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México D.F. Lunes 3 de noviembre de 2003
Eduardo R. Huchim
Mi protagonismo
Tanto en la sesión de la Comisión de Asuntos Políticos Electorales del 24 de octubre pasado, como en el documento sobre el "exhorto" que presentó René Bejarano por conducto de Alejandra Barrales ante el pleno de la Asamblea Legislativa del DF, se me ha acusado de un "excesivo protagonismo", que en realidad es muy ajeno a mi temperamento. Sin embargo, como ésa es una percepción compartida, creo necesario ocuparme de ella.
ƑPor qué me atribuyen protagonismo?, me preguntaba, si yo no acostumbro llamar a los reporteros para darles tal o cual información, ni buscar entrevistas con medios de prensa, radio y televisión (y de esto son testigos los mismos periodistas). Llegué a la conclusión de que el pretendido protagonismo consiste, sencillamente, en que sí acostumbro atender todas las solicitudes de información que reciba, aunque sea para decir que no puedo hablar de los detalles de una determinada investigación o anticipar el monto de una determinada sanción.
Eso sí, he dado toda la información que se me ha solicitado y que no es confidencial, y sólo teniendo en cuenta la verdad y la ley. Algunos partidos políticos cometen irregularidades de diferentes dimensiones y en distinto número, pero no pueden, legítimamente, pretender que sus conductas queden en secreto. Al contrario, airear sus conductas anómalas contribuirá a fortalecer nuestro sistema de partidos y a estos mismos, aunque las visiones limitadas y cortoplacistas no alcancen a comprenderlo. Además, la sociedad mexicana, que es quien aporta los recursos para las actividades partidarias, tiene derecho a saber qué pasa con esos recursos, y este derecho deben materializarlo los medios, con información que les aporten los órganos electorales.
Creo que la transparencia debe regir la vida de los partidos, en tanto entidades de interés público. Y en esta transparencia, naturalmente, también están incluidos los órganos electorales y el sector público entero. Todo -todo- debe quedar al escrutinio público, sin más límites que los establecidos por la ley. Esa es una forma de contribuir eficazmente a la fortaleza de nuestra democracia en construcción.
Otra cosa que se me ha atribuido es la convocación frecuente a conferencias de prensa, "cada semana" ha dicho alguien. Esto también es inexacto. Este año electoral, la Comisión de Fiscalización del Consejo General del Instituto Electoral del Distrito Federal convocó a tres conferencias de prensa, y lo hizo después de una discusión amplia en su seno. ƑPor qué lo hizo? Porque se estaba dando una práctica que conocen bien los reporteros que cubren la fuente del IEDF: las representaciones de los partidos, como miembros del Consejo General del Instituto, reciben al menos con 24 horas de antelación toda la documentación que se va a tratar en las sesiones de Consejo, y alguien de esas oficinas solía "filtrar" los acuerdos y, en particular, los montos de las sanciones, y lo más irónico es que los partidos afectados culpaban de esas filtraciones a la autoridad electoral. No solamente eso: la información así difundida a veces se exageraba y distorsionaba, en detrimento de la imagen de los propios partidos.
Mis artículos periodísticos -que también se me reprochan- han tenido la intención de difundir y explicar asuntos que no siempre quedan claros con la sola información de los medios, y no por deficiencias de éstos sino por las características propias de la vorágine y el apremio informativos. ƑQue he entrado en polémicas? Sí, porque soy refractario a la mentira. ƑCómo no reaccionar cuando desde el partido D o E se miente cínicamente y se acusa a la Comisión de Fiscalización de dolo o de tergiversar la información?
Pongo un ejemplo: Ƒpor qué escribí el artículo titulado "Una resolución fallida" (La Jornada, 24 de octubre, p. 42)? Lo hice por creer que, una vez más, el Tribunal Electoral del Distrito Federal había dado una interpretación errónea a la ley. Lo hice también porque, en un afán triunfalista y denostador, Agustín Guerrero Castillo había agraviado a los integrantes de la Comisión de Fiscalización y, además, le había atribuido a ésta haber actuado con dolo. Es fácilmente comprensible que Guerrero y su mentor Bejarano no podían quedarse sin respuesta.
He intentado probar que no hay en mi conducta como consejero electoral ni apartamiento de la ley ni nada que me sea legal y legítimamente reprochable. Como quiera, si hay costos por pagar, los pagaré con gusto. No se interprete esta declaratoria como una bravata. Lo que ocurre es que cuando se tiene la convicción de haber hecho lo correcto, de haber trabajado con entrega y sin regateos de tiempo y de haber servido -desde el limitado ámbito de mis atribuciones- a la construcción de nuestra democracia, no hay costo que pudiera menguar la satisfacción por la tarea realizada, esa íntima e intensa satisfacción que nadie me puede robar.
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