México D.F. Lunes 25 de agosto de 2003
Ricardo Yáñez, tres décadas
de organizar talleres
El poeta debe trabajar más la sensibilidad que
la razón
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Escribir poesía cuesta. Hay que romper prejuicios,
superar miedos y abandonar ideologías. Más aún: hay
que descartar el método que promueve el sistema educativo de enseñar
a leer y escribir, en lugar de escribir y leer. Con ésta fórmula
se cancela la posibilidad de la escritura no utilitaria, de manera que
''siempre se verá como algo que alguien hizo y no como algo que
uno podría hacer'', expresa el poeta Ricardo Yáñez,
quien ha dedicado más de la mitad de su vida a dar talleres de poesía
y sensibilización a la creatividad.
Ahora con los programas de promoción de la lectura
''el lector se aficiona a leer, no a escribir. Durante su vida la escritura
será lo que otra persona hizo para que consumiera, no para comunicarse
con él''.
Se
da un fenómeno curioso. La primera vez que las personas escriben
algo no utilitario, es decir, que no sean recados o cosas escolares, es
un poema, y éste, la mayoría de las veces, es de amor; pero
son pocos los que muestran esos primeros versos a más de dos personas
y menos aún los que continúan escribiendo.
La respuesta común a por qué dejaron de
escribir es por pena y porque estaba mal escrito. El problema para ellos
era de fondo y de forma. Pero a final de cuentas ''escribir poesía
es como la primera vez que hacemos el amor: da vergüenza y no sale
como esperábamos; pero porque dio pena y no salió bien, ¿hay
que dejar de hacerlo?''. Con esa reflexión acercaba a los adolescentes
de una escuela religiosa a la poesía.
Al cancelar la posibilidad de la poesía ''se cancela
la relación íntima con uno mismo mediante el lenguaje. De
ahí en adelante se ve al lenguaje como algo que no es de nuestra
propiedad. Nos da miedo'', explica el poeta nacido en Guadalajara en 1948.
''Los poetas somos los más miedosos con el lenguaje
y con la intimidad con el lenguaje. Pero también somos los que sabemos
que no hay de otra'', señala el autor de Antes del habla y
Ni lo que dijo.
Periodista, promotor cultural y colaborador de La Jornada,
Ricardo Yáñez lleva 30 años de tallerista y ha
trabajado con personas de distintas profesiones y edades; incluso su método
de trabajo ha sido empleado con niños. ¿De qué escriben?
''Esa es otra locura, las personas piensan que hay que escribir de algo
y que esos son temas prestigiados o no prestigiados y socialmente validados
o no. Se debe escribir de lo que se desee, de lo que quiere el lenguaje
propio, y ese lenguaje no se conoce, no se suele estar en contacto con
él, porque nos enseñan no que la escritura nos es ajena,
sino que el lenguaje no es nuestro.''
Enseña poesía ''por una razón que
es un poco cursi y todavía me emociona aunque es fallida: porque
a mí nadie me enseñó. Es fallida porque claro que
alguien te enseñó, pero hablo de alguien que se acerque o
a quien te acerques y se dedique a ti un buen rato, a tu trabajo". Muchos
de sus talleristas han sido becados, obtenido premios y han publicado sus
poemas.
En la poesía no hay diferencias entre los que venden
y no venden. ''Ya alguien dijo que lo bueno de la poesía es que
nunca va a vender y eso significa que los poetas no nos vamos a vender.''
Para ser poeta, señala, ''se necesita trabajar
más con la sensibilidad que con la razón''; no se trata de
vivir en un planeta aparte sino de vivir en el mismo universo que los demás.
''El verdadero poeta está trabajando desde un lenguaje universal
que es para todos y por todo.''
Yáñez tiene listos dos libros: uno de poemas
y otro con los artículos que ha publicado en este diario a lo largo
de tres años. El primero se llama Puntuación (LunArena)
y será presentado el 28 de agosto en la Casa del Poeta (Alvaro Obregón
73, Col. Roma) como parte de la colección Poetas de una sola
palabra, que en su primera serie incluye también los libros
de Gerardo Lino, Víctor Rojas, Roxana Elvridge y Jair Cortés.
El libro de artículos se llama Alfabeto en la neblina, y
se presentará en Guadalajara en unas semanas.
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