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México D.F. Martes 26 de agosto de 2003
IRAK: ESTADUNIDENSES EN EL MATADERO
Desde
antes de consumar la invasión, el arrasamiento y la ocupación
de Irak, el gobierno de George W. Bush ha enfrentado numerosos, severos
y fundados reproches internos y externos por la ilegalidad y la inmoralidad
de esa agresión, así como por la torpeza política
y diplomática con que la ha llevado a cabo. Sin embargo, en la clase
política de Estados Unidos no se había formulado, hasta ahora,
una crítica seria al manejo propiamente militar de la invasión.
La laguna fue cubierta ayer por el precandidato presidencial demócrata
John Kerry en su discurso ante veteranos de guerra.
El senador (veterano condecorado de Vietnam) acusó
a Bush y a su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, de colocar a los
soldados estadunidenses "en un riesgo cada vez mayor" debido a la falta
de planificación y de franqueza con que ha sido emprendida la agresión
criminal contra la infortunada nación árabe. Adicionalmente,
Kerry señaló que los efectivos de Estados Unidos estarían
más seguros si la Casa Blanca y el Pentágono hubiesen actuado
"con base en evaluaciones profesionales y en una visión estratégica,
no en política y arrogancia".
Aunque críptico, el señalamiento apunta
a la enorme falsificación que los gobernantes de Estados Unidos
presentaron a la opinión pública de su país cuando
afirmaron que la invasión de Irak tenía por propósito
garantizar la seguridad nacional de la superpotencia y "liberar" a los
iraquíes de la tiranía de Saddam Hussein. A partir de esas
premisas falsas, los estadunidenses imaginaron que sus tropas serían
recibidas con flores y aplausos por la población iraquí.
Pero la verdad es que Bush y su mafia arrasaron y sometieron
a Irak no para desactivar supuestas amenazas de terrorismo, eliminar armas
de destrucción masiva que sólo existían en la cabeza
del propio Bush o para llevar a los iraquíes libertad y democracia,
sino para asegurar contratos -especialmente petroleros y de construcción-
a sus empresas y a las de sus amigos. Se trata, en suma, de una aventura
colonial y de rapiña. La respuesta de los iraquíes ha sido,
por consiguiente, la rápida organización de una resistencia
armada que busca la liberación del país de los opresores
extranjeros y que, desde que el presidente estadunidense anunció
"el fin de las operaciones militares", ha causado más de setenta
bajas a las tropas de ocupación.
Las críticas de Kerry se dirigen, pues, a la creación,
por el gobierno de Bush, de una circunstancia en la cual los soldados estadunidenses
se han convertido en objetivos lógicos y legítimos para los
grupos que luchan por la soberanía y la independencia de su país.
El legislador y aspirante presidencial demócrata no mencionó
los enormes costos -vidas de hombres, mujeres y niños, destrucción
material, dislocación de destinos personales- que la invasión
cobra a los iraquíes, pero habló de un punto especialmente
sensible para la sociedad del país vecino: los soldados que son
enviados a Irak y que regresan a Estados Unidos sin vida.
Tal vez el grueso de la ciudadanía estadunidense
haya llegado a tal extremo de insensibilidad y autismo que pueda permanecer
impávida ante la masacre de iraquíes que Washington lleva
a cabo en forma ininterrumpida desde fines de marzo pasado. Pero, más
temprano que tarde, esa misma ciudadanía va a exasperarse ante las
constantes muertes de jóvenes enviados a misiones asesinas e injustificables
en un país remoto sin más propósito que hacer posibles
negocios millonarios para el círculo presidencial.
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