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México D.F. Miércoles 17 de septiembre de 2003
Néstor Bravo Pérez
Fotoseptiembre en el MUCA Roma
En una imagen fotográfica no sólo reconocemos la referencia a la realidad: una reproducción que pretende un acercamiento con los hechos; la imagen también muestra la preocupación del fotógrafo sobre lo que observa y fotografía, de cierta manera en este proceso se conforma la posibilidad de creación, o el reconocimiento de la diversidad de mundos que habitamos. Observamos en una imagen la óptica, el bagaje, la percepción del fotógrafo, sin duda reconocemos en las imágenes, poesía, misticismo, mitología.
La información impresa en el papel promueve la significación del mundo orientándolo, marcando perspectivas y posturas; el lenguaje fotográfico establece desde sus valores simbólicos la coloración, el espacio, la dimensión que la imagen muestra de algo exterior a ella. En cierto sentido la manera de representar de la fotografía confunde, nos hace suponer que lo observado pertenece a la realidad que todos lo días experimentamos o que podríamos experimentar. La imagen de un paisaje nos muestra las características geográficas, orográficas de un lugar determinado, nuestra idea de ese espacio, apela a nuestra experiencia para comprenderla y significarla; los rostros nos llevan a la idea del retrato y la posible identificación de alguna persona.
La imagen fotográfica podría entenderse como una especie de memoria colectiva que muestra un hecho pasado. La imagen fotográfica es la muestra de que algo aconteció, que hubo un momento en que se llevó a cabo la actividad de fotografiar.
Eso es lo que muestran varias de las series que se exponen en el Museo Universitario de Ciencias y Artes (MUCA) Roma, una especie de registro que se ha construido desde una subjetividad y un punto de vista particular. El trabajo de Mónica Friedrich es una documentación de diferentes ''metros" del mundo, el movimiento que produce una exposición larga, alterando la perspectiva y estableciendo encuadres como conformados al azar que transforma el carácter de los objetos representados, es una de las características del trabajo de esta fotógrafa. El manejo de la luz en las fotografías de Friedrich tiene un carácter importante, en la medida en que a partir de este principio logra que se generen ambientes eléctricos mediante la saturación del color dándole un carácter ficticio, de cierta manera irreal.
El trabajo de Arthur Tress está ubicado en una perspectiva documental pero de carácter onírico. En todas sus fotografías existe la participación de niños. Es algo que Michel Tournier ha captado y manifestado en su libro sobre fotografía El crepúsculo de las máscaras. En las imágenes de Tress, expresa Tournier, los niños son ''el testigo privilegiado" que recuerdan, que ven, son el cuerpo del delito como en el Rey de los Alisos. Otro elemento que se observa en el trabajo de Tress es la utilización de ambientes contaminados en los que hace sus imágenes, sus locaciones son lugares sucios, en un clima nebuloso, lo que le permite crear un carácter opresivo en la imágenes de la serie El coleccionista de sueños.
Los trabajos que se presentan en el MUCA pasan por diferentes géneros. Dos autores se acercan a propuestas fotográficas tradicionales, el paisaje y el retrato. Alex Dorsfman está en una línea que puede observarse como un desplazamiento que va de una postura cercana al land art, en una búsqueda de registro de procesos e intervenciones a una posición más cercana al paisaje, preocupada por la naturaleza, por el estado de las cosas.
Igal Jusidman trabaja retratos de gran formato, rostros enormes con mirada fija e imperturbable, rostros que son apenas la sospecha de quienes son esos sujetos. La impresión que causa, en una primera instancia, las fotografías de Jusidman, es de lejanía, de distanciamiento, la manera de observar de los personajes así parece demostrarlo; retraídos, observando al infinito. Y sin embargo, sabemos que la mirada es una actividad que lleva a compartir, es algo que permite el reconocimiento del otro, por medio de la mirada somos capaces de hacer emerger la realidad. La mirada promueve el encuentro, permite duplicarnos y que nos ubiquemos en el lugar del que observa.
El trabajo de Miguel Ventura no se puede incluir en una noción canónica de fotografía, es más bien una especie de pegatinas del rostro de una niña con trenzas, impresas en diferentes colores, que intervienen decorando las paredes interiores de la casona de Tabasco.
La diversidad de propuestas que se han generado en el arte es, quizá, una de las características más notorias en esta exposición. El criterio que permite orientarse en esta muestra debe reconocer el lugar de lo plural. La propuesta de cada autor se maneja de manera independiente, poseen un discurso propio, desarrollado con sus propios recursos que coincide en poco con el de los demás, lo único que los acerca es el uso de la fotografía, la utilización de imágenes impresas. Si bien cabría suponer que en algunos autores el documento es la estrategia utilizada para sus representaciones, no es algo que determine el carácter de la exposición. Más que una colectiva, se trata de la muestra de varias exposiciones pequeñas. La disposición para mostrar multiplicidad de registros en propuestas artísticas, me parece, es algo que ha caracterizado este espacio.
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