México D.F. Domingo 24 de agosto de 2003
HACIA LA CUMBRE DE CANCUN
Cancún, clave en la democratización
global, dicen dos estrategas de la rebelión en Seattle
Busca la OMC un golpe de Estado empresarial: Kevin
Danaher
Es muy importante denunciar la agenda secreta antidemocrática
de la reunión, afirma John Sellers El movimiento en EU tiene mucho
que aprender de los latinoamericanos, aseguran
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 23 de agosto. Las movilizaciones
populares contra la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Cancún
serán fundamentales para el futuro de la lucha contra la globalización
empresarial, pero a la vez el movimiento que nació con la rebelión
contra ese organismo multilateral durante su reunión en Seattle
hace cuatro años se expresa cada día en varias partes del
mundo y en este país, señalan algunos de sus estrategas.
"Es muy importante para el movimiento por la justicia
global denunciar, revelar y caracterizar la agenda secreta empresarial
antidemocrática dentro de la OMC", explicó John Sellers,
quien como líder de la Ruckus Society fue uno de los impulsores
clave de las protestas contra la organización en Seattle en 1999.
Kevin Danaher, quien también tuvo un papel determinante
en el desarrollo de esas protestas, como organizador de Global Exchange,
señaló que la reunión de la OMC no debería
ser percibida como una lucha entre países ricos y pobres. "La OMC
es en verdad un (intento de) golpe de Estado empresarial. No se trata de
comercio, sino que es más bien la toma de poder empresarial sobre
los gobiernos nacionales con la intención de subvertir la democracia",
afirmó Danaher en una entrevista con La Jornada. "Si uno
revisa las propuestas, están intentando imponer el control empresarial
sobre el de los gobiernos nacionales".
Impresionados por la movilización
Sellers
y Danaher, en entrevistas por separado, dijeron estar impresionados con
la fuerza de la movilización en México contra la OMC y consideraron
que el movimiento estadunidense tiene mucho más que aprender de
los activistas en México y otras partes del mundo en desarrollo.
"El análisis que hacíamos en Seattle no era nada nuevo para
la mayoría de los que están en el sur y en América
Latina", dijo Sellers. "Lo importante de Seattle es que la gente en el
resto del mundo vio que este no es un país rico monolítico,
que también aquí había gente que luchaba y resistía".
Desde Seattle, gran parte del trabajo de los activistas
estadunidenses ha sido para lograr consolidar la promesa del movimiento
que se unió ahí, comentó Sellers. "Es por eso que
ahora llamamos a esto el movimiento global por la paz y la justicia. Promete
mucho, pero de todas maneras tenemos un largo camino que andar".
Sellers y Danaher afirmaron que hay una diversidad de
indicadores para señalar cómo ha continuado creciendo el
movimiento que capturó la atención mundial en Seattle hace
cuatro años.
Coaliciones exitosas entre trabajadores y activistas estudiantiles
que han resultado en contratos colectivos para empleados de servicios en
esta capital y en Los Angeles, el virtual estado de sitio bajo el cual
el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) tienen que
realizar sus reuniones en este país, y la capacidad de los ambientalistas
de obligar a Citibank a enmendar sus prácticas de crédito
son algunos de los ejemplos que se mencionan.
El movimiento contra la guerra en Irak en este país
fue lo que más demostró lo duradero de las fuerzas de oposición
que se manifestaron en Seattle, dijo Sellers. "Este fue en verdad el movimiento
de justicia global uniéndose a lo que en ese momento era un movimiento
de paz estancado. El movimiento de paz no contaba con una gran capacidad
de movilización antes de la guerra", explicó. Pero
con la vitalidad del movimiento por la justicia global, agregó,
estalló una oposición sin precedente al iniciarse esa guerra.
Por cierto, en algunas ciudades -la más notable fue San Francisco-
las protestas contra la guerra vincularon explícitamente los intereses
empresariales con la aventura bélica, y se enfocaron en empresas
estadunidenses como Halliburton, que estaban ganando millones de dólares
con ese conflicto.
Danaher ve la fuerza del movimiento expresada en diversas
protestas y movilizaciones locales por todo el país: las más
de 100 ciudades y pueblos que han aprobado resoluciones contra la guerra,
los más de 150 gobiernos municipales que, por lo menos retóricamente,
han declarado que no implementarán leyes nacionales represivas "antiterroristas",
y los esfuerzos para promover productos de "comercio justo", como el café
y otros.
"En la mayoría de los sitios donde Wal-Mart ha
intentado abrir nuevas tiendas los gobiernos locales han negado las autorizaciones",
informó Danaher. "Hay 10 casos sólo en el estado de Arizona
donde Wal-Mart fue rechazado."
Pero queda mucho por hacer. "Definitivamente existe una
porción significativa de la población de este país
que está comprada por los beneficios del imperio", dijo Danaher
al preguntársele sobre las encuestas que continúan registrando
un amplio apoyo para conservadores como el presidente George W. Bush. Pero
considera que este apoyo se va reduciendo cada vez más con el incremento
de la tasa de desempleo y la realidad objetiva de la gente. "Una vez que
la gente empiece a sentir que la conexión más profunda ahora
es sobre la base de clase global y no de identidad nacional, entonces empezarán
a actuar de otra manera."
Sellers y Danaher subrayan que la dinámica de este
movimiento de oposición no puede partir de abstracciones globales,
sino que requiere de bases locales para librar las batallas reales contra
la globalización.
Danaher
reitera la consigna de "piensa globalmente, actúa localmente".
Sellers agrega: "Ojalá estemos superando el enfoque
sobre temas singulares y pasando a identificar una forma de hacer política
sobre un sistema de valores compartidos. Lo que más queremos es
la localización global".
Cómo podrá funcionar esto todavía
está en el aire. Pero al parecer para ambos activistas estrategas
esto se inicia al reconocer una realidad donde el poder nacional en la
mayoría de los países está en manos de gobiernos subordinados
a las empresas globales. Por lo tanto, al construir una respuesta local
en defensa de la democracia los vínculos entre esta lucha y las
políticas económicas trasnacionales quedan al descubierto.
Con ello, señalan los estrategas, la batalla sobre la globalización
se localiza, se hace más concreta y se enfrenta al enemigo en casa.
Al mismo tiempo, esta lucha se libra conscientemente como
parte de un movimiento global por la paz y la justicia.
Cancún, por lo tanto, será una cita clave
para este movimiento. Pero su desarrollo, subrayan Sellers y Danaher, se
realiza todos los días en las calles y campos de los países
pobres y ricos. El movimiento no es Seattle ni será Cancún,
sino las luchas cotidianas de los pueblos del mundo contra el control empresarial
de la historia humana.
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