Café Tacuba y Zoé se impusieron; abuchean a Ruisort

Planea la revista Sónika realizar cada año el festival musical Manifest

PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL

"Tú eres la música mientras la música dure", de T.S. Elliot, fue el epígrafe que dio contexto a la propaganda y el espíritu del Manifest 2003, festival convocado por la revista Sónika para festejar dos años de existencia y ofrecer al público (80 por ciento de las entradas fueron regaladas) una tocada de casi ocho horas en el Salón 21, la noche del jueves. Con mucho orden y buena sonorización, le dieron al rock y al electrónico destacados músicos mexicanos. Aunque el grupo más esperado y celebrado fue Café Tacuba, el que más deslumbró en ejecución y despliegue escénico fue Zoé.

La convocatoria llenó el recinto con unas cinco mil personas. Su edición 2003 se dio cita luego del exitoso Manifest 2001, en que Sónika se presentó en sociedad con un toquín entre cuyos actos despuntó Kinky (tras esa presentación los firmó BMG). Luis Avalos, editor en jefe de la revista, señaló que desean ofrecer este festival consecutivamente, con la idea de exponer en vivo no sólo a consagrados sino a músicos menos visibles pero de gran calidad; del mismo modo en que proponen discos y artistas inusuales en la revista.

Resaltó que el festival busca también acercar lectores a una publicación que además de proponer bandas que podrían trascender, habla de cine, video, televisión y tecnología.

Aunque varios asistentes no sabían que la fiesta era de Sónika, y dijeron sólo haber acudido a ver a los grupos, el ambiente fue festivo, aunque tranquilo, salvo porque entre un grupo y otro la espera fue hasta de 45 minutos.

Entre stands de tacos y videojuegos, la música empezó a las 20 horas: alegría house con D-Boyz; baja calidad con Pulpo; ska para yuppies con Liquits. Momento triste cuando uno de los proyectos más interesantes fue abucheado: Ruisort (Alvaro Ruiz), que desconcertado abandonó el escenario. Lo mismo pasó con los Fancy Free. La incomprensión e intolerancia hacia lo novedoso se dejó sentir desde un público habilitado para oír lo híper-asequible; pero la culpa no fue de ellos sino de quienes programaron esos electro-actos tras los roquerones, cuando debe ser al revés (según Avalos, fue por presión de las disqueras).

Belanova, electrofunk con una buena cantante pero nula personalidad, y un gran bajista, llamó la atención. El Salón 21 se puso caliente cuando Zoé demostró estar integrada por extraordinarios músicos, y ser una mega banda de sonido internacional y fuerte talante. La locura llegó con Café Tacuba, que tocó una hora; la euforia era tal, que en ese lapso fue imposible escuchar la voz cantante, opacada por el canto del público. Al terminar los tacubos, tres cuartas partes de la gente abandonó el lugar. A las tres de la madrugada, Moderatto seguía con su show repetitivo y sus chistes gastados. La banda saliente se sació de música, a pesar de los deslices.