, cuerno-toro, lluvia-ruedo.
Buena muerte o mala muerte
eso es todo, compañero,
hay que ensayarla despacio,
día a día y tiento a tiento.
Sabed quitaros de en medio
cuando la mano os empuje
sorbo a sorbo, que poco resulta
tragad el último buche.
Salud, Gerardo, que ayer nos tragamos el agua que nos inundó en la Plaza México y nos recordó la huesuda, a la que tan espléndidamente le cantaste.
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