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México D.F. Domingo 24 de agosto de 2003
Néstor de Buen
¡Préstame tus muertos, querida ONU!
No cabe duda de que los tiempos nos están demostrando
que ni las fuerzas físicas más grandes logran llegar a donde
quieren. La guerra de Irak, aparentemente resuelta con las victorias a
breve plazo que culminaron con la ocupación de Bagdad, no ha hecho
más que empezar. A Estados Unidos, su saldo diario de uno o dos
soldados muertos por una guerrilla nada despreciable que juega al terrorismo
con el enfrentamiento directo contra los soldados de la triple alianza,
le está sentando fatal.
Hay ya la exigencia del regreso a casa de quienes primero
en Afganistán y ahora en Irak, llevan meses de guerra en la que
el enemigo no tiene la vergüenza de mostrarse como tal, sino en una
verdadera guerra de guerrillas, de esa que inventó el pueblo español
contra la invasión napoleónica y que supo pintar como nadie
Goya el inmortal. Entre tanto, Ariel Sharon continúa con la política
de asesinatos personales de líderes de Hamas, ahora Abu Shanab,
dirigente integrista, siguiendo tal vez el ejemplo (aunque no se sabe a
ciencia cierta quién sigue el ejemplo de quién) del señor
George W. Bush que proclama como arma de guerra (ya terminada, según
dice) el matar a los hijos de Saddam Hussein sin dejar de intentar matar
al padre. Sus predecesores que ganaron la Segunda Guerra Mundial eran más
discretos. Inventaron los procesos de Nuremberg.
Pero Bush es esencialmente tonto, más allá
de sus calificaciones políticas. Sus actuales planteamientos, producto
seguramente de las decisiones de su corte celestial -Donald Rumsfeld, Condoleezza
Rice y Dick Cheney- presentadas por el vendedor de opciones, Colin Powell,
hacen reír aunque se tenga la boca partida.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), tan
despreciada al momento de iniciar la guerra más injustificada, que
no exigió el acuerdo del Consejo de Seguridad, hoy vuelve a ser
importante para que refuerce las tareas de seguridad. Pero no falta la
soberbia: esas fuerzas que ya han aportado el Reino Unido (la casita de
Tony Blair); España (que ya inauguró su muerto), Italia o
Polonia con, si no me equivoco, soldados de Centroamérica, deben
ser comandadas por estadunidenses. "Hay que asumir el control de una gran
organización militar. Eso es lo que proporciona a la coalición
el liderazgo estadunidense", sostiene Powell ante Kofi Annan y nadie duda
de que el singular secretario general de la ONU acate las órdenes
de sus superiores.
Al despreciado Consejo de Seguridad le tocará ahora
ejercer la complicidad sí, como cabe pensar, la fórmula será
sencilla: mandar de viaje a los soldados de esos aliados por cuenta de
los gringos, para que tengan a bien morirse permitiendo al mismo tiempo
que los soldados que han integrado el cuerpo expedicionario estadunidense
puedan volver a casa para ver, en vivo y en directo, la temporada de futbol
americano.
A esa actitud de Estados Unidos, la revista inglesa The
Economist la califica de "incompetente imperialismo" (agosto 16 de
2003, p. 9). Y aunque encuentra que en territorio afgano Estados Unidos
ha hecho las cosas mejor, acepta que el sur del país sigue siendo
muy peligroso.
A Bush se le empieza a aparecer el problema de la relección
y no creo que esté demasiado seguro de que las cosas le van a ir
bien, pese a su notable capacidad de recaudación. Con un saldo de
muertos creciente, la población civil no va a ver con los mismos
ojos sorprendidos por los acontecimientos del 11 de septiembre las posibilidades
de una guerra prolongada.
A los aliados que empiezan también a morirse el
jueguito debe parecerles ya un poco pesado. Un oficial de la marina española,
el capitán de navío Manuel Martín Oar, ha muerto en
situaciones extrañas con motivo del atentado a la sede de la ONU
en Bagdad. Hay confusión de datos y contradicciones notables a propósito
de si seguía o no vivo, pero todo parece demostrar que destinado
a una ambulancia, fue abandonado en la calle quizá por un error
de los enfermeros que no lo encontraron grave (o que se dieron cuenta que
no era gringo). Murió allí mismo, en el suelo, sin otra atención
que la de un amigo personal que no es médico.
Al señor José María Aznar, quien
se ha negado a comparecer ante las Cortes para explicar lo de la intervención
militar en Irak, le estará haciendo cosquillas la conciencia, si
es que tiene. El ministro Javier Arena, un poco bueno para todo, ante la
afirmación de José Luis Rodríguez Zapatero de que
Aznar es un cobarde por no enfrentar sus responsabilidades, se defiende
diciendo que Zapatero "ha insultado gravemente al presidente". Pero lo
cierto es que el fantasma de las cajas que devolverán a España,
como ahora, a los soldados expedicionarios muertos, van a tener también
un peso específico en las elecciones españolas.
¡Qué bella oportunidad de la ONU para recuperar
la dignidad y negarse a enviar soldados de otros países! Pero de
que quedan dudas, no queda la menor duda.
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