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E C O N O M I A
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México D.F. Lunes 25 de agosto de 2003

León Bendesky

Malos números

Los números que indican el desempeño de la economía mexicana siguen siendo bastante malos y se enmarcan en un entorno contradictorio. Pero tanto el Banco de México como Hacienda y Economía siguen esperando que finalmente se recupere el mercado estadunidense y nos saque de esta ya larga recesión que abarca todo lo que va del sexenio del presidente Fox. Esa es la postura del gobierno, pero también la de los grandes empresarios y las centrales sindicales, mientras los partidos están metidos en disputas que no auguran nada positivo para la vida de la colectividad.

La espera no ha sido buen aliado en este periodo, pero al parecer no hay nada más en la visión que desde el poder se propone acerca de lo que se quiere para el país. La política está planteada hoy esencialmente como inactividad, y así está puesta en su mínima expresión. También lo está la política económica, que sólo da cuenta del enorme temor de provocar un desequilibrio agregado que muestre la profunda fragilidad que existe. Por ello la mejor manera de cuidarse la espalda es no hacer prácticamente nada.

Esto queda bastante claro con el más reciente comunicado de prensa del banco central (22 de agosto de 2003), que empieza por señalar los incipientes signos de recuperación de la economía de Estados Unidos, pero que no da para más que aceptar que no hay nada firme en ella y que, por tanto, el resto del año deberá considerarse otra pérdida para nosotros. El producto en México registró en el primer semestre de 2003 un crecimiento anual de 1.2 por ciento, en el contexto de un severo decaimiento del sector industrial en el segundo trimestre, con fuerte contracción de la producción manufacturera de menos 3.1 por ciento, siendo éste el único segmento capaz de generar el dinamismo en la economía.

El crecimiento está atorado y mientras oficialmente aún se espera una tasa anual de 2 por ciento, las expectativas están muy por debajo: en torno a 1.5 por ciento. Ello se debe en buena medida a la ausencia de gasto en inversión, que tan sólo en los cinco primeros meses del año cayó 2 por ciento, lo que agrava el retraso en la formación de capital que se ha acumulado en los últimos años. Ese retraso tiene efectos a largo plazo, pues compromete la capacidad de una expansión decisiva y sostenida hacia adelante. Esta es una carga que dejará la gestión económica actual por muchos años, luego de que quienes la aplican estén en otro lado.

El efecto no puede ser más que un gasto muy reducido en consumo de la población, como lo muestra el bajo crecimiento de las ventas al menudeo y al mayoreo. Esta condición se asocia necesariamente con la caída del número de asegurados en el Seguro Social, que en julio pasado fue 27 mil 883 trabajadores menos que en diciembre de 2002. Pero como ya sabemos, esto no preocupa demasiado al gobierno, puesto que se compensa con el autoempleo, la nueva panacea que encontró para ofrecer a la gente, no importa la precariedad en cuanto al ingreso, las condiciones de trabajo y su efecto adverso en la situación de las familias.

Hay un elemento que sigue siendo la joya que presenta la gestión económica: el control de la inflación. Los precios crecieron a una tasa anual de 4.13 por ciento en julio (con respecto al mismo mes del año anterior), con lo que en los siete primeros meses de 2003 han acumulado un aumento de 1.4 por ciento. Esta es la contradicción del estado en que se encuentra la economía. La baja inflación protege los ingresos derivados del trabajo, pero en especial los que se derivan de las colocaciones financieras, pues los intereses, aun cuando han bajado, siguen por encima del incremento del índice de los precios al consumidor, y en la medida en que se siga presionando el valor del peso frente al dólar, tenderá a aumentar esa diferencia. Pero la menor inflación beneficia también de modo muy patente al negocio financiero, como se advierte en el enorme margen que existe entre la tasa que pagan los bancos por los depósitos que reciben y la que cobran, por ejemplo, en las tarjetas de crédito. Esto provoca una redistribución del ingreso en favor de los intermediarios financieros y en contra de quienes tienen ingreso fijos derivados del salario.

Hasta ahora, el control de la inflación no ha sido el sustento del crecimiento productivo, lo que debe hacer reflexionar sobre el sentido del éxito de la política monetaria que se ha dado en un marco de estancamiento de la economía. Por ello es, cuando menos, muy debatible la aseveración del Banco de México de que la estabilidad de los precios contribuye "a generar condiciones financieras propicias para una reactivación de la actividad productiva, sin comprometer el cumplimiento de la meta de inflación". Esa es sólo una hipótesis y es muy probable que las mismas condiciones que hoy generan la estabilidad sean las que con un aumento de la demanda se expresen en mayores precios. No hay actualmente nada ganado con la política económica. La espera continúa.

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