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México D.F. Lunes 3 de noviembre de 2003
Carlos Fazio
De imperios y camotes
De manera sostenida, los militaristas pro sionistas del
gobierno de Goeorge W. Bush (Rumsfeld, Wolfowitz, Perle, Feith, Bolton)
siguen adelante con su proyecto de construcción imperial y dominio
mundial. Se trata de un imperio en incesante expansión mediante
guerras "preventivas" y de conquista neocoloniales, con eje en una enorme
superestructura tecnológica bélica y un sofisticado sistema
de defensa y ataque global apoyado por una vasta red de bases militares
satélites y Centros Operativos de Avanzada para sus fuerzas de despliegue
rápido diseminados en 120 países del orbe.
Un imperio con distintas expresiones, alianzas y contradicciones
internas que, según las circunstancias, recurre a la intervención
militar directa, las acciones de retaliación (castigo colectivo),
el asesinato selectivo encubierto (la política hitleriana de liquidación
física extrajudicial de "sospechosos de terrorismo" fue anunciada
por George W. Bush en un discurso pronunciado ante el Congreso el 28 de
enero de este año), el paramilitarismo (como instrumento de contrainsurgencia,
control de población, desplazamiento forzoso y contrarreforma agraria
en función del gran capital, por ejemplo en Colombia y México),
al mercenarismo contrarrevolucionario (la formación de una fuerza
contra Cuba con fachada "disidente"), la subcontratación por el
Pentágono de "empresas privadas" especialistas en guerra sucia
(en Kosovo o Colombia) o al golpe de Estado y la "huelga patronal insurreccional"
(como las fracasadas acciones clandestinas orquestadas por la Agencia Central
de Inteligencia contra el presidente Hugo Chávez en Venezuela en
2002 y las operaciones que están actualmente en curso de la mano
de Otto Reich y sus secuaces).
Es un megapoder político y militar que recurre
a la doctrina neonazi de la guerra unilateral permanente y las esferas
de influencia. Que no reconoce límites en la soberanía de
las naciones ni en la legalidad internacional y aplica la extraterritorialidad
a los prisioneros de guerra. Que sojuzga y domina países y regiones
enteras: el Báltico, Europa Central, los Balcanes, el Cáucaso,
Medio Oriente, Afganistán, Irak. Que se vale de un internacionalismo
agresivo y extremo para promover la expansión del capital, los negocios
y el saqueo de recursos por instituciones bancarias y corporaciones multinacionales
con casa matriz en Estados Unidos.
Un imperio que promueve un "capitalismo de compadres"
de tipo mafioso, como quedó acreditado tras las invasiones de Afganistán
e Irak con los contratos leoninos obtenidos por grandes corporaciones del
entorno de la pandilla Rumsfeld-Cheney-Bush, como Kellogg, Brown &
Root (subsidiaria de la compañía de servicios petroleros
Halliburton, que dirigió el vicepresidente Dick Cheney); Bechtel
Group Inc (George Schultz); International American Products (Doyle McBride);
Perini Corporation (Richard Blum); Fluor Corp (su presidente, Philip J.
Carrol Jr. supervisa la restructuración de la industria petrolera
iraquí), y Washington Group International (uno de cuyos directivos
es el ex comandante de la flota del Atlántico, William Flanagan).
Un régimen imperial que utiliza creencias religiosas
como discurso legitimador de su expansión militar neocolonial y
que llega al colmo de afirmar, como lo hizo el subsecretario de inteligencia,
general William Boykin, que ¡"Dios puso" a Bush en la Casa Blanca!
Que promueve en su interior un patrioterismo maniqueo e induce a un chovinismo
histérico construido con base en argumentos fabricados que explotan
un terror de masas mediático, con eje en visiones paranoicas de
ataques inminentes con ántrax y armas de destrucción masiva.
Una práctica imperial y un derecho a la barbarie,
la ocupación territorial y el genocidio legitimados y legalizados
por sus socios imperialistas subordinados de la Unión Europea, Rusia
y China, que fueron por las migajas de los contratos en Irak ocupado, y
los demás Estados clientes miembros del Consejo de Seguridad, mediante
la aprobación por unanimidad de la resolución 1511 de la
ONU, del 16 de octubre de este año, que, como dijo Adolfo Sánchez
Vázquez en el reciente encuentro En defensa de la humanidad,
ha convertido a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en
un "trasto inútil". Cabe consignar que ante la disyuntiva de "vender
el voto" o "tragar camote", el embajador de México ante la ONU,
Adolfo Aguilar Zinser, sin ningún "complejo de inferioridad"...
simplemente levantó la mano.
En ese sentido, la pasada reunión de la Organización
de Estados Americanos en Tlatelolco sobre Seguridad Hemisférica
y la próxima cita en Miami del Area de Libre Comercio de las Américas
forman parte de la nueva fase de construcción imperial y recolonización
neomercantilista del subcontinente latinoamericano. En la etapa, el objetivo
estratégico de las corporaciones multinacionales de capital estadounidense
es hacerse con el control del sector público, en particular de las
lucrativas empresas energéticas (petróleo, gas natural, electricidad,
agua) de México, Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador y Bolivia,
así como la Corporación Chilena del Cobre. En función
de esos objetivos, es posible vaticinar una revitalización a corto
plazo del siempre postergado Plan Puebla-Panamá (PPP) (el canciller
Luis Ernesto Derbez acaba de anunciar que el PPP tiene comprometidos proyectos
por 3 mil millones de dólares) y una agudización de acciones
militares y represivas coordinadas por el Pentágono en torno al
Plan Colombia/Iniciativa Andina, bajo la cobertura falaz de la guerra
al terrorismo.
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