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México D.F. Sábado 23 de agosto de 2003
Hoy es un partido con 12 mil militantes que
tiene presencia en 17 de 22 departamentos
La URNG, a seis años que dejó las armas,
va sin alianzas a las elecciones
Su candidato presidencial, Rodrigo Asturias, confía
en que pronto alcanzará 10% de preferencias
BLANCHE PETRICH
Hace seis años la organización guerrillera
Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) entregó
las armas e inició en ese país centroamericano su proceso
de reconversión en una agrupación legal, en el contexto de
los acuerdos de paz que nunca se cumplieron cabalmente. Hoy es un partido
político con 12 mil militantes, con una fractura en su breve historia
(la escisión de uno de sus principales líderes, Pablo Monsanto),
y participa por primera vez con fuerzas propias en una elección
presidencial, que se llevará a cabo el próximo 9 de noviembre,
con Rodrigo Asturias (ex comandante Gaspar Ilom) como candidato.
Las encuestas de la prensa guatemalteca le otorgan apenas
1.7 por ciento de las preferencias. Pero Asturias, en entrevista, confía
en que podrá alcanzar pronto entre 8 y 10 por ciento. Con el indígena
ixil Pablo Cetto como compañero de fórmula, Asturias comenta
que la apuesta de la URNG en el proceso electoral actual es "romper la
polarización" que ha generado el discurso populista de extrema derecha
del general Efraín Ríos Montt, frente al candidato de la
derecha moderada Oscar Berger, que cuenta con 40 por ciento de las preferencias
electorales.
El partido del militar, el Frente Republicano de Guatemala,
en el poder, blande una retórica en defensa de los pobres e indígenas
contra la clase blanca y oligarca, representada en los partidos tradicionales,
el de Berger incluido. Este, a su vez, responde como representante "de
la democracia contra la corrupción", que ha marcado la presidencia
del eferregista Alfonso Portillo. "Pero en el fondo de las campañas
electorales -dice Asturias-sólo hay descalificaciones mutuas; nadie,
excepto nosotros, está hablando de una propuesta de país,
de programas para el desarrollo, de soluciones agrarias". Este es, precisamente,
su lema de campaña: por un gobierno diferente.
Pese
a las penurias económicas -"hacemos campaña sin un quetzal",
asegura Asturias-, él y Cetto recorren el país. Se apoyan
con la venta de camisetas para recaudar fondos, y los partidos mexicanos
del Trabajo y de la Revolución Democrática han donado insumos
para su propaganda política. Aunque ponen énfasis en las
zonas indígenas, donde en el pasado la URNG estableció sus
áreas de influencia, en especial del triángulo Ixil, de donde
procede Cetto, pretenden extender el peso de su partido hacia áreas
que en los años 80 y 90 permanecieron relativamente ajenas a la
confrontación armada.
"No somos los mismos que éramos al momento de la
paz. Nuestra militancia no está integrada solamente por ex combatientes
o base social. Tenemos presencia en 17 de los 22 departamentos del país,
candidatos para 180 de los 313 municipios, 30 candidatos, la mitad para
zonas metropolitanas". Lo interesante es que, en esta ocasión, la
URNG compite sola, sin alianzas, como lo hizo en las elecciones anteriores
-en 1998-, cuando apoyó a Alvaro Colom, quien esta vez abandera
a fuerzas conservadoras.
A pesar de las dificultades para la construcción
de un espacio de la URNG, sobre todo porque muchos de los acuerdos de paz
no se han cumplido, esta fuerza registra avances profundos. "Simplemente
el hecho de que un ciudadano pueda decir abiertamente soy de la URNG y
que con ello no ponga en riesgo su vida habla de logros obtenidos con mucho
esfuerzo", sostiene el hijo del novelista Miguel Angel Asturias, único
premio Nobel de Literatura de Centroamérica.
Gaspar Ilom y Ríos Montt, hoy rivales en
la carrera electoral, fueron protagonistas y enemigos en los años
más cruentos de la guerra, 1981-1983. Asturias comandaba la ORPA,
una de las cuatro organizaciones de la URNG; el general genocida encabezaba
un gobierno de facto. La clase política guatemalteca teme
que Ríos Montt, que a despecho de los dictados constitucionales
logró registrar su candidatura, pueda movilizar el voto masivo de
las bases paramilitares que en los pasados años se han fortalecido
en las zonas rurales. Pero Asturias confía en que el eferregista
no levantará el vuelo. "No es una fuerza invencible. Además,
históricamente, en Guatemala nunca un partido ha repetido en el
poder. Y Portillo termina su gestión más débil y desprestigiado
que cualquier otro mandatario en nuestra breve historia democrática".
De hecho, el presidente Portillo, con varios procesos
judiciales abiertos por lavado de dinero contra sus colaboradores
más cercanos y ahora contra él, no permanece en el país
por lapsos demasiado largos: en semanas recientes ha pasado la mayor parte
del tiempo en Miami -de vacaciones-, Taiwán y Paraguay.
Asturias no niega, sin embargo, que el riosmonttismo tenga
una fuerza real no expresada en las encuestas, que registran una caída
en el pasado mes de 7 a 3 por ciento de las preferencias. "Su base son
los sectores contrainsurgentes; su método, el clientelismo descarnado,
la compra de votos mediante prebendas para quienes en el pasado participaron
en las masacres. Durante 20 años ha podido alimentar una estructura
paramilitar con disciplina castrense, fanatismo religioso y un discurso
político fundamentalista. Al cobijo de una enorme corrupción,
su familia y allegados han amasado fortunas. Todo este aparato se ha fortalecido
con el ejercicio del poder".
Con esa fuerza, los candidatos del FRG y Ríos Montt
han acudido a hacer campaña a regiones en las que las heridas de
la guerra siguen a flor de piel. Hace unos días, sin ir más
lejos, el militar fue a un acto proselitista en Rabinal, departamento de
Baja Verapaz, escenario de una matanza histórica, la de Río
Negro, justo los días en que se realizaba un entierro colectivo
de restos recientemente exhumados de una fosa clandestina, de las que él
sembró por centenares en todo el territorio.
En la campaña electoral, sin embargo, la URNG no
enfrenta a las fuerzas del ex dictador con la memoria histórica
de la guerra, con los recuerdos de la tierra arrasada y las secuelas del
genocidio, la exigencia del fin de la impunidad. "Es un tema muy delicado",
apunta Asturias. "Sabemos que ahí está, que tenemos que enfrentarlo
y derrotarlo. Pero lo hacemos con críticas a su papel en el presente,
no en el pasado. En la actual coyuntura una causa histórica puede
derrotarte".
Insiste en que no se trata de que el pueblo guatemalteco
carezca de memoria histórica. "Pero la cicatrización y la
pérdida del miedo son procesos complejos. En Argentina tardaron
30 años. Guatemala hace apenas seis años firmó la
paz".
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