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México D.F. Domingo 24 de agosto de 2003

Desfilaron el jueves desde los sioux hasta los mayos

Con su música, indígenas de América mostraron su autenticidad cultural

ARTURO CRUZ BARCENAS

¡Viva la América indígena!, tal fue el grito emocionado del público al finalizar la primera Muestra de Música Indígena de las Américas, en el Auditorio Nacional, la noche del pasado jueves, donde los artistas, los protagonistas, algunos con huaraches o tenis, o sandalias, con tocados o penachos de plumas, o camisetas Wrangler, dieron una muestra de dignidad musical, de autenticidad cultural.

El actor Demián Bichir fungió como maestro de ceremonias. Introdujo a la concurrencia en lo que se iba a ver y escuchar, a sentir. Comenzaron los músicos y danzantes lakotas de la tribu sioux cheyenne river de Dakota, con guturaciones que pusieron a varios con la carne de gallina. Detrás de ellos y de su tambor apoyado en la parte interna de sus pies, con un golpeteo a veces seco, otras vibrante, se rindió homenaje de pie, como un tributo a lo que estaba por venir.

Uno de los sioux pidió que cada quien ofreciera su sentimiento a quien deseara, en la intimidad de su conciencia y su corazón. Una hilera de indígenas con sus vestimentas tradicionales, sus plumajes, sus morrales, y sus instrumentos musicales. Los pies y manos denotaban que la música forma parte de su vida, al igual que el trabajo en la tierra, en la selva, en la maleza.

Un silencio en la oscuridad y apareció, de México, el Trío Calamares, músicos nahuas del estado de Hidalgo. Brilló el telón dispuesto para la ocasión: un bodegón de Rufino Tamayo con sus famosas sandías. Un violín y dos guitarras se escucharon con su potencial circular, machacón, para levantar polvo, para puntear llevando el ritmo. Cantos nahuas al viento, a los animales. No todas las canciones interpretadas por indígenas suenan tristes; aquí fueron alegres.

Los ojos como los de Emiliano Zapata, rasgados, pómulos prominentes.

Levantaron aplausos los chamanes de la etnia tomáraho, Mbya, paraguayos, uno ataviado con una capa hecha con plumas de cóndor. Baja la intensidad de la luz y sube el sonido de las sonajas. Siguió, de Ecuador, el grupo Ñanda Mañachi, que fue descrito por Bichir como creador de música para evocar lo mágico, a los dioses. "La música es un puente para comunicarse con los dioses".

Se oye el sonido del carrizo y agradecen el estar ahí, "después de una, dos, tres generaciones, tras 30 años. Repiten los lakotas, con sus potentes cantos y su poderoso sonido, surgido de una piel estirada al máximo. Ofrecen una canción para los niños.

Aparece el maestro marimbero Manuel Salazar, "uno de los mejores en el mundo en su instrumento", de Guatemala, con huaraches y un saco negro que cubre una camisa larga. Hace notar que "hay muchas semejanzas en lo que hemos escuchado". El público asiente. Toca suave, acaricia la madera que en Tehuantepec se dice canta con voz de mujer.

De Venezuela los músicos de la etnia wayú, de Maracaibo, que bailan y danzan para una historia que divierte: te fuiste a estudiar y regresaste sin cuadernos, embarazada. Por desoír el consejo. Bailan lento, similar a las rondas infantiles. Luchan dos chivos. El que pierde es castrado. La virilidad en la danza y la música.

Sube, de Canadá, Trota Singers Inuit Cultural Performers, de Nunavut, con guturaciones que son competencias donde pierde la que primero se ríe. Onomatopeyas de un serrucho.

Para finalizar, de México, la Compañía Indígena Yoremem-Mayos, de Sinaloa, con sus danzas de venados, sus pasos cadenciosos. Ruidos de aves surgidos de capullos, de frutos secos. Dos violines, un arpa y varias sonajas, y cascabeles como los que se les ponen a los gatos. Los músicos viejos miran sentados desde el fondo. Los más jóvenes van aprendiendo. Son los continuadores de la tradición.

Finaliza la fiesta. Regresan y en conjunto invitan a bailar juntos la Danza de la amistad. Aplaude la comisionada nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Xóchitl Gálvez, cuya instancia es una de las organizadoras de esta primera muestra, apoyada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Organización de las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, las embajadas de los países participantes y varios organismos privados.

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