México D.F. Viernes 22 de agosto de 2003
Divulga la tv una conversación del mandatario;
atrás podría estar Montesinos
Toledo, entre el repudio, la baja de popularidad y
el espionaje telefónico
Fujimori repunta porque los peruanos consideran que
hizo mayor obra pública: analista
XIMENA ORTUZAR ENVIADA
Lima, 21 de agosto. Al presidente Alejandro Toledo
le llueve sobre mojado. Al bajo índice de aprobación que
recibe de la ciudadanía -reflejado en las encuestas y confrmado
por el repudio masivo que el pueblo de Arequipa le demostró el pasado
día 15, durante su visita oficial- se une ahora la certeza de estar
siendo espiado telefónicamente, como se acostumbraba en Perú
en el fujimontesinato.
El programa de televisión peruano En la Boca del
Lobo, que conduce el periodista César Hildebrandt, transmitió
el lunes18 una grabación en la que Toledo consultaba a un colaborador
en Arequipa acerca de la conveniencia o no de visitar oficialmente esa
ciudad en ocasión del 463 aniversario de su fundación. El
mandatario tenía dudas acerca de la conveniencia de realizar esa
visita a la segunda ciudad del Perú en importancia, ubicada mil
kilómetros al sur de Lima. Sus dudas eran fundadas.
En junio de 2002 los arequipeños protagonizaron
enérgicas y prolongadas protestras contra la decisión presidencial
de privatizar dos empresas de energía eléctrica.
El Frente Amplio Cívico de Arequipa llamó
a huelga general y una multitud de manifestantes se lanzó a las
calles para expresar su disconformidad.
El gobierno advirtió que no reconsideraría
la medida. En cambio ordenó la represión, que dejó
dos estudiantes universitarios muertos, centenares de heridos y decenas
de detenidos, a lo que sobrevino el estado de emergencia y el consecuente
toque de queda, por seis días.
Con todo, las revueltas continuaron. Finalmente, la privatización
de las empresas fue suspendida
La peor crisis del presidente
El
arequipazo constituyó la peor crisis sufrida por el gobierno
de Toledo en sus primeros 11 meses de gestión y provocó la
renuncia del ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, quien discrepó
de esa suspensión.
Durante los festejos del aniversario de la Ciudad Blanca
de este año, Toledo entregaría el proyecto de irrigación
Majes.
En la conversación telefónica entre Toledo
y su colaborador -que según Hildebrandt podría ser el general
retirado de la Fuerza Aérea Peruana, Luis Arias Grazziani- difundida
por televisión, el gobernante fue advertido del rechazo que su presencia
provocaría, exacerbado esta vez por la reciente restitución
de Fernando Rospigliosi en el Ministerio del Interior. Su reacción,
grabada y difundida, fue la siguiente:
"Escúchame, yo quisiera saber en qué terreno
estamos pisando (...) Trata de ver de qué se trata, por favor, y
que me llamen (...) porque si no voy a ir allí a ... ¡Y si
no, no estregamos Majes y a la mierda!"
La difusión de ese audio enfureció a Toledo.
Advirtió "Esta sí me la pagan".
Anunció acciones legales contra quienes interceptaron
sus teléfonos, contra quienes grabaron su conversación y
contra quienes "la han propalado irresponsablemente."
A renglón seguido ordenó designar una comisión
que investigue exahustivamente el asunto, y dio 48 horas de plazo para
conocer resultados.
Ante un nutrido auditorio (de empresarios y diplomáticos)
Toledo sentenció: "Democracia sin orden no es democracia y lo que
ha demostrado la televisión (el programa de Hildebrandt) es una
exageración de la democracia que pone en los límites la libertad
de expresión". Remató: "Basta. Investigaremos a fondo, caiga
quien caiga. Rodarán cabezas."
En declaraciones posteriores moderó sus críticas,
evitó amenazar a los difusores del audio y se centró en los
autores del espionaje telefónico, que tiene carácter de delito.
Señaló:
"Yo tengo un profundo respeto por la libertad de expresión
y ustedes lo saben. Me cuesta mucho, pero esa es la democracia. Por esa
democracia luché. Mi relación con la prensa no cambia, pero
sí lo que les pido es mayor responsabilidad sobre los temas de Estado."
Hildebrandt no reveló el origen de la grabación,
pero la "sensación" general apunta al espionaje telefónico
de servicios de inteligencia que responden a Vladimiro Montesinos.
Desde ya se sabe que 70 por ciento de los equipos de intercepción
telefónica siguen en poder de la llamada "mafia fujimontesinista."
La investigación está en marcha
Problemas de personalidad
Dos años después de iniciar "el gobierno
del cambio", Alejandro Toledo está en el índice más
bajo de su popularidad: 12 por ciento promedio a escala nacional. En materia
de simpatía personal alcanza 3 por ciento y ocupa el séptimo
lugar entre 10 personalidades del quehacer nacional, superado incluso por
el prófugo ex presidente Alberto Fujimori, ubicado en el tercer
lugar con 17 por ciento.
Perú Posible, el partido de Toledo, aparece
anclado en el 15 por ciento. Los inconformes del país demandan de
Toledo atacar de raíz lo que llaman "rebrote terrorista"; planes
concretos y viables para combatir la pobreza; reactivación del aparato
productivo y adopción de métodos eficaces para atraer inversiones.
Exigen que el presidente "no prometa más y se aboque a cumplir lo
ofrecido en campaña".
Hay consenso acerca de que el prometido "cambio" es asignatura
pendiente.
Analistas políticos peruanos señalan que
la pérdida de apoyo de Toledo es producto de sus propios errores,
tanto de gestión como de actitud. Advenedizo en la política,
el gobernante carece de manejo y de liderazgo, afirman, y en estos dos
años no parece haber aprendido mucho al respecto. Además,
propicia enfrentarse a situaciones límite de las que se sabe de
antemano que saldrá mal parado.
Citan como ejemplo el caso de su hija Sarahí, cuya
paternidad sólo aceptó Toledo conminado a una prueba de ADN.
Lo de Arequipa, añaden, era previsible.
Pero Toledo es temerario, opinan los analistas. Y porfiado.
Insistió en ir. Y así le fue.
Ante el multitudinario rechazo arequipeño, expresado
en abucheos, gritos de "asesino" y lanzamiento de proyectiles -tomates,
huevos, botellas y hasta piedras- Toledo pidió tres veces perdón.
Dijo: "Si algo produjo una lesión que lastima vuestro honor, hoy
tengo la altura y la grandeza para decir, mujer y hombre de Arequipa, perdón."
Todo indica que Arequipa no lo ha perdonado.
En el resto del país no le va mucho mejor.
Manuel Saavedra, director-gerente de Compañía
Peruana de Investigación de Mercados, CPI, empresa encuestadora,
opina: "En el interior del país el promedio de aprobación
de Toledo es entre 3 y 5 puntos menor que en Lima. La actitud hacia el
presidente es mucho más reacia en pequeños poblados o en
caseríos rurales."
A su vez, Luis Benavente, director de Grupo de Opinión
Pública de la Universidad de Lima, señala: "Toledo tiene
logros en su haber: se ha recuperado el producto interno bruto, ha aumentado
la recaudación tributaria, la balanza comercial subió dos
años seguidos, después de haber estado en rojo por 10 años.
Pero eso no basta, porque en Perú, como en el resto de América
Latina, las promesas del neoliberalismo de que gracias a la economía
de mercado habría más empleos y se alcanzaría una
mejor calidad de vida no se han cumplido. Al contrario, el desempleo y
los problemas se han profundizado."
Los espectros del pasado
La desilusión del "cambio" que no fue tiene consecuencias
insólitas y peligrosas: amnesia y nostalgias del pasado.
Mientras Toledo baja, suben Alan García y Alberto
Fujimori en la aprobación de los ciudadanos encuestados.
El 85 por ciento de los entrevistados en los últimos
dos años cree que Fujimori sabía acerca del accionar de Montesinos,
y 81 por ciento lo considera culpable de los delitos de que se le acusa,
no obstante, le reconocen méritos como gobernante.
Ante el desencanto actual, el pasado se suaviza. Agrega
Benavente. "En marzo pasado, dos y medio años después de
la salida de Fujimori del poder, 41 por ciento de los consultados aprobaba
su gestión gubernamental."
Alfredo Torres, director de la encuestadora Apoyo, Opinión
y Mercado, aclara: "El resurgimiento del fujimorismo tiene que ver con
la tradición caudillista peruana y con el flujo y reflujo de democracia
y autoritarismo. Un amplio sector de la ciudadanía percibe a la
democracia como un sistema desordenado de gobierno y prefiere otro sistema,
con resultados inmediatos. La relección de Fujimori en 1995 se fundamentó
en algunos de sus logros; los tres más obvios fueron control de
la inflación, control del terrorismo y el gran impulso que su gobierno
dio a la inversión pública, utilizando los cuantiosos recursos
obtenidos de las privatizaciones en construir escuelas y carreteras a lo
largo y ancho del país. En los sectores más pobres se asocia
a Fujimori con obra pública, con resultados concretos." Y agrega:
"Es una fatalidad peruana el reconocer que un político es corrupto
o incluso asesino, pero argumentar que hizo obra. Eso es fatal para
la democracia."
El politólogo Mirko Lauer puntualiza: "Las modestas
simpatías por Alberto Fujimori (parecen grandes en comparación
con las que capta Toledo), se deben no a su repunte, sino a la caída
de otros políticos." Y sigue: "La figura de Alejandro Toledo produce
reacciones adversas que lanzan las simpatías -y eventualmente votos-
hacia sus rivales". Explica así que Alan García, quien regresó
a Perú en enero de 2001, "satanizado", captara "casi medio país
electoral en la segunda vuelta (que ganó Toledo)". Y remata: "En
su desesperación, Fujimori intenta politizar su prontuario. No olvidemos
que ha sido, y sigue siendo, un criminal político."
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