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México D.F. Lunes 3 de noviembre de 2003
Gonzalo Martínez Corbalá
La encrucijada histórica del siglo XXI
El siglo xxi habrá de caracterizarse muy pronto
por la configuración de una crisis profunda de algunos conceptos
que habrán de ser revisados a fondo y que fueron hasta antes de
ahora aceptados universalmente. Se presentará, por tanto una encrucijada
de tal manera importante, que estará en juego nada menos que la
subsistencia misma de la humanidad y quizás, hablando en términos
más generales, del planeta Tierra.
No estamos dramatizando la situación ni exagerando
en nada. La potencia destructiva que está en poder, ya no solamente
de las grandes potencias, que alineadas con Estados Unidos poseen explosivos
nucleares capaces de hacer volar el planeta en pedazos por el espacio sideral,
sino que también algunos otros países que ni siquiera pueden
alcanzar esta calificación, tienen también armas nucleares
en su poder, cuando ni siquiera han alcanzado un nivel de desarrollo industrial
que pudiera permitirnos considerarlas como una "gran potencia" en los tiempos
actuales por lo menos.
No es fantasía -como fue en el caso de Irak-, afirmar
que Corea del Norte posee armas nucleares, ya que incluso ha efectuado
pruebas al respecto y no solamente no se preocupan por ocultarlo, sino
que por el contrario lo pregonan a los cuatro vientos, siempre que tienen
la oportunidad de hacerlo, y lo hacen en voz suficientemente alta para
que sea escuchado, claro y fuerte, por los gobernantes de Occidente.
Corea del Norte es un pequeño país con un
poco más de 23 millones de habitantes, cuya población es
completamente homogénea, el único grupo étnico que
tiene son los coreanos, cien por ciento, y la única lengua que hablan
es el coreano también. Su grado de alfabetización es de 99
por ciento y su ingreso per cápita es de apenas mil dólares,
y tiene una alta densidad de población de 193 habitantes por kilómetro
cuadrado, que se distribuyen en un área total de 120 mil 538 kilómetros
cuadrados, y ha llegado a ser uno de los más altamente industrializados
países en Asia. Su capital, como bien sabemos, es Pyongyang. Aunque
ciertamente, tiene uno de los más grandes ejércitos en el
mundo, las grandes potencias occidentales no esperaban seguramente que
se constituyera en una amenaza nuclear seria, como ha salido a la superficie
este año.
La amenaza de Corea del Norte no es solamente por lo que
por sí misma puede significar en términos militares, sino
que no se pueden ignorar, ni subestimar los fuertes lazos que la unen con
China, el gigante asiático, que si bien en los últimos tiempos
ha dado señales de diversificar sus relaciones políticas,
diplomáticas y económicas con Occidente y muy especialmente
con Estados Unidos, dando acceso a las empresas estadunidenses a sus propios
mercados y facilitando la coinversión industrial, en lo militar
el brazo armado del gran dragón chino, es precisamente Corea del
Norte.
Ha surgido también la posibilidad de que Irán,
en otros tiempos el centro del reino de Persia, con una antigua y compleja
historia, con dramáticos acontecimientos recientes a partir de 1979,
cuando los musulmanes fundamentalistas destronaron al sha, tenga no sólo
un gran poder derivado de su riqueza petrolera -que lo ubica entre los
cinco países con mayores reservas probadas con más de 90
mil millones de barriles en el subsuelo, cantidad del orden de lo que poseen
Kuwait, Emiratos Arabes Unidos e Irak, ampliamente superados por Arabia
Saudita, que tiene 260 mil millones de reservas probadas de crudo- sino
que recientemente ha venido representando una preocupación creciente
para las potencias occidentales, debido a que también se ha descubierto
que tiene importantes programas nucleares en desarrollo, apoyados en este
caso, nada menos que por Rusia y su presidente, Vladimir Putin.
Parece pues que los países miembros del "club nuclear"
son más numerosos en este siglo, que lo que fue el exclusivo "club
atómico" de la Segunda Guerra Mundial, y que no se puede desatar
una guerra nuclear para aplastar a los países del eje del mal,
sin correr riesgos de tal envergadura que se pondría a todo el planeta,
de verse en el caso, como decimos antes, de poner en juego la seguridad
de todo el mundo y la supervivencia misma del hombre.
La encrucijada histórica que enfrenta la humanidad
en esta primera década del siglo xxi es verdaderamente dramática.
Exige cambios fundamentales en conceptos que han sido aceptados de manera
generalizada hasta antes de ahora, como el de seguridad nacional, que se
tiene que redefinir en términos diversos y quizás hasta contrarios
a los del sólo poderío militar. Habrá que incluir,
en una moderna concepción de la seguridad nacional, variables de
decisión referidas al desarrollo social, de cuyo éxito dependerá
más la paz y la estabilidad mundiales, que de las armas de destrucción
masiva, como es el caso de los misiles y de las bombas nucleares.
La soberanía nacional es la vertiente exterior,
internacional, de la soberanía popular, que está profundamente
ligada al nacionalismo. De esta manera, paradójicamente, en un mundo
que se internacionaliza fuertemente, la soberanía nacional tiene
que ser fortalecida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
para que el concierto de las naciones sea una realidad y no una mera figura
retórica, y no estamos hablando únicamente de la soberanía
nacional de las cinco grandes potencias que tienen el poder del veto en
el Consejo de Seguridad. La ONU, ineludiblemente tiene que abrirse y actuar
en función de los intereses de todos los países miembros,
y no exclusivamente de los que sostienen a esta organización económicamente,
porque por esta vía no se podrá hacer una realidad la paz
y la seguridad mundial y la supervivencia de la humanidad.
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