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México D.F. Domingo 24 de agosto de 2003

Sus actuales "okupantes" pretenden "construir" en el lugar un albergue para niños indígenas

De piquera a cafetería, el auditorio Che Guevara espera nuevo rescate

En la miseria, el foro en que se escribieron páginas gloriosas de la universidad: académico

KARINA AVILES

A punto de cumplir tres años sin abrir sus puertas a las actividades académicas y culturales realizadas por la comunidad universitaria, el auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) ha sido rehén de diferentes grupos internos y externos a la Universidad Nacional Autónoma de México, que lo han utilizado como casa-habitación, sitio de relajo, centro de discusión, hasta como un espacio con miras a proyectos populares de autogestión.

Lo que ha perdido la comunidad en estos 34 meses de ocupación del Che Guevara es un "espacio vital" en donde no sólo se realizaban obras de teatro, lectura de poesía, proyecciones de cine o conferencias con personajes del mundo cultural, académico y político, sino en donde la "democracia tuvo sus sueños más sentidos", expresa el profesor Juan Gabriel Moreno, del Colegio de Literatura, Dramática y Teatro.

La historia de la toma del Che Guevara se remonta al término de la huelga estudiantil. El 4 de septiembre de 2000 -a siete meses de concluido el paro- diferentes grupos de activistas se apoderaron del lugar. Fueron principalmente los grupos radicales nombrados por sus propios compañeros como la "megaultra" y la "ultra" los que ingresaron al auditorio.

Con el tiempo, la llamada "megaultra" -cuyas cabezas visibles eran los ahora ex universitarios Argel Pineda, Juan José Serrano y Jorge Martínez Valero, entre otros- arrinconó a la "ultra", identificada con la corriente En Lucha, en la cual participaban Mario Benítez, El Gato; Guadalupe Carrasco, La Pita, y Leticia Contreras, La Yaguer.

Escisiones

Los activistas integrados en la conocida "megaultra" se quedaron con el espacio, pero pronto llegaron los problemas entre ellos mismos. Los miembros de la Brigada Verde -grupo que reivindicaba entre sus demandas la excarcelación de Roberto Espinoza, El Rocco, acusado de traficar con mariguana y cocaína en el campus- fueron los que finalmente se quedaron con el Che y lo tuvieron en su poder hasta julio del año pasado.

Con los integrantes de la Brigada Verde, recuerda el director de la FFL, Ambrosio Velasco, se tuvieron pláticas. Algunos de sus líderes eran Leonardo Valera y otro joven apodado El Místico, ambos estudiantes "irregulares" de la facultad, indica el directivo.

El 11 de diciembre de 2001 se acordó realizar un diálogo con la comunidad, que además "está firmado". No obstante, añade Velasco, "los miembros de la Brigada Verde rompieron el diálogo y con ello la propuesta de la comunidad para realizar votaciones con el objetivo de convenir la entrega del espacio, si así lo decidía la mayoría".

La férrea resistencia de dicha brigada a entregar el auditorio finalmente se tradujo en el abandono del mismo. La Brigada Verde hizo la "farsa" de que regresaría el foro a la comunidad, cuando en realidad se lo entregó "a sus cuates", comenta el académico Juan Gabriel Moreno.

Los actuales ocupantes, conocidos como los "okupas", afirman que de julio de 2002 a octubre de ese año "los viciosos hicieron aquí su agosto". Cuentan que de "todos lados venían -inclusive gente ajena a la universidad- a emborracharse, a debrayarse con su novia. Eran güeyes que fuman piedra. Agarraron el auditorio como lote baldío y lo hicieron la fortaleza del vicio".

Los viciosos, según los "okupas", lo dejaron "literalmente lleno de mierda, con montones de basura, latas de activo y bolsas de cemento". Un enfrentamiento violento entre los que hoy tienen en su poder el auditorio y los llamados "viciosos" dio fin a la permanencia de estos últimos.

El nuevo grupo, que desde noviembre del año pasado tiene tomado el auditorio, vincula su acción con una "okupación", en referencia a los jóvenes "okupas" de los años 70 y 80 que en países europeos comenzaron a ocupar los edificios abandonados, "principalmente del gobierno, para hacer centros sociales con talleres, radios libres y cafés", indican.

Los "okupas" del Che, que son identificados por la comunidad como los "punks" porque algunos traen picos de cabello multicolor o rastas, chamarras con estoperoles y gruesas botas, reivindican el anarquismo.

Sin dar sus nombres "para que nadie se sienta más que otro", reconocen que son entre 10 y 15 chavos los que tienen tomado el auditorio, y la mitad de los que acude al mismo está matriculado y la otra no. Aseguran que ahora ya no se "ingiere a diario", sólo "cuando hay tocadas, y eso por lineamiento de los colectivos que organizan".

El objetivo de la ocupación, de acuerdo con sus señalamientos, es hacer "un centro social" en el Che Guevara, que consta de tres etapas: la primera es de remodelación del espacio, la segunda crear "una escuela primaria y secundaria para trabajadores", y la tercera, a largo plazo, hacer "un albergue para niños indígenas".

Con la idea de la autogestión de los alimentos, la ropa y la "vida" para "no tener un patrón", lo cierto es que una parte del espacio está convertido en "la cafeta popular Okupación Che Guevara", en donde se venden chilaquiles, molletes y tortas de a 10 pesos, y de a 12 si tienen huevo. Otra parte la utilizan para "dar clases de tambor", además de que, cuentan, dan talleres de serigrafía y funciones de cine por cinco pesos la entrada. También tienen una "radio" que es un equipo de sonido ubicado afuera de la cafetería.

A la hora de clase "son tales los tamborazos y la música a todo tren, que no puedes trabajar", manifiesta el profesor Juan Gabriel Moreno, quien afirma que la gente de teatro ha sido la más afectada, porque no sólo se le ha privado de montar las puestas en escena, sino que además "tenemos que andar mendigando espacios".

El académico lamenta el estado de "miseria" en que se encuentra un foro en donde se escribieron "páginas gloriosas de la historia de la universidad y del país: ahí se celebraba el Consejo General de Huelga del 68, ahí se reunían los comités de lucha del 71, ahí también se llevaron a cabo las famosas pláticas de la negociación para el congreso del 90".

El director de la FFL, Ambrosio Velasco, expresa que el Consejo Técnico formó una comisión con grupos de estudiantes y de profesores para establecer un diálogo con los "okupas". Ha habido dos intentos de reunión entre las partes, y en una de ellas se acordó una agenda con la idea de recuperar el auditorio, para rehabilitarlo y darle las condiciones de funcionamiento. Sin embargo, añade el directivo, "la discusión de esta agenda no se ha llevado a cabo porque no se han presentado a la hora acordada".

Añade que ya son tres generaciones -las que entraron en 2000, 2001 y 2002- las que ni siquiera conocen el histórico auditorio, y la apuesta será insistir en el diálogo con los estudiantes que forman parte de dicho grupo, con el objetivo de lograr un acuerdo para que "todos puedan utilizarlo, incluyéndolos a ellos" en cuanto alumnos de la facultad.

"Confiamos -aunque no con ingenuidad- en que podamos llegar a un acuerdo. Esperamos que podamos lograr estos encuentros y prosperar en las negociaciones, porque hasta la fecha no se ha podido avanzar", reconoce.

Por último, destaca que si hay carencia de espacios para actividades ideológicas, culturales y artísticas de la juventud que no sean convergentes con los fines de la universidad, es importante que las autoridades federales y locales los creen: "A la institución no se le pueden endosar todos estos problemas", concluyó.

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