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México D.F. Viernes 22 de agosto de 2003
ECONOMIA MORAL
Julio Boltvinik
La economía moral es convocada a existir como
resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio
del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve
el hambre de la gente
Necesidades de pobladores rurales
Evidencia sobre lo que necesitan los hogares campesinos
Base para rechazar criterio oficial que minimiza más la pobreza
del sector
EN LAS DISPUTAS EN TORNO a los niveles de pobreza siempre
están detrás diversas concepciones sobre las necesidades
humanas (aunque no siempre se hacen explícitas). En marzo de 2001,
en un simposio organizado por la Sedeso, presenté los resultados
de la encuesta Percepciones de la población urbana sobre las
normas mínimas de satisfacción de las necesidades bá-sicas"1,
levantada en 18 ciudades. Los resultados de esta encuesta muestran que,
en términos generales, las percepciones de la población validan
la inmensa mayoría de los rubros incluidos en la Canasta Normativa
de Satisfactores Esenciales (CNSE), desarrollada en Coplamar en 1982 como
instrumento para la medición de la pobreza por ingresos, así
como las principales normas de satisfacción de necesidades básicas
específicas (vivienda, servicios de la vivienda, educación,
servicios de salud, seguridad social, tiempo libre) que se utilizan en
la medición de la pobreza por necesidades básicas insatisfechas
(NBI) y por el Método de Medición Integrada de la Pobreza
(MMIP).
EN AQUELLA OCASION concluí: "Aunque esta encuesta
constituye sólo un primer paso, que deberá ser seguido de
indagaciones de mayor profundidad y con otra cobertura por tamaño
de localidad, ratifica de manera contundente que el orden de magnitud
del costo de la CNSE, además de reflejar las normas internacionales
y nacionales y las banderas de las luchas populares con las que se construyó
en 1982, coincide con las percepciones de la población en 2000.
La batalla conceptual para los minimalistas que fijan líneas de
pobreza a niveles de mera supervivencia está perdida".2
En dicho simposio, Graciela Teruel, actualmente integrante del Comité
Técnico de Medición de la Pobreza de la Sedeso, intentó
descalificar la encuesta por su supuesta falta de representatividad estadística
(lo que es falso, ya que la muestra fue diseñada por un profesional
del tema, Roy Campos, de Consulta Mitofsky) y por no cubrir el medio rural.
La comentarista afirmó que hay una diferencia radical en las necesidades
entre el medio urbano y el rural, hipótesis contraria a la que manejamos
en Coplamar sobre la igualdad esencial de las necesidades entre todos los
mexicanos. En 2001 no contábamos con evidencia sobre las percepciones
de la población rural para poner a prueba estas hipótesis.
ESTE MIERCOLES, SIN EMBARGO, en el Instituto Mora sustentó
su examen de grado Miguel Calderón con una tesis3 que
aporta la primera evidencia sobre las percepciones de la población
rural sobre los bienes y servicios necesarios. Calderón, utilizando
el mismo cuestionario (con muy pequeñas adaptaciones) que se había
usado para la encuesta de Profeco, entrevistó a una pequeña
(38 hogares), pero representativa muestra de hogares de un poblado rural
de mil 750 habitantes de Puebla (San Juan Huiluco), ubicado en un municipio
(Huaquechula) clasificado de muy alta marginación por el Conapo
en 2000 y con una incidencia de la indigencia (el grado más extremo
de pobreza) de 93.2 por ciento, muy similar al del conjunto del estado,
uno de los más pobres del país. Sin embargo, es una comunidad
bien comunicada y cercana a Atlixco.
EL AUTOR COMPARA los resultados obtenidos en esta comunidad
rural con los de la ciudad de Puebla y los de las 18 ciudades, llegando
a las siguientes conclusiones: a) Hay una enorme coincidencia general
entre los satisfactores que se consideran esenciales en el medio rural
y el urbano; b) Pero también hemos detectado que hay una percepción
de necesidades más baja en el medio rural; c) el uso de una canasta
normativa general, con algunas diferencias entre ambos medios, como fue
el diseño original de la CNSE de Coplamar, es adecuada. Sus resultados
desmienten la hipótesis de Teruel sobre la diferencia radical de
percepciones entre ambos medios. Calderón pone el acento en la enorme
coincidencia, por lo que la más baja percepción de necesidades
parecería marginal. Sin embargo, la tesis carece de un cuadro resumen
sobre los hallazgos que permita evaluar qué tan grandes o pequeñas
son las diferencias. Para subsanar la deficiencia elaboré el cuadro
anexo en el que sintetizo los hallazgos comparativos del autor. Para simplificar,
sólo comparo Huiluco con las 18 ciudades.
ANTES DE ANALIZAR los resultados, son necesarias dos advertencias.
A pesar de que capturó la información necesaria para hacerlo,
las presiones de tiempo impidieron a Calderón procesar la información
socioeconómica de los hogares, tanto de los estudiados en su trabajo
de campo como los de la encuesta de Profeco, para estratificar a los hogares
según su nivel de vida (no pobres y pobres y, dentro de éstos,
indigentes y pobres no indigentes). Calderón muestra, con datos
procesados a partir del cuestionario ampliado del Censo de Población
de 2000, que la proporción de población pobre e indigente
es notablemente más baja en ciudades que en el medio rural. Por
tanto, mientras algunos de los entrevistados en las ciudades son no pobres,
casi todos los que él entrevistó en Huiluco son no sólo
pobres, sino indigentes. Es importante intentar separar qué parte
de las percepciones más bajas sobre lo necesario se explican por
la pobreza de la persona entrevistada y qué parte por vivir en el
medio rural. En tanto que ésta es una asignatura pendiente, no podemos
hacer esta distinción en los datos que a continuación se
presentan. La otra advertencia es que los resultados obtenidos en Huiluco
son apenas un indicio, aunque poderoso en mi opinión, sin constituir
una evidencia concluyente sobre las percepciones de la población
rural. En particular, surge la duda si en comunidades rurales más
aisladas se mantendrán las mismas conclusiones.
EL CUADRO MUESTRA que las conclusiones de Calderón
son correctas. En general, se valida la concepción de una canasta
unitaria con pequeñas diferencias. El cuadro presenta en la sección
superior los rubros contenidos en la CNSE que los encuestados de
Huiluco y de las 18 ciudades no consideraron necesarios. Para ubicar
al lector es necesario recordarle que la CNSE está formada por 306
rubros. De éstos, 20 (sin contar el sombrero y el rebozo que sólo
formaban parte de la CNSE del medio rural) no fueron considerados necesarios
por la mayoría de los 2 mil 500 hogares entrevistados en 18 ciudades.
En el medio rural, estos rubros aumentan a 26. Como se muestra en la última
columna del cuadro, hay 9 rubros que son considerados necesarios en el
medio urbano, pero no en el rural, mientras en la situación contraria
se encuentran 3 rubros (sin considerar rebozo y sombrero). Como se ve es
una diferencia numéricamente muy pequeña. Además,
los rubros son, en su mayoría, de poca significación en términos
de gasto, con excepción de las vacaciones, de tal modo que la pequeña
diferencia no afectaría sustancialmente el costo de la CNSE de uno
y otro medio.
EN LA PARTE INFERIOR del cuadro se presentan los rubros
que, tanto en Huiluco como en las 18 ciudades, fueron considerados necesarios
por los hogares pero que no están incluidos en la CNSE. En Huiluco
son un número similar al anterior (25) y en las 18 ciudades son
más (30). Además, algunos de los rubros son altamente significativos
en términos de costo (automóvil, teléfono, agua de
garrafón y cuidado de menores para madres trabajadoras), por lo
cual en ambos ámbitos (urbano y rural) se llega a la misma conclusión:
si se tomaran las percepciones de la población como criterio para
adicionar y restar rubros a la CNSE, ésta aumentaría sustancialmente
de costo.
LAS DIFERENCIAS ENTRE ambos medios en los rubros que se
adicionarían a la CNSE son otra vez muy pequeñas (véase
parte baja de la última columna del cuadro: 4 rubros se consideran
necesarios solamente en el medio urbano y 1 en el rural). La conclusión
es tajante y es la misma de Miguel Calderón: las percepciones de
la población son muy similares en ambos medios. Además, como
dijimos, una parte de la pequeña diferencia puede explicarse por
la mayor pobreza de los hogares en el medio rural y no por un rasgo intrínseco
de este medio que generara menores necesidades. Por tanto, no se justifica
el uso de normas marcadamente diferentes para la medición de la
pobreza en ambos medios como las que usa la Sedeso.
1 El evento se denominó Simposium
internacional pobreza: conceptos y métodos. La encuesta fue
levantada en el segundo semestre de 2000 por la Procuraduría Federal
del Consumidor (Profeco) en 18 ciudades del país bajo la coordinación
de Hugo Beltrán, en convenio con la Universidad Iberoamericana,
con base en un cuestionario diseñado por Julio Boltvinik con la
colaboración de Raymundo Martínez.
2 La ponencia fue publicada, al margen de los
organizadores del simposio, que nunca publicaron las memorias, como Julio
Boltvinik, "Opciones metodológicas para medir la pobreza en México",
Comercio Exterior, vol. 51, núm. 10, octubre de 2001, pp.
869-878. Un análisis detallado de la CNSE, de las innovaciones desarrolladas
por Alejandro Marín para contar con canastas para tamaños
y estructuras diversas de familia, y un análisis adicional de los
resultados de la mencionada encuesta, puede verse en Julio Boltvinik y
Alejandro Marín, "La canasta normativa de satisfactores esenciales
de la Coplamar. Génesis y desarrollos recientes", Comercio Exterior,
vol. 53, núm. 5, mayo de 2003, pp. 473-484.
3 Miguel Calderón Chelius, Las diferencias
en los satisfactores de las necesidades básicas entre el medio rural
y el urbano. Tesis de maestría en desarrollo regional, Instituto
Mora.
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