México D.F. Viernes 22 de agosto de 2003
El joven artista incursiona en el ámbito
de las exposiciones con Primer tercio
Lo efímero atenta contra el arte: Pablo Elizondo
MONICA MATEOS-VEGA
A sus 21 años, Pablo Elizondo Lavista defiende
sus opiniones acerca de las instalaciones y los performances -que
desdeña por efímeros y considera vacuos- con el mismo énfasis
que habla de la importancia del silencio en el creador para poder acceder
al espíritu, o a su profesión: la pintura, pura y sin artificios.
Recién se ha lanzado al ruedo de las exposiciones
con una selección de trabajos que delatan su regocijo por el óleo,
la textura, y su encuentro con un oficio en el que, confiesa, siempre hay
algo que aprender.
Primer
tercio se titula la colección de cuadros y objetos que presenta,
y que lo mismo incluye escenas taurinas que guiños políticos,
visiones oníricas o testimonios de sus filias musicales.
Por ejemplo, ahí está el violín que
se encontró en un basurero de Amsterdam, Holanda, mientras deambulaba
por las calles de esa ciudad, enojado por no haber encontrado entradas
para un concierto donde se interpretaría música de Gustav
Mahler. El instrumento, sin cuerdas y roto, se convirtió en una
especie de amuleto contra la desilusión y acompañó
al joven pintor hasta México, donde fue ''reinterpretado'' y ''condimentado''
con otros elementos -como una víbora de madera-, hasta convertirse
en la pieza ¿Habéis oído a Mahler?
Pero en la exposición también se encuentran
algunas obras que realizó durante su corta estancia en La Esmeralda,
escuela que abandonó, decepcionado "por el poco interés que
se le da a los preceptos académicos de la pintura".
Pablo comenta que en una clase se pasó "todo un
semestre haciendo cucuruchos; mientras en otra invertimos demasiado tiempo
y dinero en hacer una instalación con cajas, que estuvo expuesta
sólo tres horas. Me parece que eso es un atentado al arte, porque
su fin es comunicar, y lo efímero, por más profundo que sea,
está destinado a desaparecer. El arte debe intentar permanecer durante
generaciones para que su significado no sea pasajero".
Su afición por las artes plásticas fue fomentada
por su madre, la fotógrafa Paulina Lavista, y en particular por
su abuela, Helen, quien también es pintora. Al contrario que el
común de las familias, Pablo señala que su padre, el escritor
Salvador Elizondo, ''se habría infartado'' si su hijo hubiera elegido
ser licenciado, ingeniero o alguna profesión que no tuviera nada
que ver con con el arte.
A muy temprana edad, Elizondo Lavista se dio cuenta de
que sin disciplina y rigor -''algo que no existe en México''- no
se puede dominar ningún oficio; ''es mucho más fácil
volverse un artista conceptual después de que se conocen a la perfección
las técnicas, pero eso no se enseña, por lo menos en La Esmeralda.
Ahí pretenden que la formación de los alumnos inicie por
el arte efímero, olvidando también la humildad del oficio''.
Pablo recuerda que encontró a uno de sus mejores
maestros de pintura en Madrid, en un pequeño taller donde acudían,
al igual que él, jóvenes que no querían dejar de ser
simplemente aprendices de un quehacer que requiere muchas horas de práctica
y dedicación.
Al comparar su trabajo pictórico con la narrativa,
Pablo se asume como un "retórico", porque "para cualquier cuadro
tengo una explicación retórica, pero también me parecen
geniales los comentarios que provocan en otras personas. Eso es lo que
me apasiona del arte: que cada quien se aproxima a éste de manera
diferente. Por ejemplo, con mis alegorías políticas, en las
que invento un líder, que me saqué del corazón. Pero
a lo mejor le encuentran parecido a alguien. Ese es el chiste del arte."
La exposición Primer tercio se presenta
en la Casa de la Cultura Reyes Heroles (Francisco Sosa 202, Coyoacán).
Concluye el 25 de agosto.
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