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México D.F. Lunes 25 de agosto de 2003
El promotor se consolida
Herrerías garantiza "gobernabilidad", afirman en el GDF
LUMBRERA CHICO
A pesar de los atropellos que ha cometido contra el reglamento, las autoridades, el fisco, los ganaderos, los matadores, los subalternos, los novilleros, los becerristas, los dueños del derecho de apartado, los aficionados de viejo cuño, los villamelones, los restauranteros, los vendedores de tacos, los cubeteros, los cojineros y el prestigio de la fiesta brava en su conjunto, en el Gobierno del Distrito Federal prevalece la certeza de que Rafael Herrerías es la única persona entre los 6 mil millones de habitantes de la Tierra que puede y debe organizar la próxima temporada grande en la Monumental Plaza Muerta (antes México).
ƑPor qué? Bueno, porque, según ha trascendido, en opinión de los que se niegan a retirarle la licencia de espectáculos, Herrerías "garantiza gobernabilidad". Es verdad. Hasta ahora, no obstante las continuas protestas de las porras en los tendidos de sol y de los clamorosos escándalos que estallan en todos los ámbitos del embudo cada vez que el "empresario" hace un capricho, todavía no se ha producido una bronca en la que alguien resulte herido de gravedad o se desate un desorden inmanejable.
Pero, Ƒde quién sería tal mérito? ƑDe un sujeto atrabiliario que no respeta nada, o de una sociedad lo suficientemente madura como para externar su enojo sin desencadenar un motín? Atrás quedaron los tiempos cuando los aficionados manifestaban su decepción incendiando la plaza, o como sucedió en los años 40 en el Toreo de la Condesa, sepultando un toro manso, pero aún vivo, debajo de una montaña de cojines a los que después les prendieron fuego, para patentizar el repudio colectivo a la mansedumbre de un encierro de Maximino Avila Camacho, cuando éste era hermano del entonces presidente de la República.
La antigua desmesura de los adeptos a las fiestas de toros hallaba su correlato en la violencia estructural de un país que salía de una larga etapa de lucha armada y en el machismo de la clase política, simbolizado por la insana costumbre de los diputados que acudían al Congreso de la Unión con una pistola al cinto. En el México urbano de nuestro tiempo, Herrerías encarna triunfalmente una concepción anacrónica del poder rural que, por asombroso que parezca, le sigue funcionando.
El problema que tal vez no ha contemplado la administración capitalina reside en el ámbito de la hipótesis. Hasta ahora no se ha desbordado la ira de los que asisten a la Plaza Muerta donde, sin embargo, la policía del Distrito Federal fue sustituida por un servicio de seguridad privada que sólo responde a las órdenes del cacique, no del juez que preside la corrida. ƑQué sucederá la tarde en que falle ese anómalo esquema? Nadie lo sabe, pero podemos imaginarlo.
Si un domingo acontece una catástrofe atribuible en forma directa a la responsabilidad de Herrerías, las afiladas lanzas de la crítica apuntarán en un segundo momento a la figura de Andrés Manuel López Obrador. Y éste no podrá alegar en su descargo que nadie se lo advirtió con antelación. Pero si el gobierno de la ciudad, como ya se dijo, piensa que el sedicente "promotor" es el único ser humano que puede manejar este negocio, hombre, pues que le aproveche.
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