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México D.F. Lunes 3 de noviembre de 2003

La vida cotidiana del barrio nutrió buena parte de la obra del autor barcelonés

Los habitantes del Raval resienten la pérdida de Vázquez Montalbán

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Madrid, 2 de noviembre. El escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán nutrió buena parte de su inspiración literaria en los rincones, olores, sabores y sinsabores más próximos, contenidos tanto en su ciudad, Barcelona, como en su barrio natal, el Raval, una colonia histórica en la que desde su fundación han confluido personas procedentes de todo el mundo, lo mismo obreros, anarquistas, prostitutas y artistas, que mendigos alcoholizados o enganchados a las drogas.

El 18 de octubre, cuando se conoció su fallecimiento repentino en el aeropuerto de Bangkok, una sensación de orfandad y hondo pesar se apoderó de las personas que compartían con él y con su personaje literario más emblemático, Pepe Carvalho, las calles, los lugares y los paseos de su ciudad y su barrio, donde se le ha reservado de forma espontánea un sitio aparte en la memoria colectiva. El Raval es conocido también como barrio chino, un laberinto de calles, plazas y callejones en el corazón del centro histórico de Barcelona, a un costado del mítico paseo de Las Ramblas, donde en poco más de un kilómetro cuadrado de superficie pervive un crisol de diversidad cultural único en Barcelona.

En el número 2 de la calle Riereta nació Vázquez Montalbán, en una casa humilde que construyó con empeño y dedicación su padre, un gallego que emigró a Barcelona a principios de los años 30 y que, además de sufrir la represión de la dictadura franquista, alimentó a su familia gracias a su trabajo de cargador de muelle.

El novelista, poeta, ensayista, dramaturgo y articulista de La Jornada, autor de más de un centenar de libros de casi todos los géneros, creció en una zona que se fue poblando en esos años -gracias a su condición de "zona industrial"- de migrantes procedentes de otras regiones de España, y que le dieron -sin que ellos lo supieran- el carácter de barrio obrero y culturalmente diverso.

El auge del Raval, a finales de los 30, coincidió con uno de los hechos históricos más dramáticos de este país: la Guerra Civil (1936-1939) y la posterior dictadura de Francisco Franco, que se prolongó hasta la muerte de éste, en 1975. Vázquez Montalbán nació cuando estaba por culminar ese dramático enfrentamiento que heredó, además de millones de exiliados y cientos de miles de muertos, un cisma social y político todavía sin cicatrizar. Un hecho histórico que también tatuó su impronta violenta en la literatura y la biografía del escritor y cocinero.

Orfandad y pesar

Un día después de la muerte de Vázquez Montalbán se puso a disposición de la sociedad de Barcelona un libro en el que se invitaba a lectores y amigos a escribir al autor un mensaje de despedida. En menos de 48 horas las páginas en blanco del libro se llenaron de palabras que dan una idea del cariño y la admiración que se profesaba en su ciudad: ''Nunca te olvidaremos", "He crecido con tus libros más que con los años", "Carvalho me ha mostrado y me mostrará muchas de las tragedias de este mundo", "Te vas pero dejas tantas historias, tantas metáforas, tantas recetas y tantos compromisos, que en realidad nunca te irás de nosotros".

El barrio del Raval sentirá como en pocos lugares la ausencia de Vázquez Montalbán, quien recorría de forma habitual sus rincones más íntimos, sus fondas preferidas o, recientemente, El Lokal, la sede del Colectivo de Solidaridad con Chiapas, donde recibió de manos de Iñaki García los primeros libros que leyó sobre el movimiento zapatista.

Rosa Gil, dueña de Casa Leopoldo, su lugar predilecto para celebrar efemérides y donde organizó tertulias literarias y políticas en los convulsos años 60, contó a La Jornada: ''sobre Manolo lo que más recuerdo y admiro es la integridad y la ternura, así como la fidelidad a sus amigos. En relación con esta casa y con mi figura, siempre tuvo una consideración especial que entendí como una especie de agradecimiento al lugar por su fidelidad al medio, al entorno y a la vida del barrio. Todos, incluso él, se fueron marchando, pero cuando él decidió partir tampoco tenía casas en mejor estado, por eso creo que lo más normal fue que buscara la tranquilidad y el sosiego que le exigía su actividad de escritor''.

Ferrán Rodríguez, propietario de la fonda Can Lluis, narró con orgullo que en uno de sus libros, Historia de padres e hijos, Vázquez Montalbán contó la historia en la que su abuelo y uno de sus tíos perdieron la vida en una balacera entre policías y ladrones que se desarrolló en su propio local, en 1946.

Vázquez Montalbán también conoció durante los últimos años una faceta del Raval que quizá en su infancia no hubiera imaginado, como fue el encuentro con los zapatistas en su barrio natal, que le motivó a viajar a México, participar en la caravana de 2001 y escribir el libro Marcos. El señor de los espejos. Iñaki García contó la primera vez que se encontró con el escritor en El Lokal: ''él llegó un día aquí y me dijo que este lugar era el mismo donde estaba la peluquería en la que se cortaba el pelo durante los años en los que vivió en el barrio. Me pidió unos cuantos libros sobre Chiapas; creo que se llevó siete u ocho, que a la semana ya los había leído. La relación empezó así, por eso pienso que Manuel Vázquez Montalbán era un hombre de una sencillez extraordinaria, de una enorme curiosidad intelectual y humana, y de una lucidez singular".

Pepe Maruñys, joven catalán que conoció al escritor durante su viaje a la selva Lacandona, recordó su encuentro con el novelista y poeta: "Un día, cuando estaba en La Realidad, se apareció acompañado de Giomar Rovira. Yo sólo tenía algunas referencias sobre él, básicamente por mi madre, pero en Chiapas nos tocó convivir tres días, cuando estaba esperando para hacerle la entrevista a Marcos. A partir de ahí iniciamos una relación más o menos cercana. Recuerdo que en la selva Lacandona lo vi envejecido, por ejemplo cuando nos íbamos a la poza a bañar juntos pensé que ya estaba mayor, pero que a pesar de eso mantenía su vitalidad y optimismo de siempre. Por eso siento profundamente su pérdida, que también es la pérdida de una voz y, a la vez, de un altavoz de situaciones tan injustas como la de Chiapas".

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